EDITORIAL NEUQUINA

En Neuquén se celebra, pero no se festeja

Vaca Muerta está justo en el medio del drama nacional: es el camino a recorrer, pero importa lo que se hará en el recorrido.
sábado, 28 de septiembre de 2024 · 17:48

Como se sabe exactamente desde el jueves, Argentina tiene más de la mitad de su sociedad en situación de pobreza. La medición del INDEC correspondiente al primer semestre del año indicó 52,9 por ciento, y, en ese universo que evidencia el drama social más fuerte de los últimos 20 años, asoma 18,1 por ciento de indigencia como innegable muestra del desamparo. Neuquén se ubica en ese escenario como el tercer distrito con menor porcentaje de estos indicadores de la extrema desigualdad: 40,4 por ciento de pobres, 11,6 de indigentes. Es un dato que se celebra, pero no se festeja, pues denota una diferencia respecto del contexto nacional, sin que pueda disimularse por ello el drama de miles de neuquinos a quienes los dólares de Vaca Muerta le siguen pasando muy lejos.

Así, el gobierno de Rolando Figueroa, que ya ultima, con su modelo de regionalización, el presupuesto del año próximo (el primero realmente propio), sintió el impacto de la estadística, que se esperaba, pero que igualmente golpea; y, a la vez, recibió la evidencia clara de que la tercera etapa de la gestión, definida como de redistribución, tiene términos imperiosos, angustiantes, poco placenteros: no puede perder tiempo, no tiene tiempo, solo tiene exigencias y necesidades a cubrir.

Es probable, al menos así lo indican los estudiosos de la economía, que los datos de la encuesta del INDEC (que en Neuquén mide solamente Neuquén-Plottier) mejoren en el segundo semestre, el que está transcurriendo. Incluso se dice que ya en julio y agosto comenzó esa mejora, como consecuencia de la reducción de la inflación y otros factores. Igual no hace falta estadística para ver la realidad, que muestra claramente los contrastes sociales propios de una situación que se había salido totalmente de madre, con recetas políticas de conveniencia apuntadas a lo electoral despiadadamente. Contra los conceptos y las palabras ampulosas de uno u otro bando choca, todo el tiempo, la realidad más cruda, la de quienes solo comen si alguien ayuda, solo tienen techo si alguien se los presta, solo viven si hay un mínimo de empatía por los, como se dice ahora, “vulnerables”.

En Neuquén, además, duele doblemente la evidencia irrefutable que se malversó el dinero de los contribuyentes destinado a la ayuda social en estos tiempos difíciles. La estafa con los planes sociales, organizada desde el Estado por una asociación ilícita, se estimó en casi mil millones de pesos. Es un millón de dólares que nunca llegó a "los vulnerables", sino que se quedó en el bolsillo de quienes robaban para la corona, o terminó en subvención de punteros que buscaban votos. Duele todavía más que la estafa que se investiga y llegará a juicio el año próximo comenzó en plena pandemia, justo cuando se acentuó el desastre económico, alentado por el incomprensible gobierno de Alberto Fernández, quien cerró totalmente la producción económica con el simple argumento de que había que salvar vidas antes que ir a trabajar. En medio de esa fanfarria culposa e irracional, en Neuquén se estaban robando la plata de los pobres.

Mientras se robaba con sensación de impunidad (todavía persiste esa sensación), se aplaudía desde el gobierno del MPN las brutales decisiones "sanitarias" del gobierno nacional. Ahora, que se miden estadísticamente las consecuencias de aquel descalabro, hay muchos que se hacen los giles, y prefieren usar la pobreza para criticar las metodologías políticas vigentes tras los cambios de gobiernos. Pero los procesos sociales son un continuo, no empiezan y terminan con las gestiones diversas, ni con los políticos sin memoria. 

Lo cierto es que mientras miles de empleados estatales "trabajaban" en sus casas, en home office, la asociación ilícita con rango ministerial estaba muy activa recorriendo cajeros automáticos, amparada en los barbijos. Casi una metáfora perfecta para ilustrar lo caro que le sale a la sociedad cuando algún gobierno mete la mano en la lata que debería ser de todos, y no de quien, circunstancialmente, ocupa el sillón del poder. Conviene tener esta investigación judicial neuquina estrechamente vinculada al índice de pobreza, aunque no haya sido el único factor que terminó provocándolo. Debería servir para seguir apartando la paja del trigo, y, sin caer en el fatalismo de salvarse echando culpas, persistir en una nueva metodología, que permita realmente que los dólares de Vaca Muerta sirvan para todos, no solo para algunos pícaros acostumbrados a posar de ingenuos bien intencionados.

Ahora, la "etapa de la redistribución" de la renta que le produce al Estado Vaca Muerta, se supone que permitirá mejorar algunas cuestiones concretas en beneficio de la sociedad. Por ejemplo, obras viales que moverán positivamente el nivel del empleo, y, por supuesto, la infraestructura provincial de conectividad entre poblaciones. Se promete también que se construirán viviendas, que se otorgarán más créditos. Se afirma, además, la convicción de que las inversiones privadas llegarán fuertemente a Neuquén, con derrame inexorable de beneficios. Siempre, el futuro promete ser mejor que lo que estamos padeciendo. Es el combustible que alimenta la esperanza. 

Pero nada funcionará sin estricto control, sin firmeza en el manejo del timón de la gran nave. Habrá que observar con atención cómo avanza ese modelo que pretende acotar el Estado a sus servicios esenciales (que sean eficientes y no figurativos) y aliarse con la actividad privada, la actividad económica real, para que de una vez por todas llegue el progreso a Neuquén, y pueda entrarse de pleno al siglo XXI. Se verá, entonces, si se supera la etapa de las promesas, para entrar a la fase de las concreciones.

 

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