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Sábado 02 de Agosto, Neuquén, Argentina
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Denuncias falsas de abuso sexual infantil: Perversidad e hipocresía

Las falsas denuncias y su efecto a veces devastador tienen una vigencia tremenda, y se persiste en no penalizar debidamente a quienes las impulsan.

Sabado, 02 de agosto de 2025 a las 10:55
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Hace unos días, distintos medios han difundido la noticia de un drama familiar conmovedor, de un padre privado de ver a dos de sus hijos por más de 10 años. Algunos datos de color han sido que el padre es médico de profesión, que la madre es médica de profesión, y que los hijos habrían sido separados entre sí: el mayor, con el padre, y los dos menores con la madre. Así han transcurrido 10 años. Distintas sensaciones, emociones y comentarios hemos hecho y hemos escuchado. He dicho que la noticia fue conmovedora. Tal vez no sea la mejor descripción sobre lo que ha generado. Hemos llegado a ver a ese padre quebrado en una entrevista televisiva, al compartir espacio virtual con ese hijo al que no veía hacia 10 años, la mitad de la vida de ese niño.

El padre no había tenido ningún contacto por ninguna vía con ese hijo los últimos 10 años. Recién estaba comenzando a cruzar algunos primeros mensajes por teléfono, contó. Y, en forma inesperada, compartieron una pantalla televisiva al ser conectados simultáneamente: Ese padre angustiado, con el hijo al que no veía ni escuchaba hacía 10 años, acompañado de su abuelo materno.

¿A qué viene el comentario, se preguntarán? Es que ese padre fue privado de contacto, de comunicación, de la vida de su hijo, a partir de una denuncia de abuso sexual que hizo la madre, y que motivó una decisión del Poder Judicial de impedirle ser padre, y de aislar al niño bajo cuidado y vinculación exclusiva con la madre.

La situación se conoció a instancias del propio joven, que esperó la mayoría de edad para denunciar por redes sociales que todo lo imputado al padre era mentira; que ese padre jamás había cometido ningún abuso sobre sus hijos. Cuando ese hijo se sintió en condiciones, pudo decir su verdad. Y la verdad es que la madre lo influenció para mentir, para acusar a su padre de lo más aberrante que se puede pensar, de un abuso sexual en perjuicio de sus propios hijos.

Si, seguramente lo primero que se nos viene a la mente es que la madre hizo una falsa denuncia. Pero los invito a pensar un poco más profundo, o con un poco más de humanidad. Los comentarios que hago antes sobre la educación de la madre –que es médica, funcionaria municipal y conferencista-, es para que dimensionemos que el flagelo del que hablaremos, y la patología que lo sostiene, no distingue niveles de educación ni de condición social o económica. Esa supuesta “madre” en el marco de una disputa judicial con el padre, no tuvo problemas en manipular a su hijo, en instalarle una mentira, para privar a ese padre del contacto con su hijo.

Esto, según hoy confiesa el propio hijo víctima de la madre. Esa mujer usó a su hijo como herramienta de pelea.  Esa mujer manipuló la conciencia y los sentimientos de su hijo, para generarle imágenes falsas y sentimientos falsos. Así, como una fantasía hecha pesadilla, la mujer convirtió al padre en un monstruo y enemigo. La mujer quería lastimar al padre, y miren si lo ha logrado, 10 años de una familia fracturada, de trámites judiciales, de imputación de abusador sexual, de prisión injusta.

Familia rota por veneno de la madre. Y, esa bestialidad, no reparó en lo que provocó en los hijos, además del padre. Porque al hijo que hizo falsa víctima de abuso del padre, en realidad lo convirtió en víctima de abuso de la madre. Porque eso hizo la madre con ese hijo, y esos hijos:  los ha abusado psicológicamente, los ha quebrado, les ha roto la imagen paterna, los ha privado de ese necesario vinculo.

La mujer denunció falsamente,  abusó de su hijo como herramienta para esa conducta, lo fracturó emocionalmente. Todo con el objetivo de desmoronar al padre. En ese camino destrozó vidas, muchas, de forma irreversible ¿Cómo se repara? No veo forma de reparar lo hecho y lo provocado. Y la madre, es la perversión sin límite, asumió posición de falsa víctima, y de falsa referente de derechos supuestamente vulnerados a falsas denunciantes. Y esa madre también, obtuvo apoyo de organizaciones que parecen poco preocupadas por asegurarse de la veracidad de las situaciones que se les denuncian, esas organizaciones que salen violentamente a escrachar y demonizar a gente que no conocen, ante situaciones que no conocen.

Son jueces y verdugos, desde su falsa posición de autoridad ¿Escucharon a ese hijo diciendo que luego de haber denunciado la mentira de la madre, recibió amenazas de las organizaciones que apoyaron a la madre durante 10 años en esa mentira criminal? ¿Organizaciones de apoyo a supuestas madres vulnerables, que amenazan por teléfono a hijos abusados por esas madres que han logrado salir de la mentira? ¿Entra en alguna cabeza sana semejante posibilidad?

Escuchen el hijo que logró salir de la mentira que le implantaron, por favor. Y las victimas de su perversión se ampliaron, porque además con la falsa denuncia manoseó todo el sistema judicial y de protección. Ha hecho que todo sea dudoso, ha afectado la veracidad y credibilidad de todo el sistema. Porque, lamentablemente, esa perversión en la falsa denuncia, encontró malos jueces, malos funcionarios y malos profesionales especializados en el Poder Judicial.

Porque la conducta patética de esta madre, que durante 10 años se debe haber sentido muy orgullosa y “empoderada” por el resultado de su mentira, ha seguido un alarmante patrón común que pasa del trámite en Fuero de Familia en un Poder Judicial, a una denuncia de violencia familiar, a una denuncia de abuso sexual infantil en Fuero Penal. Y así, en base a mentiras contenidas en denuncias falsas, pisoteando a los hijos y padres, esas malas madres obtienen el impedimento de contacto pese a no existir ninguna prueba que de certeza a la gravísima imputación de abuso.

Los jueces rompen vínculos “por las dudas”. Y las psicólogas sugieren suspender contacto “por las dudas”. Y todo lo enmascaran en una burbuja de “perspectiva de género” o de “interés superior del niño” que han sido creados, sostenidos y deben ser defendidos para causas reales y no para estas mentiras aberrantes.

Quien incurre en mentiras en una denuncia falsa, muestra una perversidad extrema, que no repara en pisotear, lastimar y destrozar hijos, padres y familias. Quien tiene que tomar decisiones sobre los vínculos de los padres y los hijos, en estos contextos manoseados de denuncias que van y vienen, y lo toma a la ligera, o con temor, o pensando en el escrache de algunas personas violentas y ruidosas, muestra una hipocresía profunda, y es funcional a la perversidad de la denunciante.

Parece ser que ha sido tanto el abuso, la falsedad y la mentira, que la mugre ya no se puede esconder debajo de las alfombras judiciales. Nos conmueven los hijos víctimas de estas personalidades enfermas, que son capaces de mentir con tal de alcanzar un objetivo hiriente para el padre. Nos rebelan los malos jueces, funcionarios y profesionales, que prefieren respaldar falsas denuncias al calor de organizaciones y militancia colorida y agresiva. Nos revuelve el estómago cada caso que vamos conociendo de falsas denuncias que son desestimadas, muchas de ellas tarde, con familias ya destrozadas, con vidas ya castigadas y con heridas imposibles de esconder.

Y vemos entonces legisladores oportunistas, que leyendo el diario presentan en pocos minutos proyectos de ley para ser “ejemplificadores” ante las falsas denuncias, siempre tarde y sin convicción. Validar de cualquier modo la mentira contenida en una falsa denuncia, que provoca ruptura del contacto de hijos con sus padres, es perversión de madres, hipocresía judicial,  y oportunismo legislativo que no debemos tolerar.

 

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