A las tres y media de la madrugada, un vecino de Balcón de la Ciudad se despertó sobresaltado. Alguien había trepado el paredón de su casa e intentaba ingresar mientras su familia dormía. Apenas diez minutos antes, otro intento de robo había sido frustrado en la misma manzana. En este barrio del norte neuquino, la noche ya no garantiza descanso, sino miedo. Y los vecinos están cansados de vivir con temor.
Vanessa de Marinis, vecina del lugar y vocera improvisada del hartazgo colectivo, habló en AM550 durante el programa "La Primera Mañana" y dejó en claro que los robos ya no son esporádicos: “Venimos con robos constantes. Ya no es solo a plena luz del día, ahora entran mientras estamos adentro”, denunció.
Robos silenciosos, respuestas mudas
La inseguridad no es una novedad en este sector de la ciudad. Los vecinos se han organizado, presentado notas, reuniones y hasta protestas con linternazos para reclamar algo tan básico como iluminación. “Logramos que el colectivo ingresara al barrio porque nos robaban apenas bajábamos, en plena oscuridad. Pero seguimos esperando que pongan luces, que refuercen la seguridad”, relató.
Vanessa es clara: saben de dónde vienen los delincuentes. Desde la calle Chupanqui, pasando por la Toma, el barrio se ha convertido en una red de accesos irregulares sin control, sin cámaras y sin presencia policial. “El Paseo Liñar Las Bardas fue inaugurado hace cinco años y aún no tiene una sola luminaria. Por ahí se nos escapan los chorros con nuestras cosas”, remarcó.
Una comisaría que no da abasto
El barrio depende de la Comisaría Cuarta, actualmente desbordada. “Tiene 23 o 24 jurisdicciones y solo dos o tres móviles. No hay personal suficiente”, afirmó. A pesar de las promesas de nuevas instalaciones y una alcaidía en construcción, los refuerzos no llegan. “El año pasado nos reunimos con Luis Sánchez, hoy Secretario de Seguridad. Prometió recursos, pero no cambió nada. Aparecen efectivos unos días y después desaparecen”.
El reclamo de los vecinos no se limita al patrullaje: piden un destacamento propio, una presencia institucional mínima que les devuelva algo de tranquilidad. Por ahora, el barrio crece solo, al ritmo de las cooperativas, sin escuelas, sin servicios de salud, y sin seguridad.
“Va a pasar una desgracia”
Lo más angustiante, según Vanessa, es que hasta ahora la violencia no escaló. Pero no por falta de oportunidad. “Por suerte no han sido entraderas con violencia, pero entran cuando dormimos. Nos están estudiando. Va a pasar una desgracia”.
Mientras tanto, las rejas se multiplican, los vecinos duermen mal y cada día sienten que están más solos. “Sabemos que algo están haciendo, pero no alcanza. El polo tecnológico tiene seguridad privada, nosotros tenemos miedo”, cerró con una mezcla de ironía y resignación.