Invierno

La aventura de “desenterrar” un refugio de la nieve

Las películas y las fotos de las revistas nos han mostrado que estar en la nieve era algo maravilloso, casi un privilegio. Pero, ¿cuánto hay de verdad en eso? Cuatro trabajadores de la montaña, desde Bariloche, nos comparten cómo es la experiencia de vivir en “casi Narnia”.
miércoles, 13 de julio de 2022 · 08:16

Por Ceci Russo
Desde Bariloche

Como si fuera un pozo sin fondo, vemos como Manu es “tragado” por un manto blanco. Un chiste y juego en medio de tantas labores para hacerse paso entre medio de la nevada. Después de palear, abrir caminos, encajarse y mojarse, una guía, dos refugieros y un fotógrafo de la montaña se divierten bajo más de dos metros de acumulación de nieve, en un refugio ubicado en el cerro Challhuaco, en Bariloche.

 

La tormenta perfecta

Días atrás, un temporal de nieve azotó  a toda la zona cordillerana y las postales blancas, pero muy blancas, no dejaron de surgir en cada rincón de la región. El alerta continúa y para todo el invierno se esperan condiciones climáticas similares.

En las ciudades y localidades de montaña, hubo más de 50 centímetros de nieve, y en las partes más altas, la acumulación sobrepasaba cuerpos, cabezas, ventanas y techos.

Como sacado de un relato fantástico, la convivencia con una gran nevada puede pasar de ser una sensación maravillosa a una jornada tediosa y complicada, en un par de minutos.

 

El alerta continúa y para todo el invierno se esperan condiciones climáticas similares.

 

La masiva cantidad de nieve que se fue acumulando dejó a mucha gente adentro, comercios que tuvieron que cerrar sus puertas y paseos tradicionales que permanecieron restringidos al público por las recomendaciones que hicieron desde el servicio meteorológico. Las rutas, imposible para el tránsito.

Sin embargo, mucha gente celebra la nieve. Porque, a fin de cuentas, es divertida; es futura agua para nuestros ríos y lagos; es trabajo; y es Patagonia.

Entonces, tanta nevada: ¿ángel o demonio?

 

Mucha gente celebra la nieve.

 

Ellos dicen

Mauro, Manu, Marcelo y Eli, cada invierno trabajan en el refugio Neumeyer, en el cerro Challhuaco, a minutos del centro barilochense.

Días atrás, luego del pronóstico anunciado y cumplido, intuían que la montaña los esperaba bien pintada de blanco, pero, claro, nunca imaginaron el escenario real con el que se encontraron esa mañana de miércoles. Blanco por donde se mire. 

“Desde el momento que salí de mi casa y vi que había tanta nieve, ya sabía que acá arriba iba a haber el triple o el cuádruple de lo que estaba habiendo abajo”, cuenta Manu sobre su impresión esa mañana.

 

Blanco por donde se mire. 

 

Cuando estos temporales de nieve ocurren, obligan a la gente de estos lugares a sumar trabajos forzados a su rutina diaria. Y Eli lo sabe: “nos preparamos porque iba a haber mucho laburo e iba a estar muy duro todo”.

Manu relata que “ya sabíamos que la nieve nos iba a pasar la cintura". 

Y Mauro confirma: “La subida hasta el refugio fue caótica, lenta, dura”.

 

Manu: “Sabíamos que la nieve nos iba a pasar la cintura". 

 

Rutina de invierno

Ellos lo saben. Las grandes nevadas  son una buena noticia para la actividad turística y la alegría de los esquiadores, pero pueden ser  un dolor de cabeza para aquellos que deben desbloquear los caminos, manejar vehículos, cumplir compromisos laborales, descongelar cañerías y buscar leña para calefaccionar un hogar.  

Así que tanto los habitantes de Bariloche como los trabajadores de la montaña, con pala en mano, ropa térmica, botas y raquetas para caminar, deben adaptarse a esta rutina que se repite cada invierno. 

Esa jornada, el refugio no recibió turistas. Casi ningún punto tradicional de Bariloche y sus alrededores pudo abrir a los visitantes. Ese día fue de labores para poder abrir caminos: “cavar un túnel, inventar una escalera de hielo, palear, echar arena o tierra a los caminos; desenterrar el refugio de la nieve y preparar los accesos”, cuenta Marcelo, quien se encargó, finalmente, de retratar esos paisajes 100% blancos.

 

La clave es adaptarse a esta rutina que se repite cada invierno. 

 

“En el momento puteas, pero por momentos sentís que la nieve esta buenísima. Me gusta cuando estoy adentro de mi casa  pero se complica cuando estamos afuera”, señala Mauro.

Y Eli agrega: “Para trabajar,  para tener responsabilidades o cumplir compromisos, la nevada es un garrón. Me pone de mal humor saber que hay tanta nieve, y que va a estar duro pero en el momento, también, es ¡wow! qué lindo”.

“A mí me maravilla; siempre. Después veo”, remata Marcelo.

 

Eli: "Va a estar duro pero en el momento, también, es ¡wow! qué lindo”.

 

Como de otro mundo

Si tuvieras que explicar a alguien que no conoce cómo es convivir con la nieve, ¿qué le dirían?: “No es lo que parece”, dicen todos casi al unísono.

 “No es como muestran las películas ni como se ve en las fotos”, asegura Mauro. 

“Es difícil. Es lindo si estas al pedo, si tenés que poner cadenas, por ejemplo, es un garrón”, remarca Marcelo. 

 

Excavar por horas...

 

“Es lindo el primer día”, enfatiza Manu.

Y Eli dice: “es lindo si tenés un lugar calentito a donde volver”.

Y sin embargo, después de excavar por horas, de tardar el triple de tiempo para movilizarse y trabajar duro para llegar con los vehículos, el espectáculo de nieve es algo “de otro mundo”.

 

Hundido en la nieve.

 

Fotos: Mancelo Muñoz

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