El caso sacudió al paraje rural Río Chico en abril de 2022. El cuerpo de Reinaldo Lefiñir apareció con múltiples heridas en una zona aislada, entre campos y alambrados, en cercanías a Ñorquinco. El principal, y único, sospechoso era su propio hermano, Nicanor Lefiñir. Pero ahora, más de dos años después, la Justicia lo sobreseyó por falta de pruebas. El expediente quedó cerrado y el crimen, impune.
Durante meses, el Ministerio Público Fiscal sostuvo que Nicanor había golpeado y herido a su hermano con un objeto contundente y un arma blanca, provocándole lesiones que terminaron con su vida. La violencia del ataque no dejaba margen para interpretaciones livianas: fracturas en las costillas, heridas en el cráneo, lesiones internas. Un cuerpo dejado al abandono, en medio de la nada.
Los investigadores allanaron al menos cuatro domicilios vinculados a Nicanor y su entorno. Pero no encontraron manchas de sangre, ni armas, ni testigos. El Gabinete de Criminalística revisó cada rincón y no logró establecer un nexo directo con el crimen. La zona, desolada y sin cobertura de cámaras, tampoco aportó registros útiles. Y aunque Reinaldo fue visto con vida por última vez cerca de la casa de su hermano, eso no alcanzó para imputarlo con certeza.
El fiscal Francisco Arrien reconoció que se agotaron todas las instancias posibles. Testimonios, pericias, registros audiovisuales. Nada concluyente. Frente a este vacío, pidió el sobreseimiento. La defensa acompañó, y el juez Juan Pablo Laurence resolvió cerrar el caso con un fallo que deja sabor amargo: “El proceso no ha afectado el buen nombre y honor del que hubiera gozado con anterioridad”, escribió el magistrado en su resolución.
Nicanor Lefiñir, que llegó a ser investigado por el crimen de su propio hermano, quedó judicialmente desvinculado. El caso se archiva por aplicación del artículo 155, inciso 2, del Código Procesal Penal de Río Negro: no hay elementos que sostengan una acusación. No hay responsables. No hay culpables.