LA CAUSA AÚN NO TIENE CULPABLES
Se cumplen 10 años de la tragedia de Sol
El avión salió desde Neuquén hacía Comodoro Rivadavia y cayó en Prahuaniyeu."¿Negro, viste lo que pasó?, para mi que era un avión la bola de fuego que cayó del cielo". Aún sorprendido por lo que le decía Raúl Goycoechea, Tataí Martín aceptó acompañarlo para ver que era lo que había sucedido. No hizo falta internarse demasiado en el campo para comprobar que era cierto lo que pensaba el hoy comisionado de Fomento de Prahuaniyeu.
Era el 18 de mayo de 2011. La noche fría y despejada en plena meseta de Somuncura dejó a la vista al poco andar el lugar dónde había caído esa bola de fuego. En pocos minutos comprobaron con sus ojos que se trataba de un avión y que no había sobrevivientes. Con las luces de la camioneta y linternas, pudieron ver millones de pedazos diminutos de lo que minutos antes había sido el vuelo 5428 de la aerolínea Sol que había partido de Neuquén y tenía como destino Comodoro Rivadavia, con 22 personas a bordo.
En un lugar sin señal de teléfono, los habitantes del lugar tienen identificados los lugares donde pueden lograr al menos una línea y así avisaron a la Policía de Los Menucos, quienes también habían recibido, casi en simultáneo, un llamado de la Fuerza Aérea que tenía un pedido de auxilio por parte de un avión en problemas.
La caída del avión de Sol desnuda una vez más la sucesión de fallas que tiene una tragedia aérea. Y en particular la falta de controles por parte del estado nacional. El entonces juez Federal de Bariloche, Leónidas Moldes dejó varias dudas en su fallo que determinó que no hubo responsabilidad por parte de los directivos de la compañía aérea, y si apuntó contra los pilotos, quienes obviamente ya no se podían defender.
El Saab 360A matrícula LV-CEJ, con capacidad para 36 pasajeros y tres tripulantes, había salido del aeropuerto de Rosario a las 17.35. El viaje era largo, porque el primer tramo era hasta Mendoza, desde allí a Neuquén y por último a Comodoro Rivadavia, una ruta que en invierno puede ser peligrosa para volar este tipo de aviones con hélice por el riesgo de engelamiento (la acumulación de hielo sobre las hélices y las alas) que le resta sustentabilidad en el aire.
Moldes en su fallo responsabiliza al piloto Víctor Raffo de 45 años y 20 de experiencia, con más de 6 mil horas de vuelo; y a su copiloto Adriano Bolatti, de 37 y con más de mil volando. A ellos le atribuye haber tomado decisiones incorrectas como intentar bajar de altura ante la acumulación de hielo. Lo cierto es que a ellos los sorprendió, ya que el parte metereológico no contemplaba esa posibilidad. Aunque la información era de las 15, más de cinco horas antes, porque la oficina que debía brindar esa información cerraba a esa hora. Entonces, en la escala en Neuquén, no pudieron disponer de los datos reales de cómo estaban las condiciones para volar, solo un escueto parte que decía "condiciones de engelamiento leves”.
A las 20.33 fue el último contacto del avión con la torre de control del aeropuerto de Comodoro Rivadavia, en la que solicitaban autorización para descender porque había acumulación de hielo en las alas. A partir de allí, además de los problemas generados por el frío de unos 11 grados bajo cero, el avión entró en un cono de sombra en el que no podía tener comunicación radial, ya que sólo disponía de un equipo VHF.
De todas maneras la señal de alerta pudo ser detectada por un avión de Aerolíneas Argentinas que hacía el recorrido entre Comodoro y Aeroparque, y escuchó claramente el "may day" y el número de vuelo en cuestión. Luego todo pasó a ser incertidumbre. Por eso es que en Los Menucos se recibe un llamado de la Fuerza Aérea que daba cuenta de un avión en problemas.
El avión cayó en un campo en el paraje Caltrauna, a mitad de camino entre Prahuaniyeu y Los Menucos. Los restos del avión quedaron esparcidos en un radio de unos 130 metros (según los peritajes). Los días después de la tragedia se llegó a hablar de que un Hércules de la Fuerza Aérea llegaría para trasladar los restos. Sin embargo sólo algunos fueron llevados a Bariloche, mientras que muchos más -incluidos restos humanos- fueron enterrados por maquinaría vial llevada especialmente al lugar. Esta fue la denuncia que hicieron los familiares meses después, cuando colocaron las 22 cruces y realizaron una misa en la que se pidió por el descanso eterno de las víctimas.
Además de la tripulación que se completaba con la joven azafata Jessica Fontán, murieron 19 personas más, entre ellas un bebé de apenas días de vida, que viajaba con su madre de vuelta a Comodoro. Marcelo Frías subió en Córdoba; Juan Carlos Begovic; Guillermo Castro, Andrés Cerioni, Diego Córdoba, Jorge Alberto Jacomés, Antonio López; Educardo Musacchio, Sara Noemí Tula y Luis Vargas, lo hicieron en Mendoza; y Gustavo Basaldúa, Rubén Demaría, Hugo Di Filipo, Carina Soledad Mansilla, Emanuel Olivera, Fernando Pulozzi, Juan Manuel Ruis, Darío Runjevac y Santiago Benjamín Slopper (el bebé), aboradaron en Neuquén.
La sucesión de hechos fue la conclusión de la Junta de Investigación de Accidentes de Aviación Civil. El pronóstico que cambió y nadie avisó; un programa de capacitación deficiente; y las decisiones erróneas tomadas por la tripulación. Para Moldes el piloto y copiloto fueron responsables y sobreseyó a los directivos Juan Alberto Nyffenegger, Daniel Pojmaevich y Horacio Angeli, pese a que el Saab 360A no había sido sometido a la revisación técnica de rigor y estaba pasado de horas de vuelo (las hélices estaba pasadas en 380 horas de vuelo).
Diez años después, la causa se encuentra en la Cámara Federal de Apelaciones de Roca. El padre de una de las víctimas, el chubutense Juan Carlos Ruiz (su hijo Juan Manuel tenía 29 años) no quedó conforme con el fallo de Moldes y pretende que se investigue el accionar de los directivos de la empresa que dejó de volar en 2016, quienes nunca fueron convocados a una indagatoria por el juez barilochense, quien siempre mantuvo la causa con una caratula bastante ambigua "Actuación instruida sobre averiguación de accidente aéreo Aeronave LVC".