Argentina ha entrado de lleno en la fase líquida de la política, pues los partidos, esas instituciones del siglo pasado, se han perdido como continentes, y la política circula por cauces nunca o pocas veces antes explorados. Los principales medios del país reflejan así, o al menos lo intentan, las ocurrencias competitivas en la ciudad de Buenos Aires, lugar en que se realizará la primera elección legislativa importante del año, el 18 de mayo; se verifica allí la relatividad de los partidos políticos, utilizados en muchos casos como meros sellos para acceder a la competencia; y también un dato que impacta en todos los distritos del país: la confrontación entre los ocupantes de la franja de derecha más o menos liberal, que sintetizan por ahora los Macri versus los Milei.
La derecha (de alguna forma hay que llamar a esta variedad criolla) pregona que el enemigo es el populismo, representado por la diversidad peronista-kirchnerista residual; pero, sometida a la fatalidad del liderazgo y su propia pelea, ha elegido la capital de los argentinos, que desde 2007 conduce el PRO, como campo experimental para constatar si es Milei el único líder que avala actualmente la mayoría ciudadana, o si otros (como Macri) disputan esa centralidad, y el gobierno, por ende, deberá someterse a la negociación, concesiones diversas mediante.
El contexto reconoce además la impostación del conflicto permanente, que utilizará esa grieta derechosa con el afán de que el populismo y la izquierda recuperen algo de terreno, o, al menos, consigan sostener bancas en el Congreso, mediante la exageración de la represión y la recurrencia al coqueteo con la violencia que eventualmente provoque esa represión.
En Neuquén, la política líquida tiene otros cauces, pues todo indica, mientras de las elecciones de octubre todavía no se habla, que el gobierno de Rolando Figueroa tiene la sartén por el mango, y el mango también, como decía aquella canción de María Elena Walsh.
Igual, por las dudas, la acción política va limando cualquier aspereza que se oponga a la segura intención de ganar representantes directos para la "neuquinidad" en el Congreso de la Nación. Aquí, el escenario es más tranquilo que en Buenos Aires, donde se maniobra siempre al borde de la guerra en las calles; pero, la intención de la oposición más radicalizada (la que se ocupa del eventual trabajo sucio) es sin duda la de buscar motivos en las insatisfacciones perdurables que también, como en todo el país, afectan a la sociedad neuquina, o, al menos, a una parte de ella.
Una de las franjas conceptuales donde trabaja y trabajará esa oposición (desde la derecha y la izquierda) es la de la inseguridad ciudadana. Es relativamente sencillo montarse en esa realidad ambigua en la que todos estamos potencialmente en peligro, y el gobierno de Figueroa parece saberlo, pues ha enfatizado, estos primeros meses del año, su política al respecto: no solo inauguró la modalidad provincial concreta de combate directo a la narco-criminalidad (el narcomenudeo produce decenas de derivaciones delictivas, sobre todo en el gran conglomerado urbano de la Confluencia), sino que puso en marcha acciones como la dotación de armamento de alta gama para la policía, con el argumento de que el delito se moderniza, y el Estado no puede quedar rezagado en esa competencia, pues las consecuencias, y lo muestra la cotidianeidad, pueden ser desastrosas.
Más allá de esto, la oposición, como pasa a nivel nacional también, trabajará fuerte en la impostación del conflicto. Es una práctica universal, con singularidad muy argentina, que consiste en seleccionar del menú de insatisfacciones sociales un par de las más relevantes, y poner al servicio de esa causa la capacidad de ocupar las calles, las rutas, y los ámbitos en donde impera la extrema politización sindical, que en el caso neuquino, se concentran en el Estado mismo.
Esto, se puede prever, será una de las facetas de la política líquida en Neuquén, y es esperable que la actividad vaya en crecimiento a partir del abril otoñal hasta llegar a la primavera de octubre, cuando se desplieguen las urnas y se avecine el veredicto del pueblo.