Durante nueve meses, una mujer vivió el infierno. Fue golpeada, quemada, cortada, humillada y reducida al miedo más absoluto por un hombre que decía quererla, pero que eligió el control, la violencia y el daño. El calvario terminó el día que logró escapar de la casa donde convivían, ensangrentada, aturdida, pero viva. Ese fue el inicio de su libertad y del principio del fin para su agresor.
Hoy, la justicia de Catriel condenó a su expareja, a tres años y seis meses de prisión efectiva, en el marco de un juicio abreviado en el que el acusado reconoció su culpabilidad.
Cicatrices en el cuerpo y en el alma
La historia salió a la luz el 22 de septiembre de 2024, pero la violencia llevaba meses. Golpes, quemaduras de cigarrillos, heridas con objetos punzantes, golpes en la cabeza con un palo de escoba, jalones de pelo hasta arrancarle mechones del cuero cabelludo. Según las pericias médicas, presentaba al menos 42 lesiones, entre ellas:
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Heridas cortantes en muslos, brazos y frente.
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Hematomas en los párpados, pómulos y tórax.
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Marcas compatibles con quemaduras y con pinchazos de tenedores.
La mujer, que estuvo internada y en observación tras ser rescatada, también fue diagnosticada con estrés postraumático por violencia de género, lo que le impidió trabajar por más de un mes.
Una huida desesperada
El día que pudo salvarse, poco antes de las 20:30, corrió hacia la calle ensangrentada y golpeada, y pidió ayuda a una vecina. La policía la encontró en shock, con lesiones visibles y sin poder hablar con claridad. Fue trasladada al hospital local y, desde allí, se activó el protocolo de atención integral para víctimas de violencia.
Al día siguiente, cuando volvió a su casa acompañada por personal de la Subsecretaría de Mujeres, Igualdad y Género del municipio para retirar su ropa, el agresor estaba allí, violando la orden judicial de exclusión. Fue detenido en ese mismo momento.
Una confesión con nombre y apellido
Durante la investigación, se probó que el hombre ejerció violencia física y psicológica constante durante al menos nueve meses, aprovechando la desigualdad de poder y el aislamiento de la víctima. La Fiscalía lo imputó por:
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Lesiones graves y leves agravadas por el vínculo y por mediar violencia de género.
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Violencia continuada.
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Desobediencia judicial.
Frente a las pruebas irrefutables, el acusado aceptó un juicio abreviado y confesó los hechos. Su defensor, Rodrigo Martínez, y los fiscales Marcela Marchetti y Leandro López avalaron el acuerdo. El juez Guillermo Baquero Lazcano convalidó la condena.
Justicia, pero no reparación
Si bien el agresor irá preso, el daño ya está hecho. El cuerpo de la mujer sanará con el tiempo, pero las heridas invisibles tardarán más. Este caso deja expuesta, una vez más, la brutalidad del machismo enquistado, la urgencia de los mecanismos de protección real y la valentía de una mujer que logró sobrevivir cuando todo parecía perdido.
Si vos o alguien que conocés está atravesando una situación de violencia, llamá al 144. Es gratuito, anónimo y funciona las 24 horas. No estás sola.