Esta semana, Elon Musk y Volodimir Zelenski le marcaron límites a Donald Trump. Juntos sacudieron la tranquilidad aparente que siempre muestra el presidente de Estados Unidos para intentar dejar en claro que tiene todo bajo control. Las dos situaciones generaron y seguirán generando consecuencias, una a nivel doméstico y otra en el tablero internacional, y ponen a prueba la templanza de Trump para manejar situaciones por demás delicadas. Arranquemos.
La furia de Elon Musk
El tecno-empresario rompió públicamente una alianza que parecía inexpugnable al combinar como nunca el poder político con el económico. Lo hizo iniciando una escalada verbal en la que calificó de “abominación repugnante” el presupuesto que armó Trump, que es clave para el presidente porque define la hoja de ruta de su gobierno en materia fiscal, y que fue aprobado por la Cámara de Representantes. Las idas y vueltas a través de redes sociales fueron creciendo hasta transformarse en un escandaloso cruce de acusaciones que incluso abordaron cuestiones personales.
Es pertinente preguntarse hasta dónde está dispuesto a llegar el hombre más rico del mundo para disciplinar a Trump y hacerle cambiar el curso de alguna de sus políticas ultra proteccionistas, reflejadas sobre todo en la embestida arancelaria, que lo perjudican en sus millonarios negocios. Elon Musk tiene con qué extorsionar. Así como puso mucha plata para que Trump ganara las elecciones, el tecno magnate es el principal sostén económico de las campañas de varios republicanos que hoy están en alguna de las Cámaras y de algunos que quieren candidatearse para las elecciones de medio término. Es clave para el proyecto de Trump ese apoyo del partido, primero para aprobar el presupuesto en el Senado y después, pensando en la segunda etapa de su gobierno, para mantener la mayoría parlamentaria en 2026. En este sentido, en medio de su pelea con Trump, Musk empezó a jugar con la idea de construir un tercer partido para meterse en el juego electoral. ¿Y si su plata va ahora para los demócratas?
Trump, sin embargo, tiene con qué responderle donde más le duele a Musk: el bolsillo. Según se estima, el presidente puede cancelar contratos federales por aproximadamente 20.000 millones de dólares para SpaceX. También Trump tiene a mano todos los organismos del gobierno federal para investigar los negocios públicos y, por qué no, la vida privada de Musk, que también se mezcló en el barro de la discusión. El que busca encuentra y, si no, también puede inventar. La escalada fue tal que Elon Musk llegó a vincular directamente a Trump con el caso Epstein, el famoso empresario estadounidense, ya fallecido, acusado de ser un eslabón clave en una red de trata de menores que incluyó a políticos y celebridades de distintas partes del mundo. Sobre el final de la semana, Musk asomó una bandera blanca con el objetivo de recomponer, al menos un poco, el vínculo con el presidente de Estados Unidos. Trump no correspondió el gesto.
Y para cerrar el tema Musk, esta grieta inesperada y bastante salvaje que se abrió entre quienes solo hace días se declaraban un amor ideológico mutuo, ya impacta también en la derecha global extremista que está viendo en vivo y en directo cómo en segundos, y a través de una discusión por redes sociales, se diluye lo que para ellos es la alianza perfecta para conducir los destinos de la humanidad: la conformada por el líder político mundial más poderoso y el empresario más exitoso, rico y uno de los más influyentes del planeta. Como quizás nunca antes, los poderes políticos y económicos mostraban una sintonía perfecta que sintetizaba todos sus intereses materiales e ideológicos.
La audacia de Zelenski
Por su parte, Zelenski expuso los límites a Trump mostrando audacia al golpear a Putin en su propio territorio con dos operaciones de sabotaje que los expertos no dudan en calificar como impactantes e inéditas. Primero, más de cien drones atacaron simultáneamente cuatro aeródromos en distintas partes de Rusia. La llamaron operación Telaraña y fueron destruidos 41 aviones, entre ellos A-50, Tu-95, Tu-22M3 y Tu-160, lo que representa el 34% de los portadores de misiles de crucero rusos. Después vino un ataque llevado a cabo por los servicios de seguridad ucranianos contra el puente de Kerch, que une Rusia con la península de Crimea, que Rusia se anexó en 2014 de manera unilateral y que es clave para el transporte de suministros militares.
El audaz Zelenski, al ordenar las exitosas operaciones militares sobre Rusia, no solo enfureció a Putin, quien desde hace tres días no para de vengarse de la humillación militar que recibió bombardeando ferozmente Ucrania, sino también a Trump, quien desde que asumió estaba haciendo todo, humillaciones públicas de por medio, para transformar al ucraniano en un mero espectador de lo que él y Putin decidieran sobre el destino de su país.
Trump no solo se transformó en un vocero de Putin anunciando que Rusia se iba a vengar de las operaciones de Zelenski atacando Ucrania, sino que casi las justificó. "Le dieron a Putin una razón para ir y bombardearlos… Eso es lo que no me gustó". Lo que más enfurece a Trump es que con este tipo de jugadas Zelenski aleja el fin del conflicto, algo que él dijo que conseguiría apenas volviera a la Casa Blanca. Y, por supuesto, que lo hizo sin avisarle.
Con su intrépida estrategia, Zelenski mandó mensajes para todos: a Trump le demostró que sus presiones y humillaciones no sirven para disciplinarlo y no conducirán a nada. A Putin, que sus condiciones para alcanzar un alto el fuego que presentó esta semana son absolutamente inadmisibles. Y también mandó un mensaje a sus socios europeos para demostrarles que, si le siguen mandando dinero y armas, él está decidido a ir a fondo para contener las ambiciones expansionistas rusas que amenazan principalmente al viejo continente.
Se trata de un mensaje que llega en un momento oportuno: en la reunión de la OTAN de esta semana, los países europeos decidieron aumentar su presupuesto militar al 5 por ciento. Se trata de una respuesta frente a la continua extorsión de Estados Unidos que ahora, a través de su embajador en la OTAN, Mathew Whitaker, volvió a avisar que, si los europeos no aprenden a defenderse solos, dentro de poco hablarán ruso.
A menos de seis meses de asumir, Trump enfrenta un desafío que parecía impensado, al menos tan pronto: demostrar que, como aparenta, tiene las cosas bajo control. A pesar de haber ganado la elección en el Colegio Electoral y en el voto popular, haberse impuesto en ambas cámaras y tener la mayoría en la Suprema Corte, por ahora no ha logrado superar un problema que Estados Unidos viene arrastrando desde hace años: querer ejercer un nivel de autoridad que, probablemente, ya no tenga.