Tanto investigadores como culpables saben que siempre hay algo que incrimina: un dato, una pista, un cabo mal atado. El caso de las mujeres rusas encontradas en Neuquén no es la excepción a esta norma. El elemento incriminador, que le ahorrará tiempo clave a los investigadores son las tres pelucas marrones encontradas en los allanamientos del hostel del centro.
Podrían ser usadas para pasar desapercibidas, pero no. El dato es mucho más oscuro y aterrador. Según dieron a conocer las fuentes oficiales del caso vinculado a una red de trata rusa que operaba en Bariloche, las pelucas eran una pantalla para disimular el maltrato que estas mujeres recibían en el cotidiano.
Además del sometimiento y la esclavitud que les propinaba esta red de trata a niveles sexuales, también había un maltrato que iba aún más allá. Tratadas como perros eran alimentadas con sobras que dejaba su líder, el montenegrino Konstantín Rudnev.
Según pudo averiguar Mejor Informado las mujeres de más antigüedad dentro de la organización eran las primeras en comer. Una vez que terminaban comían de las mismas sobras el resto de mujeres acorde a su posicionamiento dentro de la red.
Este sistema de premio y castigo prolongado en el tiempo generó problemas de nutrición crónica en las mujeres. Esto llevó a que las mujeres pierdan el pelo. De hecho ese fue uno de los datos que llamó la atención de los investigadores de la Policía Federal. Por eso, a la hora de encontrar pelucas en el allanamiento en este Hostel, las autoridades policiales supieron que habían dado en la tecla.
El caso se dio a conocer días atrás, cuando una joven rusa en mal estado de salud dio a luz en un hospital de Bariloche. Allí, por las malas condiciones de la mujer se inició una investigación que desencadenó en uno de los casos más turbios y oscuros del año.