En Dreamfields México, un festival conocido por su energía desbordante, los beats potentes y el brillo de las pantallas gigantes, ocurrió algo que pocas veces sucede en medio de la fiesta: el silencio.
Un silencio cargado de emoción.
De esos silencios que nacen cuando la música deja de ser solo música y se convierte en un abrazo colectivo.