Opinión

También con el petróleo, lo barato sale caro

miércoles, 10 de diciembre de 2014 · 09:14

Un amigo me recordaba que las políticas populistas, camufladas por derecha o por izquierda, siempre son reaccionarias y terminan perjudicando a aquellos electores a los que se trató de seducir con prebendas de corto plazo, insostenibles con el paso del tiempo. El ejemplo petrolero es paradigmático.


La Argentina empezó a divorciarse de las referencias internacionales de los precios del petróleo y sus productos cuando estableció retenciones que en origen se concibieron como un impuesto adicional percibido por la Nación para financiar otro divorcio: aquel del "que depositó dólares recibirá dólares", mientras los deudores pagarían pesos devaluados. Como eso no anduvo, las retenciones al crudo y productos pasaron a engrosar las rentas generales y el impuesto empezó a justificarse por su efecto en la baja de los precios internos y su impacto en los costos productivos. El precio del crudo internacional no paró de aumentar desde el 2002 hasta la crisis del 2008, bajó en el 2009, para repuntar desde el 2010 hasta este año. En la Argentina pasamos de las retenciones fijas a un régimen de retenciones variables y, finalmente, a una retención del 100% de lo que excediera a un barril de petróleo de u$s 42.

Los consumidores de combustibles argentinos, al igual que los consumidores de carne en lo que se bautizó como ‘la mesa de los argentinos’ quedaron resguardados temporalmente de los vaivenes de los precios internacionales. Pero las consecuencias de las políticas cortoplacistas no se hacen esperar. Lo primero que se resintió fue la actividad exploratoria. La inversión se concentró en sobreexplotar lo que estaba en producción y consumir las reservas probadas.

La sociedad no percibía el vaciamiento geológico que ocurría bajo tierra. Los vecinos de la región tenían que pagar precios de los combustibles más altos que los nuestros, pero entre nosotros la producción petrolera seguía declinando, a diferencia de lo que ocurría en Brasil, Perú y Colombia, países con petróleo y precios alineados a las referencias internacionales. Cuando nos convertimos en importadores netos de derivados petroleros las referencias internacionales de precios a las que les habíamos cerrado la puerta se nos metieron por la ventana. Para mantener el espejismo de los precios bajos, empezamos a añadir al subsidio económico que había afectado la inversión de las empresas y las finanzas de las provincias petroleras, el subsidio fiscal que empezaba a impactar en las cuentas públicas nacionales.

Subsidio que teníamos que pagar como contribuyentes de impuestos. Como la cuenta importadora no dejaba de crecer empezó el reacomodamiento de precios internos del petróleo y los combustibles. Primero se dejó de lado el techo que ponía a los precios internos el régimen de retenciones. Se pasó a un sistema de precios administrados para el petróleo comercializado en el mercado doméstico. A su vez, la toma del control de YPF aceleró los sucesivos ajustes de los precios de los combustibles para recuperar la inflación y la devaluación cambiaria.

Cuando a principios de este año el petróleo todavía cotizaba u$s 100 por barril en el mundo, el precio local del crudo liviano redondeaba los u$s 80, y el precio de la nafta y el gasoil ya casi se alineaba a las referencias internacionales. Hoy cuesta llenar el tanque y ya no hay colas por escasez. Pero la saga no termina allí. El precio internacional del petróleo cotiza ahora menos de u$s 70 y en la Argentina el barril se vende a u$s 85. Si la tendencia se consolida pagaremos los combustibles más caros de lo que costaría importarlos.

Los consumidores argentinos ahora estaríamos subsidiando a las petroleras, al estado nacional y a las provincias productoras para que se repartan la renta de precios domésticos superiores a los internacionales. Justo ahora que el tipo de cambio oficial está atrasado y los salarios perdieron respecto a la inflación.

Justo cuando una baja de precios, como sucede en otras economías importadoras, puede resultar tonifi cante de la demanda y bajar costos productivos. Pero el alineamiento complica las cuentas de YPF, y, si cae su producción, habrá que importar más cuando escasean los dólares. Los argentinos, otra vez, entre la espada y la pared.

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