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Domingo 22 de Junio, Neuquén, Argentina
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Libros y nieve: el frío reescribe cada junio reflexiones alrededor de la lectura

Observamos la caída de cada copo en hipnosis detenida, como leyendo, y encontramos que cada uno es singular, distinto y perfecto, como los libros.

Domingo, 22 de junio de 2025 a las 10:26

En junio atravesamos tres efemérides que tienen que ver con la lectura: día del escritor/a (13 de junio - ¿San Lugones?); el día del libro (15 de junio – mujeres organizadas alrededor de un concurso literario); y el día del editor/a (17 de junio – ¡por siempre viva Boris Spivacow!). 

La propensión a la efeméride está muy arraigada tanto en las instituciones escolares como en los medios de comunicación; se corre detrás de ellas con cartulinas, trajes alegóricos, reseñas, videos breves, música acorde. Ocupamos el espacio del aniversario en el que una fecha se vuelve sentenciosa, saludamos cariñosamente a sus afines, usamos escarapelas, cocinamos comidas específicas. ¿Qué nos mueve a estas búsquedas de la repetición?

Quienes ubicamos nuestra existencia alrededor de los libros ¿necesitamos un día para recordarlo? ¿es que acaso sin “15 de junio” nuestra biblioteca se nublaría? ¿por qué aclaramos año a año que hay un día, un mes que tiene que ver con la lectura? Quizás las efemérides existan como un ejercicio de la memoria que viene con las fechas, números, días, fotos viejas, relatos inventados. Ponemos en recuerdo las cosas que sentimos importantes o que lo fueron en algún momento ¿son las efemérides un ritual del siglo pasado del cual no queremos desprendernos?

Pues bien, para mantener este ritual y celebrar todas esas fechas que acontecen cuando empieza a apretar el frío patagónico, vamos a hablar de libros y nieve.

 

Anahi y el género perfecto

Dicen que no hay dos copos de nieve iguales, su formación es extraordinariamente compleja y depende de múltiples factores la forma que adquiere cada diminuto cristal. Lo mismo ocurre con los libros: en apariencia se ven similares, pero el acercamiento logra identificar sus peculiares variables. La comparación entre estos elementos peca de austral o patagónica; y es que este frío nos deja en quietud frente a un encantamiento que es belleza, ese algo que no tiene que ver con lo usual, un detenerse a observar la nieve o a leer un libro. 

Hay un libro extraordinario que implica los dos elementos que comparamos hoy, es la muy esperada Poesía Reunida de Anahí Lazzaroni, elaborada por la Editora Cultural Tierra del Fuego en Ushuaia en 2021. Su título perfecto: La palabra nieve es una buena contraseña contiene poemas escritos por la autora entre 1988 y 2017. Para hablar de la nieve y los libros hay que recurrir a una experta, por eso hoy recomendamos leer algunos de los textos de su cosmos poético que imaginó desde el extremo sur del planeta. 

Las notas introductorias al libro “Palabras que tejen una red y una luz que fluye” están escritas por otra poeta patagónica, Luciana Tani Mellado (Doctora en Letras, tallerista e investigadora residente en la ciudad de Comodoro Rivadavia). Nos ubica en la magnitud de la poesía de Anahí: “Integró las llamadas ´primeras generaciones´ de escritores patagónicos del siglo XX, y ocupó tempranamente un lugar medular en la literatura del sur, tanto por su escritura como por su participación en el campo cultural local. Fue una figura central para el desarrollo de la poesía de Tierra del Fuego, y para el ingreso de Ushuaia a la cartografía simbólica de la literatura argentina.”

 

 

 

El atajo

Es tan difícil abundar sobre la biografía de una escritora, imaginar su forma de pensar, de moverse, de razonar con el mundo. Esta obra reunida toma un atajo bellísimo para contar a Anahí Lazzaroni: invita a su hermana a escribir un prólogo afectuoso que nos ayuda a recibir sus poemas desde una familiaridad que no enumera fechas y títulos; sino que nos involucra en su universo íntimo.

Así describe Alicia Lazzaroni a su hermana poeta: “Cuando llegamos a Ushuaia desde La Plata, donde nacimos, Anahí tenía nueve años. Fue el 24 de diciembre de 1966. Nevaba como si fuese invierno y esa noche volvimos a dormir al barco que nos trajo, porque la vivienda que nos habían destinado no estaba aún preparada [...] En esta ciudad apacible por aquellos años, con 3000 habitantes y un entorno que jamás hubiésemos soñado, se convirtió en lectora voraz y más tarde, durante la adolescencia, en poeta, género perfecto para sus pensamientos condensados, sus obsesiones filosóficas, sus palabras en vuelo. [...] En esta ciudad también habrá descubierto su condición diferente, de la que hablaba sin tapujos ni pudor. Hasta los últimos días tuvo que demostrarles a los maestros, a los vecinos, a los médicos, que aparte de un cuerpo ella era muchas otras cosas más. [...] El 26 de marzo de 2019, al anochecer, murió Anahí, luego de sobrellevar por cuatro años una nueva enfermedad a la que trató con la misma ironía con la que observaba las nimiedades diarias[...] 

 

Ahora, afuera, están floreciendo sus tulipanes rojos. No son muchos, pero ella los esperaba ansiosa a comienzos de la primavera, los fotografiaba todos los días temiendo que desaparecieran, ya que esas flores son tan efímeras que necesitaba revivirlas en sus poemas. Intento hacerme cargo de la fragilidad de sus pétalos, pero en estos años no alcanzan a asomar que ya se secan. Como si no tuvieran motivo para florecer, ahora que nadie escribe sobre ellos.”

 

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