ENTREVISTA

Pandemia: “Si tengo a mi familia sin poder comer, saldría a trabajar igual”

La reflexión pertenece al entrevistado, Marcelo Echevarría, abogado especialista en Derecho Penal, a propósito de la cuarentena.
lunes, 24 de agosto de 2020 · 01:43

La jornada de este domingo cerró en el país, con 5.352 nuevos contagios de coronavirus y 137 decesos en las últimas 24 horas, según reportó el Ministerio de Salud de la Nación.

Marcelo Echevarría es abogado (UBA), especialista en Derecho Penal (UB), autor e investigador de Derecho Penal en Argentina y en España. Y teniendo en cuenta este escenario, su experiencia laboral entre Argentina y uno de los países europeos más golpeados por el Covid 19, le planteamos un análisis a fondo que, a juzgar por los últimos hechos en la región, tiene más vigencia que nunca: ¿se avasallan derechos en nombre de la pandemia?

El siguiente, es un extracto de la entrevista concedida a Mejorinformado.com:

Periodista: ¿A 5 meses de la pandemia existe cuarentena en Argentina?

Marcelo Echevarría: Estimo que la única cuarentena fueron los primeros quince días de entrada en vigor. Luego de ello hubo “cuarentena a medias” en lo referido a lo ambulatorio y restricciones en el funcionamiento de diferentes rubros.

Si bien es cierto que los DNU obligaban al encierro por lógicas cuestiones de índole sanitario y teniendo como objetivo disminuir el foco de contagio, también lo es que, luego de esos primeros quince días, al ciudadano le demandó un enorme esfuerzo el poder afrontar el prolongado confinamiento. Parecería que el segmento poblacional de riesgo (sea por edad, morbilidad o comorbilidad) fue el que mejor se resignó a esta prolongada situación.

Pero convengamos que 150 días de cuarentena en el AMBA es prácticamente imposible de sostenerse física, mental y económicamente, más allá de ser entendible la medida, toda vez que, a raíz de ésta, Argentina posee un índice bajo de mortalidad a la fecha comparado con otros países.

Una particular situación es la de los denominados “barrios populares”, “villas de emergencia” o “barrios carenciados” de la ciudad de Buenos Aires como en los cordones del conurbano (AMBA). Allí, en una habitación, pueden llegar a vivir entre 5 a 8 personas o quizás más.

Ello obliga que la calle sea parte o prolongación de sus casas, toda vez que no pueden mantenerse dentro de una pieza todos lo que la habitan, motivo por el cual se hace impracticable una medida decretando el confinamiento a ese sector de la población.

Concluyo sosteniendo que la cuarentena pueden cumplirla en su mayoría las personas que poseen: un espacio físico apto para vivir en el encierro; las reservas suficientes para procurarse bienes necesarios para su subsistencia; el trabajo organizado a fin de realizarlo remotamente; y/o un ingreso fijo asegurado, pero para quien no lo posee o para cierto sector de la sociedad, se hace imposible materialmente efectivizarla desde el primer día. 

Marcelo H. Echevarría, Abogado (UBA) – Especialista en Derecho Penal (UB).

P: ¿Desde lo cultural y social está en el gen argentino no acatar las normas?

M.E.: Obviamente que sí. Somos un país transgresor, al igual que España, Italia, entre muchos otros.

Solo deberíamos detenernos en lo sucedido a días de decretada la cuarentena en los accesos a la Costa Atlántica [1] cuando imágenes de diferentes medios periodísticos daban cuenta de filas de autos de varios kilómetros para ingresar a las localidades balnearias, asimilando la cuarentena con vacaciones.

Pero estas conductas no se circunscriben solamente al denominado factor genético argentino.

Recientemente sostuvo el periódico español ABC que el hecho que España se encuentre atravesando la segunda oleada del virus, los responsables de la circulación viral sería la gente joven, menor de 30 años, con fiestas privadas y públicas. Estos jóvenes, escupirían y tocarían los vasos, botellas y superficies con la finalidad de infectar al mayor número de gente a los cuales se los calificó como “descerebrados”.[2]

Otro ejemplo es Italia, donde en mayo pasado la cantidad aproximada de muertos ascendía a 32.000 y, luego de dos meses de encierro y ya con todo abierto, tuvieron que imponer severas multas cuya escala osciló entre 400 a 3000 euros para evitar las fiestas nocturnas con la finalidad de que no se constituyan como un nuevo foco de contagio.

Por lo tanto, a mi parecer el problema es cultural, tal como lo sostuve en una publicación para España titulada “nunca me contagiaré el covid”.

Transgredimos, nos revelamos, negamos la enfermedad, no acatamos lo que la autoridad sanitaria le solicita a la población a modo prevencional, muchas veces incumplimos protocolos, nos creemos impunes al contagio, etc.

Por más sanción que se imponga, al transgresor por naturaleza (no por necesidad), solo lo hará reflexionar una única situación extrema, siendo ésta el encontrarse en una cama de hospital o de terapia intensiva o que, lamentablemente, sea un ser querido quien se encuentre en ella producto de un contagio provocado por su propia conducta.

P: ¿Cuál es el límite a 5 meses de decretos, entre el derecho a circular y a trabajar?

M.E.: Lo que seguidamente diré es muy cuestionable, nada político y poco académico, pero es una realidad inocultable y sería hipócrita si la ocultaría. Si tengo a mi familia sin poder comer, puedo trabajar y poseo las herramientas a mi alcance para obtener ingresos, no le quepa duda de que me importará un bledo el contagio y saldría a procurar el sustento necesario para llevar el plato de comida a mi casa.

No sólo en el derecho, sino en la vida, existe el llamado “mal menor” y el “mal mayor”. Parto de un ejemplo: el gobierno nacional decretó la cuarentena a costa de la economía de todos los argentinos.  Para ello hizo valer la siguiente ecuación: sacrificó el “mal menor” (economía) para evitar el “mal mayor” (colapso sanitario y muertos).

En este escenario, si no tendría ingresos y mi familia no podría comer, en la hipótesis de no encontrándome infectado y cumpliendo a rajatabla todos los protocolos, sacrifico el “mal menor” (posibilidad de contagio) para evitar el “mal mayor” (la falta del plato de comida en mi casa). Esta es mi posición ante el encierro.

Y respeto a las libertades para circular, no puedo dejar de analizar lo sucedido en el caso de Solange Muse. Es incomprensible la manera inhumana de encarar las restricciones impuestas, toda vez que la ineptitud, la falta de empatía y la nula solidaridad y comprensión ante una causa extrema por parte de la autoridad, impidió que su padre pueda acompañar a su hija enferma en los últimos momentos de su vida, cuando situaciones como éstas figuran expresamente exceptuadas y previendo en estos casos la libertad de circulación.

El padre se encontraba legalmente concurriendo a asistir a un familiar enfermo, pero fue la autoridad local la que le impidió el paso por formalidades burocráticas. Parecería que los límites interprovinciales se asimilan a pasos fronterizos y lo peor, entre argentinos. No existe -a mi entender- una justificación válida (más allá que den cientos de explicaciones para morigerar la condena social y la eventual sanción penal que entiendo debería corresponder) a este atropello en las libertades de cualquier individuo.  Ya no es un tema legal, sino que se transformó en un tema político y estimo que con un alto impacto y costo en un futuro no muy lejano.

P: ¿Estamos en una instancia dónde gana terreno la crisis económica sobre la sanitaria? ¿Cuáles evalúa podrían ser las consecuencias?

M.E.: Sí, es indudable que a corto plazo se atenuará el efecto del coronavirus y nacerán dos nuevas situaciones críticas, siendo una de ellas la económica y la segunda la salud mental.

Respecto a la economía: La situación es gravísima toda vez que Argentina ya venía desde agosto de 2018 con una pronunciada recesión, cierre de pymes, comercios e industrias. Esta situación no hizo más que agravar ese escenario crítico. Hoy existen proyectos de ley en curso como la moratoria impositiva y previsional que posee media sanción de Diputados, la ya sancionada ley de suspensión de concursos y quiebras, ejecuciones hipotecarias, por expensas comunes, créditos UVA, desalojos entre otras, pero lo concreto es que el impacto será de suma gravedad, toda vez que, en cierto momento, se reanudará la litigiosidad.

Hoy existe un universo de cheques sin depositar por parte de beneficiarios de créditos quienes renegocian sus obligaciones con sus deudores o acceden a una espera para procurarse el cobro de sus acreencias, como de igual manera un enorme caudal de deudas bancarias o privadas. Pero lo concreto es que, a corto plazo, si esta coyuntura no logra una reactivación, estaremos en presencia de una ruptura de la cadena de pagos y, hablando con especialistas en economía de los gabinetes de crisis en empresas, muchos de ellos no descartan en Argentina el renacimiento de las cuasimonedas (bonos al portador que circulan de idéntica manera a la moneda de curso legal -en el año 2001/2002 la más representativa eran los “patacones” en Buenos Aires, Lecop, entre otras-).

Pero nuestra realidad no es diferente a la de algunos países de Europa. La OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) señaló en su informe de junio pasado a España como uno de los países de Europa con mayor impacto por el Covid 19 a nivel económico, junto con Reino Unido, Francia e Italia, previéndose un índice de desempleo en el año 2020 del 20% y para el 2021 del 21,9%, reactivando la economía sólo el consumo y la inversión. Por ello están lógicamente impacientes a fin de que se normalice el turismo y se logre reactivar el consumo. Nuestro país, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas, la pérdida de empleos oscilará entre los 750.500 a 852.500 puestos de trabajo [3].

Argentina transitó por recurrentes crisis económicas, financieras y/o políticas y, de todas, siempre salió de la depresión con muchísimo esfuerzo de su población. Esta no es una crisis diferente a las vividas, es una más, a diferencia de países europeos donde no experimentaron recurrentes coyunturas críticas, tales como las vividas en el 2001, entre otras.

Lo positivo es que más allá de todas estas circunstancias nefastas, el argentino tiene asumida o naturalizada la crisis económica y social producto de su reciente pasado y ello estimo que ayuda a salir de la misma, a diferencia de otros países en donde las mentes de sus ciudadanos no estarían preparadas para soportar estas situaciones caóticas.

Por lo tanto, si se logra reactivar el consumo interno, fomentar la producción, y construir una credibilidad económica y política que seduzca en la realización de inversiones, nuestro país tiene todo lo necesario para generar riqueza y, de esa manera, salir del abismo en que nos encontramos inmersos, con un dato no menor, que es la renegociación de una parte de nuestra deuda externa por parte de la actual gestión de gobierno.

Respecto a la salud mental de los argentinos: La incertidumbre, según los especialistas en la materia, es uno de los principales generadores de stress. No visualizar un final de esta pandemia, asociado a la no generación de ingresos, al miedo, depresión y pánico, produce en los ciudadanos un cóctel explosivo. Entiendo que desde el Estado no se le brindaría hasta el momento la importancia que reviste esta problemática. Solo quien la padece, entiende a lo que me refiero.  La salud mental de los argentinos debe ser un tema de la agenda política.

Así como interactúan gabinetes de encumbrados epidemiólogos, debería formarse en el corto plazo un pool de profesionales de las diversas disciplinas que atiendan la salud mental. Ello así, toda vez que, desde antaño, el ciudadano argentino padeció recurrente destrato, y hoy, pandemia por medio, a ese nocivo y ya naturalizado destrato hay que sumarle la incertidumbre y la desazón de no saber que le deparará el destino ni en su vida ni en la de su familia.

 

 

[1] https://www.infobae.com/sociedad/2020/03/19/largas-filas-de-autos-para-ingresar-a-pinamar-y-villa-gesell-en-medio-de-la-cuarentena-preventiva-por-el-coronavirus/.

[2] https://mheabogados.com/nunca-me-contagiare-de-covid/

[3] https://www.onu.org.ar/stuff/Informe-COVID-19-Argentina.pdf ver pagina 29

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