NIDO VERDE

Laberinto Patagonia

En la Patagonia está el laberinto más grande de Sudamérica, donde la salida la encontrás si estás dispuesto a perderte.
lunes, 10 de diciembre de 2018 · 13:45

A tan solo 3,7 km de El Hoyo (Chubut), a orillas del río Epuyén, se encuentra Laberinto Patagonia, un gigantesco jardín 8.000 metros cuadrados emplazado en 5 hectáreas de bosque, donde el aroma a conífera es una constante caricia al olfato; con senderos y bifurcaciones en un circuito de 2.200 metros con 9 puertas para perderse o encontrarse a la salida. 

Este espléndido lugar, fue construido (y plantado) por Claudio Levi junto con su esposa Doris Romera, hace 22 años. En aquel entonces, eso esas eran tierras invadidas por los mosquetales y de la única manera que se las podría atravesar era siguiendo los senderos que dejaban las vacas y los caballos cuando iban hacia el río en busca de agua. "De alguna forma llegué acá a través de un laberinto y me encantaba esa sensación”, cuenta Claudio.

Así comenzaba la historia del laberinto más grande de Sudamérica, con una sensación, con una idea descabellada, con una certeza: hay que hacer un laberinto. 

Lejos de pensar en aprovecharlo turísticamente, la idea era hacerlo para uso privado, para los amigos, para las visitas, para meditar. Y así lo hicieron. En el año 1994 compraron las plantas, luego las “viveriarion” durante 2 años y finalmente en el año 1996 plantaron unas 2.200 coníferas Cupressus macrocarpa (ciprés) y Cupressus arizonica siguiendo un minucioso esquema delineado a ojo, con lápiz y papel. 

Recién en el año 2005, cuando las plantas alcanzaron cierta altura, el jardín tomó la forma de un laberinto “mazes” (de caminos alternativos, donde hay que recorrer el interior para salir), de 76 metros de ancho por 112 metros de largo (con un cerco vivo de 1.8 metros de alto y 80 centímetros de espesor, con senderos de 1.2 metros de ancho). Y desde hace 5 años que está abierto al público y recibe 15.000 visitantes por temporada.

Viajar a la Edad Media

Claudio y Doris, hicieron todo el trabajo de diseño del nuevo laberinto juntos. Nivelaron el terreno, lo dividieron en cuadrículas trazadas con hilo y estaca y así,  con letras y números (como en una batalla naval) y un bidón de cal, fueron marcando las líneas del entramado de lo que hoy son los senderos del laberinto y “todo sin GPS, celulares ni Internet”, aclara siempre Doris. 

Así fue la etapa creativa de este laberinto, inspirado en la época de Luis XIV cuando en los palacios cualquier noble tenía que tener uno en su jardín. Eso también explica, que en el logo de Laberinto Patagonia la N está al revés (porque así se la usaba en el siglo XVI, con el auge de los laberintos). 

Otra de las particularidades que tiene el laberinto es que al estar ubicado en una loma, tiene una vista privilegiada. Desde allí se pueden ver los 4 puntos cardinales: el Cerro Piltriquitrón (El Bolsón), el cerro Pirque (Epuyén) el cerro Plataforma de El Hoyo.

Y cuentan quienes tienen la suerte de perderse en sus pasillos que cuando vas pasando, si te rozas con la pared de plantas, comienza a flotar en el aire ese olorcito a conífera limonada típico de los bosques patagónicos.

Senderos mágicos 

El laberinto formó parte de la cultura humana desde sus comienzos. Es una figura mística, mágica, inspiradora de grandes historias y metáforas de la vida. Pero, ¿cómo salir de ellos? 

Atravesar este laberinto no es tan fácil. Por el camino correcto (si es que hay uno) el trayecto dura 120 segundos pero, en general, el tiempo promedio que le lleva al visitante encontrar la salida, es de 15 a 20 minutos. “Hay una primera parte relativamente fácil dónde empezás por una puerta única que te lleva a una plaza central. Luego, en esa plaza hay 9 entradas frente a vos de las cuales dos te sacan a la salida donde hay un puente que cruza un estanque, otras te vuelven a llevar a la plaza y otras te pierden en la segunda etapa del laberinto”, cuenta Claudio.

Pero, más allá de encontrar la salida, lo sensacional es lo que sucede durante y dentro de esos senderos. Por ejemplo, algo llamativo es que casi siempre, los niños logran salir antes que los adultos; grupos enteros ingresan cada uno por su lado y a la salida todos son “compinches” de laberinto, compartiendo anécdotas que sucedieron hace apenas minutos atrás. Como se permiten las mascotas, también te podés cruzar con personas acompañadas por sus perros, entregadas a los instintos caninos; o personas que recorren de punta a punta todo el circuito en silla de ruedas, dado que todo el trayecto tiene senderos aptos para personas con dificultades motrices.  

La mano izquierda

Todo en Laberinto Patagonia es experiencial. Luego del recorrido, podés tomar un chocolate caliente en la confitería y en verano un “frozen” de frambuesas o frutillas (todas de producción orgánica propia). También tienen nogales, castaños, perales, manzanos y cerezos que crecen en el entorno del laberinto y que son la materia prima de las exquisitas tortas que ofrecen allí.

Dicen que si entrás a un laberinto y ponés la mano izquierda - que es la del sentimiento, la sensitiva, la del corazón- y vas siguiendo el muro, te lleva a la salida. No sabemos si esto es así en Laberinto Patagonia, pero tenemos la corazonada de que pasear por esos senderos es una experiencia inolvidable. 

www.laberintopatagonia.com
 

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