PANORAMA SEMANAL

Trump y Netanyahu definen el destino de Irán

Israel y Estados Unidos consideran que están ante una oportunidad histórica para reconfigurar el mapa geopolítico de Medio Oriente y necesitan terminar con la influencia iraní en la región.
domingo, 15 de diciembre de 2024 · 16:41

Medio Oriente atraviesa momentos decisivos. Israel y Donald Trump evalúan una estrategia definitiva para reconfigurar el equilibrio de poder y romper un statu quo que ha hecho de la región un territorio invivible. Saben que tienen una oportunidad única para hacer lo que se necesita hacer: desactivar las ambiciones nucleares iraníes y con eso su influencia desestabilizadora.

El régimen persa está transitando su peor año desde 2003, cuando George Bush invadió Irak, le sacó de encima a su enemigo número uno, y a partir de ese momento Irán inició un camino de empoderamiento regional que le permitió, 20 años después, estar frente a la oportunidad de transformarse en potencia nuclear.

En este 2024 todo le salió mal. Repasemos rápidamente: Israel destruyó gran parte de la infraestructura terrorista y descabezó los liderazgos de sus principales brazos armados, Hamas y Hezbola. Por si fuera poco, en un ataque directo sobre suelo iraní, dañó severamente el sistema de defensa que debía cuidar sus instalaciones nucleares. Nunca las debilidades de los ayatolás habían quedado tan expuestas.

Presdiidente de Irán, Masoud Pezeshkian

Trascendió esta semana en la prensa israelí, que la administración de Trump está preparando un plan de "máxima presión 2.0" contra Irán. Esto incluiría opciones que van desde profundizar las sanciones económicas hasta posibles acciones militares preventivas. El objetivo es claro:  impedir que Irán desarrolle capacidad nuclear.

Los ayatolás son conscientes de su extrema vulnerabilidad y saben que Israel y Trump van por ellos. Por eso decidieron concentrarse en un único objetivo: desarrollar un arma atómica como último recurso de supervivencia. Hoy más que nunca miran a Corea del Norte, sabiendo que ese país logró disuadir a sus enemigos con la carta de la bomba.

Rafael Grossi, director de la OIEA

Irán acelera entonces para conseguir, más temprano que tarde, la capacidad nuclear que le permitirá desarrollar un arma para resguardarse. Esto lo sostuvieron esta semana las agencias de inteligencia de Estados Unidos y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).  El argentino Rafael Grossi, director de la OIEA, dijo en una entrevista a Reuters que Irán estaba aumentando "drásticamente" la cantidad de uranio enriquecido hasta un 60% de pureza, cerca del 90 por ciento que se necesita para fabricar un arma nuclear.

Otro informe publicado esta semana fue el de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, que reveló que si Irán continúa con su esperado enriquecimiento de uranio, podrá producir 12 bombas nucleares. Nadie encuentra justificación para ese nivel de enriquecimiento si lo que busca Irán es usarlo solo para fines civiles. Hay un dato clave: ningún otro país llegó a esta situación sin luego producir bombas nucleares.

Trump intentaría, primero, agotar las opciones que no desencadenen lo que él siempre trata de evitar: un conflicto a gran escala que lo obligue a involucrar sus tropas y meterse en el barro de una guerra. Sí podría hacer un importante despliegue militar en la región, que podría incluir buques y aviones de guerra. Algo parecido a lo que hizo Biden el 7 de octubre del año pasado, cuando que movilizó dos portaaviones a la región para disuadir a Irán de no involucrarse. Lo logró. También ahora podría reforzar aún mas las capacidades ofensivas de Israel mediante la venta de armamento especializado, como bombas penetrantes.

Israel y Estados Unidos saben que están ante una oportunidad histórica para reconfigurar el mapa geopolítico de Medio Oriente y que para eso deben terminar con la amenaza que significa Irán. Por eso la posibilidad de que se produzca una intervención militar nunca estuvo tan cerca. Quieren neutralizar a Irán sin desencadenar una escalada que lleve a la región y al mundo a una situación tan impredecible como peligrosa. Será difícil que no se paguen costos altísimos si se tiene en cuenta que Irán no parece dispuesto a renunciar a mantener su influencia regional y permitir un colapso total de su sistema de poder que viene construyendo desde la revolución de 1979.

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