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Sábado 05 de Julio, Neuquén, Argentina
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Teléfonos celulares: el aparente origen de todos los males de la educación

Para pensar acerca de las implicancias de una prohibición definida por la Legislatura neuquina.

Sabado, 05 de julio de 2025 a las 12:01
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Los titulares de diarios y portales a partir del miércoles, dieron cuenta de que niños y adolescentes de Neuquén no podrán usar sus celulares mientras estén en la escuela. Se habla de intención legislativa de “regular” el uso de esos dispositivos, desde el jardín, pasando por nivel primario y hasta secundario. Es decir, se pretende restringir el uso de celulares a los niños y adolescentes entre los 5/6 años y los 16/17 años.

Se ha escuchado que el fundamento sería la dispersión en la atención y la exposición a afecciones psicofísicas. Al parecer la mejor –o la única- herramienta que se ha valorado y considerado ha sido prohibir. Y esa prohibición ha tenido acompañamiento importante entre las voluntades legislativas.

Muchas reflexiones generan la decisión, en mi opinión. Por educación, por formación personal, por experiencia de vida y por visión ciudadana, tengo una especial negativa ante las prohibiciones como herramientas de supuesta regulación social. Y mucho menos, mucho pero mucho menos, en cuestiones educativas y con menores de edad.  No tengo soluciones generales, pero sí entiendo que la prohibición lisa y llana no es el camino.

“Prohibido prohibir” es mucho más que una frase provocadora, es un lema nacido en el contexto de revueltas estudiantiles de Mayo de 1968 en Francia, que luego se convirtió en un símbolo libertario y contracultural. Seguramente muchos de Uds. tendrán recuerdos espontáneos e inevitables de esos tiempos, de las enseñanzas de esos momentos. Cuestiona la autoridad abusiva, las normas impuestas sin consenso y los límites que cercenan la libertad individual y colectiva; en esencia,  el slogan plantea una paradoja: Si todo está prohibido, incluso prohibir, entonces ¿Qué queda?

Será un grito de rebeldía contra un sistema que reprime, regula y limita más de lo que permite. Esto nos invita a pensar qué tipo de sociedad queremos construir ¿Una basada en la obediencia ciega o en la responsabilidad y el pensamiento crítico? Hoy en tiempos donde muchos sectores piden prohibiciones como soluciones rápidas, prohibir redes sociales o celulares en las escuelas, protestas en las calles, libros en las aulas o ciertas expresiones artísticas, prohibido prohibir se redimensiona, resignifica, y vuelve a tener fuerza y presencia.

No se trata de defender el caos y el todo vale, sino de reivindicar la libertad como punto de partida, no como premio condicionado, no vale el gato es mío y con él hago lo que quiero. Se escuchan voces satisfechas y “victoriosas” de haber generado tal iniciativa, y haber logrado la sanción legislativa ¿Para generar atención del alumno y evitar afecciones por exposición excesiva a pantallas, lo único que se nos ocurre como sociedad es la prohibición? ¿No hubiera sido mejor que propusiéramos a la niñez y la juventud enseñar el uso adecuado de cualquier dispositivo antes que sacarse el problema de fondo con la mera prohibición? ¿Educar a través de la prohibición de algo que hoy ocupa la fracción predominante de la vida de los niños y adolescentes?¿Y de los adultos?

La Legislatura provincial es la base de la representación ciudadana, son los representantes del pueblo, son las personas que elegimos periódicamente para plasmar en las leyes la visión que tenemos de los temas de convivencia pacífica. La Escuela es el lugar donde los menores pasan gran parte de su vida hasta la mayoría de edad. La escuela –se dice- es el complemento de la familia en la educación de los chicos. Difícilmente la escuela logre lo que la familia no brinde como ejemplo, o no permita al no poner las condiciones básicas y mínimas para que los chicos puedan aprender.

Hemos atravesado la pandemia, el encierro, la virtualidad. El proceso de educación y aprendizaje ha sufrido mucho con el aislamiento, la falta de presencialidad, la falta de seguimiento personalizado de niños y adolescentes. Los dispositivos electrónicos, computadoras portátiles, tablets, y sobre todo teléfonos celulares han ido tomando una dimensión imposible de prever años atrás. La vida de las personas parece estar en los benditos celulares, todo allí concentrado, la vida y la fantasía. Las horas diarias de atención al celular van en aumento, en todos los segmentos de edad.  La dependencia al celular va creciendo para todos los aspectos de la vida, infantil y adulta.

Los celulares han empezado a permitir acceso a vicios varios, a riesgos varios, a lo peor de la criminalidad,  a captación de trata de personas, a abusos sexuales infantiles, a estafas, a ludopatía. Y alguien piensa, honestamente digo ¿Qué, con una mera prohibición abstracta de uso, lo malo va a mermar? ¿Es solución o es ficción? ¿Nuestros niños y adolescentes serán mejores y más sanos por prohibirles los celulares un rato por día?

Lo que necesitan, creo, es humanización, contacto, atención, contención, enseñanza personalizada. No creo en las barreras artificiales. No creo en la prohibición aislada. La crisis en la educación, los pésimos resultados en los niveles de comprensión de textos, y en la capacidad de realizar operaciones matemáticas básicas y simples, no es producto de los celulares, como dispositivos electrónicos que tengo, que puedo dejar de tener, o que me pueden obligar a dejar de usar por un tiempo determinado en un lugar determinado.

El problema de la crisis de formación y educación tiene que ver con la sociedad, con la crisis de valores, con la falta de respeto, con la desigualdad, con el deterioro de acceso a servicios de calidad, con la corrupción pública y privada. Hay cosas ideologizadas, cosas de ocasión, o cosas que se presentan como “prácticas", pero no dejan de ser totalmente improvisadas. La atención de los niños se recupera con buenos docentes, con temas interesantes, con vocación y con formación pedagógica.

El celular puede ser una herramienta, pero hay que enseñar a manejar la herramienta, y a decidir libre y voluntariamente cuándo usarla y cuando no. La combinación de tecnología, con falta de control, falta de educación, falta de entrenamiento, y mera prohibición, nos pone a las puertas de un nuevo síndrome de abstinencia de celulares, del que ya se ven lamentables evidencias a nivel mundial. En lugar de apartarnos de lo negativo, incentivaremos la dependencia enfermiza con prohibiciones que no se alcanza a entender con qué base y estudio la han decidido.

Y es tan paradójico todo, que la Legislatura aprueba esta medida de “protección” mediante una prohibición. Treinta y cuatro diputados en simultáneo a la aprobación de una medida que tiende a que las personas que agredan docentes reciban una sanción ¿Estamos asumiendo que la convivencia en la comunidad educativa está en niveles de violencia que se necesita actualizar las sanciones y pensamos que con una mera prohibición se mejorará algo?

Los celulares en la Escuela son como un lugar en una Legislatura, pueden ser inofensivos, pueden ser profundamente nocivos, pero también se pueden usar para fines útiles, serios, éticos y responsables. Creo que una regulación meramente prohibitiva, no cumple ninguna función útil,  ni para el estudiante, ni para la familia, ni para la comunidad educativa, ni para la sociedad. Qué lejos están de todo lo que necesita la sociedad... Se los dejo para pensar, señores y señoras legisladores.

 

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