Todo comenzó con un mensaje en Radio Nacional. La hija de Antonio Yañez avisó que los esperara en la ruta, ya que en esa zona cordillerana no hay señal.
El viaje comenzó con un recorrido de casi tres horas desde Chos Malal pasando por Tricao Malal por la Ruta 2 y con desvío hacia la Ruta 68.
Con el volcán Domuyo como testigo, el arroyo y sus aguas heladas, nos esperaba Antonio con caballos y mulares.
Los Yañez son una de las familias crianceras del norte neuquino que se desplazan con sus animales desde los campos bajos a los valles altos de la veranada cordillerana en busca de pasturas y agua para el engorde de los animales. Esta práctica cultural se mantiene en pocos lugares del mundo y en Neuquén forma parte del patrimonio inmaterial de la provincia.
Los testimonios de los crianceros dan cuenta de las adaptaciones que realizan las familias para mantener esta costumbre vigente. Esta costumbre ancestral obliga a la separación del grupo familiar para que unos viajen con los animales mientras otros quedan al resguardo de la vivienda.
El sueño y el anhelo de hacer una casita en la veranada, no se limita a no tener camino hasta el puesto. Quiere dejarle a sus nietos no solo la experiencia y el valor hacia esta forma de vida sino mejores condiciones para pasar el verano en la cordillera.
Había que llevar mercadería, chapas y postes hasta el puesto. El mismo está a dos horas de caminata por una huella improvisada de caballos. Cargada la mula y distribuido el peso en los caballos se inició la larga caminata. Entre piedras, coirones y el sol que se hacía sentir, en el Cajón de Los Choroyes llegamos al puesto. Una pirca, nylon y el corral de piedras, era la escenografía.
"Si el camino llegara hasta acá, todo sería más fácil", comenta Antonio mientras descarga a los animales y se prepara para salir a rodear a sus chivas que están, casi al pie del Domuyo.
No hay descanso en la veranada, el zorro y el puma aprovechan el descuido de los crianceros. No hay descanso en la cordillera, se aprovecha de principio a fin la vega.
Un fogón, chivito al asador y tortas fritas marcan el cierre de un día agotador pero de verdadera tradición.