El fútbol argentino, ese escenario capaz de fabricar ídolos en un abrir y cerrar de ojos, también suele ser testigo de tragedias que se repiten con dolorosa frecuencia. Brian Fernández, el delantero que alguna vez ilusionó a todos con su zurda elegante y sus goles en Defensa y Justicia, volvió a desaparecer. Literalmente, en Talleres de Remedios de Escalada, su último destino, nadie sabe dónde está.
El 14 de junio fue la última vez que se lo vio con la camiseta albirroja, en la derrota ante Central Norte. Desde entonces, silencio. No se presentó más a entrenar, no avisó, no atendió. Apenas cuatro partidos y un gol (a Almirante Brown, su ex equipo) marcaron su fugaz paso por el club del sur del conurbano. Como tantas veces, había arrancado bien. Parecía comprometido. Hasta que la historia volvió a repetirse.
Brian tiene 30 años, y más de una docena de segundas oportunidades. Desde que dio positivo en un control antidoping jugando para Racing, su carrera se volvió una sucesión de regresos frustrados: Sarmiento, Ferro, Deportivo Madryn, Colón, Almirante Brown. México, Chile, Estados Unidos. Goles, destellos, promesas. Y después, ausencias, internaciones, detenciones, recaídas. Y más promesas.
En Remedios de Escalada confiaron en él. Hasta le perdonaron las ausencias por una supuesta lesión. Pero cuando notaron que ya no había señales, entendieron que el patrón se repetía. Desde hace más de un mes no tienen noticias suyas. Y eso, tratándose de Brian Fernández, ya no sorprende... pero sí preocupa.
El fútbol le abrió todas las puertas, y él, a su modo, las fue cerrando una por una. Hoy, mientras Talleres espera un milagro o, al menos, una respuesta, el jugador sigue fuera del mapa. Literalmente y también simbólicamente. Es el drama de un crack sin red, de un pibe que gambeteó a todos, menos a sus propios demonios.