Hay días en los que uno preferiría estar en cualquier lado menos en Cutral Co. Por ejemplo, en la cárcel. Literal. Un hombre que estaba cumpliendo prisión domiciliaria en el barrio Progreso terminó siendo baleado el domingo por la tarde, mientras estaba tranquilito en su casa, pagando su deuda con la Justicia... o al menos intentándolo.
El ataque ocurrió a eso de las 16:10. Según relató el comisario Pedro Guento, el agresor —del que no se sabe ni el nombre ni el apodo ni si al menos tenía puntería— pasó caminando por la vereda, sacó un arma y disparó contra la vivienda, como si fuera un delivery de plomo. Y se fue. Sin apuro. Sin que nadie lo identifique. Sin una selfie siquiera.
La víctima, que cumple una condena judicial sin tobillera electrónica —un clásico del sistema—, estaba adentro. No se sabe si mirando la tele, cebando mate o esperando que pase la ambulancia. Lo cierto es que recibió al menos un impacto, pero logró sobrevivir. Ahora, para evitar que le vuelvan a llover balas, le pusieron custodia policial permanente. Porque parece que estar en domiciliaria no era suficiente.
¿Y el arma?
En medio del revuelo, apareció una pistola 9 milímetros. Fue entregada de forma voluntaria por la propietaria de la casa, que debe tener más sentido común que muchos. Aún no se sabe si es del tirador, de la víctima o del último visitante que la dejó olvidada entre mates y tiros.
La causa, por supuesto, está en etapa preliminar. Las hipótesis van desde una vieja bronca mal cerrada, hasta un “fue sin querer queriendo” versión .9mm. Nadie descarta que el agresor y la víctima se conocieran. Lo que sí está claro es que el único que no podía salir a la calle fue el único que terminó herido.
Mientras tanto, el tirador sigue libre. O al menos no preso. O al menos no en domiciliaria. En Cutral Co, ni estando encerrado te salvás de un ajuste de cuentas. Y si pensabas que la prisión domiciliaria era el lugar más seguro del mundo, consultalo con tu abogado. O con un chaleco antibalas.