Imaginemos que, en las afueras de una ciudad patagónica, un joven ciprés se alza majestuoso, mientras que sus hojas susurran historias al viento. Debajo de él, yacen los restos, hechos compost, de alguien que decidió que su último acto dejar un impacto positivo en su terruño. Este árbol sería un recordatorio de que la vida y la muerte son parte de un ciclo interminable ¿no? y que, al final del día, ser recordado por lo que plantamos puede ser más poderoso que ser recordado por lo que dejamos atrás.
Pero, esta idea no es descabellada porque, en un mundo donde el mármol y el cemento han monopolizado la estética de donde descansamos eternamente, hay distintas propuestas para darle un giro verde a nuestro último adiós, y transformar los espacios fúnebres en cementerios verdes.
Encapsulados
Los diseñadores visionarios italianos, Anna Citelli y Raoul Bretzel han creado las Cápsulas Mundi, una propuesta que no solo desafía nuestras tradiciones, sino que también nos invita a convertirnos, una vez que fallecemos, en fertilizantes, redefiniendo el significado de la muerte al permitir que el final de una vida humana se convierta en el comienzo de una nueva.
La visión de las Cápsulas Mundi se despliega con una simpleza poética. Al mejor estilo Lennon: imaginá un mundo donde, en lugar de lápidas grises y frías, los cementerio sean campos verdes repletos de árboles, cada uno marcando el lugar de descanso final de una persona: nuestro cuerpo transformado en un árbol majestuoso.
No es ciencia ficción, es ciencia pura y dura. Las Cápsulas Mundi son urnas biodegradables, fabricada con bioplástico de almidón de papa en forma de huevo que albergan al cuerpo en posición fetal, o a las cenizas si se elige la cremación. Arriba, se planta un árbol a elección, que utilizará los restos humanos para alimentarse y crecer. Es decir, que el legado de cada persona continuará a través de un ser vivo en un bosque de recuerdos que crece, respira y contribuye al planeta.
La idea de Citelli y Bretzel no es solo bella, sino también extremadamente práctica y sana. Cada año, el mundo se libraría de miles de toneladas de acero, mármol, cemento y madera que se utilizan en las ceremonias clásicas. Con las Cápsulas Mundi, el panorama es muy diferente: utilizan materiales naturales y biodegradables, promoviendo la plantación de árboles y reduciendo el impacto ambiental al mínimo, en una época en que el cambio climático nos castiga y golpea. Es decir, no sólo se dejaría de talar bosques enteros para fabricar ataúdes de madera, sino que se podrían sembrar árboles de a miles.
Las Cápsulas Mundi no son una novedad. De hecho, fueron diseñadas en 2003 por estos diseñadores italianos pero, por diversos impedimento de legislaciones, en casi todos los países occidentales, esta modalidad no está permitida o, por lo menos está, en una zona gris. Pero, aun así, la idea y su concepto, no pierden vigencia en un mundo en el cual tomar medidas ambientales y generar políticas de sustentabilidad planetaria, son materias urgentes.
Modificando el enfoque
De eso se trata la propuesta de Katrina Spade, fundadora de Recompose, una empresa fúnebre de Seattle (Estados Unidos) para nada tradicional. Hace décadas viene trabajando en la gestión de todos los pasos posteriores a la muerte de manera sustentable. Se trata de una alternativa para disposición final del cuerpo humano después de la muerte, también llamado “entierro verde”.
Para este emprendimiento, la transformación del cuerpo en suelo consiste en preparar los cuerpos sin químicos y enterrarlos en ataúdes biodegradables. Hasta aquí, son varias las propuestas de este tipo de entierro en el mundo. Pero esta empresa, va un paso más allá y propone no sólo los entierros verdes, sino también el compostaje humano.
Recompose, ha hecho algunos estudios piloto de sus servicios con cadáveres de varios voluntarios y sus especialistas aseguran que “el proceso de transformar los cuerpos en composta puede realizarse en 30 días. El proceso biológico imita los ciclos naturales de la tierra y es similar a lo que ocurre en el suelo del bosque cuando la materia orgánica se descompone”. Luego, el compost se entrega a los familiares para que lo puedan reutilizar donde lo decidan.
“Este proceso permite ahorrar más de una tonelada de carbón en comparación con el entierro tradicional que contamina el suelo al liberar las toxinas de los químicos con el que se preparan los cuerpos; y la cremación, la cual consume muchas cantidades de energía y libera gases contaminantes”, detallan en su portal.
Con esta propuesta, la idea del joven ciprés que se alza majestuoso mientras que sus hojas susurran historias al viento, sería posible, y el final de una vida, aunque doloroso, también puede ser hermoso. ¿Qué opinás?