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Martes 29 de Julio, Neuquén, Argentina
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La historia del neuquino que siembra corales para salvar el planeta

En un rincón remoto de la Gran Barrera de Coral, Augusto Cazón encontró su misión: restaurar la vida marina en uno de los ecosistemas más frágiles del planeta. Su historia combina aventura, ciencia, conciencia ambiental y un fuerte espíritu nómade. 

Martes, 29 de julio de 2025 a las 15:40
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Augusto nació y se crió en el barrio Mudón de Neuquén.

A más de 13.000 kilómetros de su Neuquén natal, en aguas cálidas y turquesas del noreste australiano, Augusto Cazón pasa sus días sumergido bajo el mar, replantando fragmentos de coral como quien cultiva esperanza. Tiene 35 años, pero su vida ya parece una novela de viajes, decisiones contracorriente y convicciones firmes.

Augusto no es biólogo marino ni científico, y tampoco llegó hasta allá siguiendo una carrera planificada. “Lo mío fue más por intuición, por necesidad de conectar con algo más grande”, dijo durante una entrevista en el programa Entretiempo por AM550, con la serenidad de quien encontró un propósito. Hoy forma parte de una organización ambiental en Australia que trabaja en la regeneración de la Gran Barrera de Coral, uno de los ecosistemas más amenazados del mundo por el cambio climático.

La Gran Barrera de Coral, frente a la costa de Queensland en el noreste de Australia, es la especie viviente más grande de la Tierra, que es visible incluso desde el espacio exterior. El ecosistema de 2,300 kilómetros de largo comprende miles de arrecifes y cientos de islas compuestas por más de 600 tipos de corales duros y blandos.

"Siempre estuve cerca de la naturaleza, pero el mar llegó después, como una especie de llamado”.

Un nómade con raíces

Augusto nació y creció en el barrio Mudón de Neuquén. “Siempre estuve cerca de la naturaleza, pero el mar llegó después, como una especie de llamado”, recordó. Su historia no tiene los puntos de inflexión típicos: no hubo una tragedia que lo empujara ni una oportunidad milagrosa. Hubo una mochila, algo de inglés y muchas ganas de aprender.

Augusto Cazón forma parte de una organización ambiental en Australia que trabaja en la regeneración de la Gran Barrera de Coral, uno de los ecosistemas más amenazados del mundo por el cambio climático.

A los 25 años dejó Argentina con lo puesto. Recorrió gran parte de Latinoamérica trabajando de lo que podía: cocinero, mozo, guía, vendedor.El viaje era una forma de entender el mundo desde otro lugar. De abrir la cabeza y ver cómo vivimos en otras partes”, explicó. Fue en Centroamérica donde conoció por primera vez el buceo. Y fue en Indonesia donde entendió que los corales no eran piedras del fondo marino, sino estructuras vivas y vitales para el equilibrio del planeta.

“Cuando vi un arrecife muerto, blanco, supe que algo no estaba bien. Ahí empecé a leer, a preguntar, a formarme como pude”, precisó. No tenía estudios formales en ecología, pero sí una enorme voluntad. Así llegó, años después, a sumarse como voluntario en Australia a un proyecto que lo aceptó por su compromiso antes que por sus títulos.

En Indonesia entendió que los corales no eran piedras del fondo marino, sino estructuras vivas y vitales para el equilibrio del planeta.

La vida de Augusto parece una novela de viajes.

 

Siembras invisibles

El trabajo de Augusto consiste en recolectar fragmentos de coral aún sanos, reproducirlos en viveros marinos y reinsertarlos en zonas dañadas. Es una tarea milimétrica, paciente y silenciosa. Se pasa horas bajo el agua con herramientas diminutas, como si hiciera cirugía coralina. “A veces sembrás cientos y sólo sobreviven algunos. Pero esos pocos hacen la diferencia. La vida, como el mar, siempre encuentra cómo rehacerse si le das una mano”, sostuvo.

“No quiero salvar el mundo. Pero sí contagiar. Mostrar que uno puede comprometerse desde donde esté, aunque no seas experto. El planeta no necesita héroes, necesita gente común haciendo cosas distintas”, dijo Augusto.

Las condiciones son duras: sol abrasador, humedad extrema, logística complicada, horarios cambiantes según la marea. Pero la recompensa es única: ver cómo un arrecife que parecía muerto comienza a mostrar señales de vida, colores, peces que vuelven, equilibrio.

“Muchos me preguntan por qué me esfuerzo tanto en algo que casi nadie ve. Y yo les respondo que quizás lo importante no es que lo vean, sino que exista”, reflexionó.

Augusto Cazón pasa sus días sumergido bajo el mar.

Volver para compartir

Augusto comentó que siente que su historia apenas empieza. “No quiero salvar el mundo. Pero sí contagiar. Mostrar que uno puede comprometerse desde donde esté, aunque no seas experto. El planeta no necesita héroes, necesita gente común haciendo cosas distintas”, aseguró.

El trabajo de este neuquino es, literalmente, invisible a los ojos de la mayoría. Pero ahí está: sembrando vida en lo profundo, recordándonos que hay batallas silenciosas que también merecen ser contadas.

 

Mirá la entrevista a Augusto Cazón en Entretiempo por AM550:


 

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