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Viernes 04 de Julio, Neuquén, Argentina
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Cayó la banda del desarmadero fantasma: una guarida de autos robados en plena meseta neuquina

Todo empezó con una patrulla rutinaria, de esas que no prometen nada. Un efectivo de la Comisaría 20° transitaba por Colonia Rural Nueva Esperanza cuando algo en la silueta de un Ford Ka rojo lo hizo frenar.

Viernes, 04 de julio de 2025 a las 09:56
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En la soledad polvorienta de la meseta neuquina, donde el viento arrastra secretos y las calles no tienen nombre, la Policía desactivó una organización que parecía salida de una novela negra: un desarmadero clandestino que escondía más que autos robados. Era una suerte de cementerio mecánico, armado con sigilo y metralla, que operaba a espaldas de todos… y a la vista de nadie.

Todo empezó con una patrulla rutinaria, de esas que no prometen nada. Un efectivo de la Comisaría 20° transitaba por Colonia Rural Nueva Esperanza cuando algo en la silueta de un Ford Ka rojo lo hizo frenar. El coche, quieto en la parte trasera de una casilla de madera precaria, coincidía con uno denunciado como robado. No era un dato menor. Era la punta del ovillo.

Al caer la mañana, ya con la venia de la Unidad Fiscal de Robos y Hurtos, la policía regresó con orden de allanamiento y un equipo completo de dependencias especializadas. Lo que encontraron allí no era solo una guarida. Era un taller del crimen.

El Predio del Silencio

El operativo, que se extendió por siete horas, descubrió un predio de 50 por 80 metros cercado por el desierto urbano. No había vecinos. No había luz. Solo dos casillas y un ejército de fierros torcidos, motores fríos y números limados.

Allí se hallaron más de diez vehículos en distintos estados de desarme, entre ellos dos camionetas Ford Ranger con pedido de secuestro, una motocicleta XR150 con la numeración limada y el motor de un viejo Ford Falcon también adulterado. Siete de los autos tenían las patentes o los números de chasis falsificados.

Pero lo más oscuro estaba dentro: una carabina calibre .22, un revólver del mismo calibre, más de 50 municiones y piezas sueltas de armamento que podrían haber servido para fabricar armas caseras. No era solo un desarmadero. Era un taller de guerra.

Un fantasma sin nombre

Al momento del allanamiento, no había nadie en el lugar. Ni un alma. Solo el eco de un negocio montado para desaparecer. La investigación, ahora en manos de la Justicia, busca identificar al morador o los miembros de esta red que, según los indicios, operaba como una banda organizada dedicada al robo, desarme y reventa de vehículos.

“No es solo una casa con autos robados, es un circuito armado con planificación. Las numeraciones limadas, las patentes truchas, las armas escondidas... Todo indica una estructura que va más allá de un hecho aislado”, explicó el comisario Diego Rebolloso, a cargo del operativo.

Lo cierto es que el Desarmadero Fantasma cayó. Y con él, una parte del engranaje del delito que convierte las calles en un tablero peligroso donde la pieza más débil es siempre el ciudadano común. Mientras la investigación continúa, el eco de los motores robados sigue resonando entre las bardas, esperando justicia.

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