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Domingo 13 de Julio, Neuquén, Argentina
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Encuéntrame en tus sueños ( 31ra parte. Un hermano fantasma sin nombre)

Los investigadores siguen en Irlanda, y en medio de un contundente desayuno, avanzan en esclarecer quién es el "hermano gemelo".

Domingo, 13 de julio de 2025 a las 17:19
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6.30 am hora de Greenbrae - Un “Fry-Up” se cuece en la cocina.

No sé cuál fue la causa de mi insomnio temprano, que casi no me dejó dormir en mi primera noche en Irlanda. No sé si fue la última pregunta, “la del estribo”, que me disparó “el primero” de los viejos cuando nos íbamos de la taberna de O”Sheas y con la cual me anotició que nuestro cardenal Sean Mulligan, al parecer Flanagan, tuvo, o sigue teniendo, un hermano gemelo. O si, en cambio, lo que me impidió seguir durmiendo fue el potente aroma del tradicional desayuno irlandés que mi amigo Joe O”Brian preparaba con esmero en la cocina de la casa.

Entendamos: el “Fry-up”, tal como se lo conoce aquí, no es un mero desayuno como pancakes y mermelada con una taza de café. Es un monumento gastronómico a la mismísima historia de Irlanda y en particular a lo se que dio en llamar aquí como “An Gorta Mór”, “An Drochshaol” o, en español, “La Gran Hambruna”.

Esa catástrofe aniquiló a 2,4 millones de irlandeses entre 1845 y 1849 debido a una plaga que afecto los cultivos de papa en toda Europa. Los que sobrevivieron emigraron por millares a los Estados Unidos para poblar el indómito Far West. 

El argumento fue simple: Preferibles los indios a la inanición. 

El “Fry-Up” incluye huevos fritos, tocino, salchichas de cerdo, morcilla blanca o negra, tomates a la parrilla, champiñones salteados, frijoles horneados y pan de soda o tostadas. Se puede acompañar con té o café.

Me vestí rápidamente por respeto a mi colega y amigo que hacia rato cocinaba ese portento y me reuní con él en la cocina. 

Mi compañero de ruta, el sargento Collins, estaba ya levantado y cotejaba sentado en un sillón del recibidor algunos datos que anotó en su libreta de apuntes, datos de nuestro primer día en la aldea y nuestro encuentro con los viejos memoriosos de donde salieron noticias que nos quemarían las manos –nunca mejor sitio que esta metáfora- “como papas calientes’.

Ayer nos enteramos que Mulligan se llamaba en realidad Flanagan, que había durado poco en la parroquia debido a sórdidos rumores referentes a impropios contactos con niños, que casi “se había dado a la fuga” de la aldea como un salteador nocturno y, que, como si todo esto fuera poco, que tenía un hermano gemelo.

Miré a Collins mientras Joe daba los últimos toques al desayuno y le pregunté:

-Steve, tenemos que llamar al Jefe.

-Estaba ordenando mis apuntes para darle un reporte. Tenemos cinco horas de diferencia con Nueva York. Ahora que son las 6.30 am aquí quiere decir que en Manhattan son las 1.30 am. Mejor esperamos a que el jefe se despierte y esté desayunando o almorzando pero, fundamentalmente, que esté de buen humor.

-Afortunadamente aquí tenemos teléfono y, lo que es mejor, está conectado a una central automática no a un operador tradicional que, en estos poblados pequeños, suele ser siempre alguien chismoso incapaz de resistir la tentación de escuchar las conversaciones ajenas.

Joe, que escuchaba nuestra charla, apuntó:

-Según me contaron los viejos, instalaron precisamente esa central en reemplazo de una señora, a la que jubilaron “ipso facto”. Al parecer, la mujer tenia el “hobby” de escuchar todas las conversaciones tomando notas para luego extorsionar a los incautos y obtener así prebendas, beneficios y favores varios. Cuando todo salió a la luz fue detenida, juzgada y condenada. Por poco la enviaron a la Torre de Londres como a Ana Bolena.

Miré a Joe para preguntarle si tenía alguna novedad de “los memoriosos” y nuestro té de las 5 pm con la otra memoriosa: la “señorita” Milly MacFanon.

-Hoy temprano pasó por acá uno de ellos, al que vos llamás “el segundo”, que en realidad se llama Derek. El otro, al que llamás “el primero”, se llama Liam. Derek pasó para confirmarme la cita en casa de Milly. Venía de la florería con un tremendo ramo de rosas rojas. Mi olfato de viejo periodista no tardó en reconstruir de inmediato la situación:

-Ya me lo imagino: Derek está enamorado de la señorita Milly desde hace casi un siglo pero la chica quiere morir virgen.

-Algo así, aunque sinceramente preferiría que fuera otro el escenario, algo así como la existencia de un amor eterno que nunca pudo prosperar pero que continúa latente en el corazón de “la niña centenaria”, señaló Joe con cierta poética y romántica melancolía, pero inmediatamente agregó: Yo espero que el viejo no se ponga pesado en el té con Milly y arruine nuestra entrevista.

-¿Hablaste de esto con Liam? Le pregunté. Él me parece el más astuto de los dos.

-Sí, a mí también, no te olvides que, en la Segunda Guerra, mientras Derek se pasaba los días en el pueblo chismoseando con las comadres, Liam desembarcaba en Normandía bajo una lluvia de fuego y metralla nazi. Y aún así sobrevivió y volvió como un héroe.

-Está muy claro para mí. Mientras podamos tener una entrevista fructífera todo irá bien…comenté...en última instancia, si el viejo se pone denso, lo llevamos a dar un paseo y listo.

- Ya veo, y ahí le hacemos una oferta que no podrá rechazar, dijo riendo al recordar aquella película con Marlon Brando que vimos en un viejo cine de Nom Pen antes de que el “Khmer rojo” tomara el poder en Camboya y tuviéramos que huir del genocidio.

Mientras tanto, Collins terminó de armar su reporte y me dijo:

-Todos los días, el Jefe corta su actividad alrededor de las 11 am para enganchar con su hora de lunch que arranca a las 12, tiempo de Manhattan. 
Podemos aprovechar una ventana de tiempo que vaya desde las 10 am hasta las 11 am hora de Nueva York. Para nosotros será desde las 3 pm hasta las 4 pm, cuando nos tenemos que preparar para ir a la casa de la viejita. Tenemos fácilmente una hora para contarle las noticias.

-¿Me pregunto si podemos dejarle un mensaje con los de seguridad avisándole que vamos a llamarlo a las 10 am, para que nos espere?

-Por supuesto, el teniente entra a trabajar a las 8 am, o sea la 1 pm para nosotros. Si llamamos ahora yo puedo hablar con el guardia de seguridad que está de servicio en el turno noche para que le deje al que lo releva un recado escrito para el teniente.

-¡Perfecto! Llamalo.

La llamada de Collins no pasó de los tres minutos y, al cortar, teníamos servido el desayuno que había preparado Joe, consciente de que, a esas alturas de la mañana, el hambre nos estaría acorralando.

Así fue que le agradecimos a Joe semejante reunión de vituallas y nos pusimos a comer. A poco de comenzar, un inevitable tema de conversación apareció sin pedir permiso. Después de capturar una suculenta salchicha de cerdo abrí la lista de oradores:

-¿Quién podría imaginar que Mulligan, o Flanagan, tendría un hermano gemelo?

Joe se excusó de responder, como si fuera un juez que descubre que no tiene jurisdicción en este caso.

Pero Collins, comprometido con la pesquisa, fue directo:

-Todo esto, la identidad cambiada, las sospechas de acoso infantil, la virtual fuga de Irlanda a América  y especialmente la existencia de un hermano gemelo, no cualquier hermano, ¡un gemelo!, creo que pone de cabeza toda nuestra investigación. Me encantaría escuchar el análisis del jefe. No veo la hora de contarle.

Ahí intervine yo nuevamente:

-Me gustaría saber si el hermano está vivo, dónde vive, a qué se dedica. Por lo pronto ni siquiera tenemos el nombre de pila, dije y miré a Joe, quien explicó:

-Tendríamos que preguntarle a Milly cuando vayamos a su casa a tomar el té. Es verdad, parece como si no tuviéramos mucha información, pero la que tenemos parece ser dinamita. Habría que preguntarle también a “los memoriosos”, quizá sepan algo más de ese hermano fantasma.

Y, como se suele decir: No existen las casualidades sino las causalidades, alguien golpeó a la puerta en ese preciso instante. Joe se puso de pie y fue a abrir. No esperábamos visitas tan temprano y mucho menos a “los memoriosos” Liam y Derek.

-¿No es  muy temprano para ir a lo de Milly? dijo Joe algo jocoso invitándolos a pasar.

-No venimos a buscarlos, eso será a las 4,30 en punto. Venimos a traerles un par de datos que pueden serles de utilidad.

Joe los invitó a tomar asiento y les ofreció sendas tazas de café que los viejos agradecieron.

-Justamente antes de que ustedes llegaran estábamos hablando del hermano gemelo del padre Flanagan ¿Tienen más información sobre él?

-Estuvimos preguntando a algunos viejos vecinos que viven en la parte más antigua de la aldea y nos contaron algunas cosas de la familia Flanagan. ¿Les interesa saberlo?, dijo Liam mirándome con cierta picardía.

-Por supuesto –exclamé- “¡Cuireann Gach Rud Suas!”.

Collins me miró como siempre lo hace cuando hablamos en irlandés.

-“Todo suma”, le aclaré. 

Liam retomó entonces la palabra:

-Los Flanagan eran una familia muy pobre. Todos sus ancestros habían muerto en el tiempo de “An Gorta Mór”…

Collins, que tomaba notas, me volvió a mirar y le dije:

-“La Gran Hambruna”, y Liam continuó:

-Dicen que eran un matrimonio raro. No hablaban ni se daban con los vecinos. El padre trabajaba en una mina y la madre no salía de su casa. Habían tenido solamente dos hijos, algo infrecuente en los matrimonios de la aldea que en esos años solían tener mucha descendencia. El mayor era Cian, que es el sacerdote que ustedes conocen y del menor nadie recuerda su nombre

Ahí intervino Derek:

-Algunos dicen que murió muy joven en la epidemia de cólera que hubo a principios del siglo y que mató a mucha gente del pueblo, otros dicen que se fue de la aldea antes de la Gran Guerra, huyendo de algo que lo comprometía seriamente

-O quizás se fue porque no quería ir a combatir y se convirtió en un desertor, agregó Liam, quien añadió:

-Suponemos que Milly debe saber más de su historia, sea porque está en sus archivos o sea porque el dato anida en su prodigiosa memoria.

-Cian Flanagan –dije para mí- es un gusto conocerlo, finalmente, monseñor, y seguidamente agregué: Aunque dudo mucho que el gusto vaya a ser suyo cuando lleguemos al fin de esta historia.

Diciendo esto rescaté la última reluciente y sabrosa salchicha de cerdo que pedía auxilio desde la sartén, miré mi reloj en el que daban casi las 8 de la mañana y mirándolo a Collins le dije:

-Tenemos varias horas hasta las 3 en que nos comuniquemos con el teniente para luego ir a tomar el té con la “señorita” Milly. Podemos dedicarnos a hacer otros recorridos por el pueblo, a lo que Collins y Joe asintieron.

Y, mirando a los viejos Liam y Derek, que habían empezado a atacar las restantes vituallas del “Fry-Up”, formulé la pregunta que todo periodista haría si estuviera en mi misma situación:

-¿Hay algún diario en este pueblo?

(Continuará)

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