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Jueves 24 de Abril, Neuquén, Argentina
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El mundo según Trump: guerras que sí y guerras que no

Mientras escala la guerra comercial con China, la Casa Blanca despliega una intensa actividad diplomática para contener los conflictos en Ucrania y evitar un ataque israelí a Irán.
Domingo, 13 de abril de 2025 a las 13:40

Al mismo tiempo que desata una guerra comercial contra China de impredecibles consecuencias, Donald Trump activó esta semana la diplomacia para, por un lado, intentar frenar el conflicto entre Rusia y Ucrania, y, por el otro, evitar que Israel lance una operación militar para terminar con la amenaza que representa el plan nuclear iraní.

Steve Witkoff, el enviado especial de la Casa Blanca para negociar en los grandes conflictos bélicos mundiales, es el encargado de llevarle más temprano que tarde un éxito visible y palpable en política internacional al presidente Trump. No la tiene fácil, pero si se consideran los kilómetros recorridos estos últimos días, habría que, por lo menos, reconocerle el esfuerzo.

Por ahora, Putin no cede

En medio de una escalada de los ataques de Rusia sobre Ucrania que en las últimas horas dejaron decenas de muertos, Witkoff se reunió en Moscú con Vladímir Putin para conseguir que el Kremlin acepte un alto el fuego total en Ucrania. No hay señales aún de que Putin tenga la voluntad de poner fin a la guerra.

Trump está apurado y necesita un gesto potente de Putin después de la humillante presión ejercida públicamente para doblegar a Zelenski, a quien forzó a aceptar la propuesta estadounidense de alto el fuego sin garantías de que él y Ucrania no van a salir perdiendo mucho en lo que viene después. A Putin no se le anima directamente. Por ahora Trump le manda mensajes a través de su plataforma de redes sociales Truth Social: "Rusia tiene que ponerse en marcha", escribió. Pero Putin, por ahora, mira para otro lado.

El choque Irán-Israel, siempre en la mira

Antes de Moscú, Witkoff estuvo en Omán para intercambiar opiniones con respecto al plan nuclear iraní de manera indirecta, a través del ministro de Exteriores de Omán, Badr bin Hamad al Busaidi, con el canciller de Irán, Abbas Araghchi. Se trata del acercamiento mas importante entre altos representantes de Estados Unidos e Irán desde el acuerdo firmado durante la administración Obama, del que el propio Trump, en su primer mandato, retiró a Estados Unidos por considerar que favorecía los intereses nucleares de Irán. Trump quiere que, como mucho en dos meses, se logre un nuevo acuerdo nuclear. Suena un poco más realista que las "24 horas" que dijo que necesitaba para frenar la guerra entre Rusia y Ucrania, lo cual no sucedió.

En este caso el contexto lo ayuda: Irán está muy debilitado, política y militarmente, y su líder supremo recibe sugerencias dentro del régimen para alcanzar un acuerdo. Cerca de él creen que, si se desata la opción militar, Israel, con el apoyo de Estados Unidos, hará un daño irreparable a las ambiciones nucleares iraníes y, peor aún, se llevará puesto al régimen que ya sufre una fuerte presión popular en ascenso por el descalabro económico y la represión. La presión a Irán, a diferencia de la ejercida sobre Putin, no es por redes sociales. Por si la diplomacia fracasa, Trump aumentó las fuerzas militares estadounidenses en Medio Oriente.

Con el tema Irán, Bibi Netanyahu tiene miedo de correr la misma suerte que Zelenski, aunque él no se puede quejar mucho. Trump le está dando vía libre para hacer en Gaza lo que considera necesario para terminar definitivamente con la amenaza terrorista de Hamas. La presión militar israelí crece con el objetivo de forzar a Hamas a devolver los rehenes y asegurarse, mediante el control de territorio, la seguridad en el sur del país.

Desde que volvió al poder en 2009, Netanyahu viene sosteniendo que con Irán no se puede negociar y que la única forma de asegurarse que ese país abandone su ambición nuclear es destruyendo sus instalaciones. Por eso rechazó de plano al acuerdo firmado por Obama en 2015, lo que llevó la relación entre Israel y Estados Unidos al nivel más bajo de la historia.

Netanyahu rechaza cualquier acuerdo que mantenga en funcionamiento las instalaciones nucleares iraníes, incluso aquellos que garanticen su uso exclusivamente pacífico, porque considera que no satisface las necesidades de seguridad de Israel. Trump intenta calmarlo asegurando que su exigencia principal es impedir que Irán obtenga armas nucleares y prometiendo que, si las negociaciones fracasan, ordenará o respaldará un ataque militar contra las instalaciones nucleares iraníes.

Pero Netanyahu no quiere que quede en pie ningún tipo de desarrollo nuclear porque sabe que, más temprano que tarde, los iraníes buscarán cumplir su principal objetivo: convertirse en una potencia nuclear regional para cambiar para siempre el equilibrio de poder en la región. Algo que ni este ni cualquier gobierno de Israel puede aceptar.

El régimen iraní no tiene muchas opciones y, con tal de garantizar su supervivencia y la de su plan nuclear, podrían aceptar un endurecimiento de las condiciones de inspección que fueron establecidas en 2015 para que el mundo se quede tranquilo de que no tienen fines militares en su desarrollo nuclear. En este contexto sería un triunfo para ellos y una frustración muy grande para Benjamin Netanyahu.

En pocas semanas, Trump cumplirá los famosos primeros 100 días de gobierno, en los que generalmente una nueva Administración dispone de todo el crédito para avanzar con lo que desea hacer. El campo internacional le ha sido esquivo. La guerra en Ucrania no terminó en 24 horas, Hamas e Israel siguen combatiendo y un posible choque entre Irán e Israel, si bien no parece cercano, está lejos de ser imposible.

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