HISTORIAS CRUELES

Guerra en el barrio sin policía: dos pibes muertos

Mientras se habla de la ley, la ley no existe en algunas geografías de la Argentina. El desamparo crece.
viernes, 4 de septiembre de 2020 · 18:46

Dicen que la ley es una convención. Que necesita de consensos, pues no hace más que dictar reglas de convivencia nacidas de la práctica. No hay leyes que inauguren costumbres, sino costumbres que inauguran leyes. En Argentina, país difícil, donde la ley es tela de araña en la que se enredan generalmente quienes menos tienen, las cosas suelen ser distintas. Hay lugares donde no hay ley más que la de la fuerza, o la venganza. De esa realidad, esta madrugada, surgió la muerte de dos chicos, uno de 17 años, el otro de 18.

Hubo una guerra, no declarada ni planificada. No es la primera vez que pasa en el barrio Aeropuerto, en La Plata, la misma ciudad que cobija al gobierno de la provincia, actualmente bajo la batuta de Axel Kicillof. Mientras el gobernador disputa con el Presidente y se afana por sintonizar la política contradictoria en medio de la pandemia, Cristian Cepeda, de 17 años, y Matías Andrés Tejeda, de 18, yacen en una morgue. Uno, muerto a golpes. El otro, ejecutado de un tiro en la cabeza.

En la calle 92, entre 4 y 5,  Cristian Cepeda fue asesinado a golpes. Fue por venganza, dicen. Fue porque antes había sido asesinado Matías Andrés Tejeda. El pibe fue ingresado en el Hospital San Martin de La Plata con "un orificio de entrada parietal izquierdo y pérdida de masa encefálica". Había recibido un disparo, que vino de tres personas que se amontonaban arriba de una moto.

Ahí empezó la guerra. Los vecinos y familiares de la víctima, conocedores de las situaciones del barrio, encontraron rápidamente, sin juicio previo, culpable del crimen a Cepeda, rival del muerto. Salieron a buscar venganza, y fueron a incendiar la vivienda de la novia de Cepeda. Ella es Celeste Mansilla, tiene 18 años, y resultó herida en el encontronazo.

Cepeda quiso huir. Pero la horda lo siguió, lo atrapó en un terreno baldió, y lo molió a golpes. Allí, de cara a las frías estrellas de la madrugada, murió el presunto culpable de la otra muerte.

Ahora, cuando ya es tarde para todo, investiga la policía, la justicia, se abren causas penales, se toman testimonios y se hacen autopsias. La corta vida de dos pibes, de los que no conoceremos nunca el futuro que hubieran podido tener, testimonian ese abandono, esa tardanza.

 

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