La noticia es de estos días: tres jovenzuelos delincuentes robaron, torturaron (y se mofaron de la cuestión sacándose selfies y grabando videos), a una viejita de 92 años, en un departamento de Vicente López, Buenos Aires. Los tres fueron detenidos, y al poco tiempo liberados, ya que la actual legislación protege especialmente a los niños (entre 0 y 18 años), para que sus derechos especiales no sean de ninguna manera violentados por la prepotencia represora.
Más allá del actual debate acerca de la cultura o ideología "woke", que incluye el tema, es oportuno comparar lo sucedido con lo que plantea aquella novela de Anthony Burgess, publicada en 1962, llevada al cine por Stanley Kubrick en 1971: "La Naranja Mecánica". El libro, y la película, cuenta las aventuras, narradas en primera persona, de un grupo de jóvenes, que protagonizan una intensa violencia anti-sistema, con música de Beethoven de fondo.
Los chicos hablan un lenguaje especial, tienen sus propias reglas, y atacan porque sí, por la convicción de no creer en nada en especial, sino, en todo caso, de despreciar un estatus quo al que no quieren pertenecer. Cuando el protagonista principal (y narrador) es capturado, es sometido a un proceso de re-educación, despiadado, cruel, pero supuestamente bien intencionado. Toda la historia sintetiza y anticipa lo que resultaría de aquella sociedad del siglo pasado extrapolada a un futuro distópico por la creatividad de Burgess y el talento cinematográfico de Kubrick.
"La Naranja Mecánica" fue censurada bajo la dictadura de Alejando Agustín Lanusse, prohibida por el Ente de Calificación Cinematográfica. Se estrenó en Argentina recién el 25 de julio de 1985, durante del gobierno de Raúl Alfonsín.
Ahora, en 2025, la podemos ver fuera de los cines, del streaming, de los vídeos en cualquier plataforma, directamente en las noticias sobre lo que realmente ocurre. Anthony Burgess y Stanley Kubrick ya no están con nosotros. La violencia, sí.
En Neuquén, pudimos ver esto el año pasado, cuando dos chicos menores de edad asesinaron despiadadamente al periodista Juan Caliani. Aquellos menores de edad que cometieron el crimen están en sus casas, con sus familias, protegidos por la Ley. No se sabe, todavía, cómo terminará esta historia.