COLUMNA DE OPINIÓN

Transitar el duelo sin poder despedir, la otra secuela del Covid

Morir en pandemia, ese es el punto. Miles de argentinos obligados a despedir a sus seres queridos a la distancia, aumentando el dolor de la pérdida. El caso de una neuquina.
domingo, 29 de noviembre de 2020 · 15:29

“La Turquita”, mi viejita querida, vino a vivir a Neuquén hace cuatro años.

Por las vueltas de la vida necesitó una asistencia especial y su residencia la hizo en el geriátrico Colina Suite con diecisiete bellas mujeres con biografías vividas al igual que ella. Comenzó a transitar el encierro desde el mes de marzo. Recuerdo subir las escaleras del lugar pensando como sorprender a Mami…

De una y mil formas posibles desde la puerta a dos metros de distancia con barbijo, me relacioné con ella, bailando, cantando a los gritos, riendo, llorando…Siempre con la ayuda de sus cuidadoras que amorosamente desplegaron todas las estrategias posibles, probables, aventuras en una comunicación diferente ante una realidad adversa. Reinventamos momentos, situaciones, videollamadas, carteles, collares, chocolates blancos, álbumes de fotos impresas, visitas ficticias, cumpleaños con globos y regalos para sus 86 años bien puestos.

Elisa Blanga de Bik, mi madre, grabó un video al presidente pidiendo que “él apure el expediente para poder salir”, así se refería a la situación.

Nuestra familia desde acá y desde Buenos Aires, estuvimos atentos a cada día, a cada momento, a tantos aconteceres en todos estos aberrantes meses.

Hasta aquel 11 de octubre cuando el virus se filtró por las hendiduras de las puertas y las ventanas; la residencia colapsó, estalló para todas, toditas y juntitas. La desolación colmó a todas las familias….

El domingo 18, la vimos por última vez con mi hermana Judith desde afuera, desde la puerta, agotada, cansada y con ganas de volver a sus pagos, como lo hacía una vez por año para visitar a su querida familia porteña. Ese mismo día horas más tarde fue internada de urgencia.

Volvimos a encontrarnos con ella el 26 de octubre en el Cementerio Israelita de General Roca a las doce del mediodía cuando enterraron su cuerpo.

Necesito compartir mi historia en nombre de todos los seres queridos fallecidos durante la pandemia aquí en la ciudad y seguro en tantísimos otros lugares. Es muy complejo transitar el duelo, cuando no pudimos acompañar en forma presencial a mi madre, ni tocarla, ni mirarla, ni abrazarla, en su agonía.

No vimos su cuerpo...

Desde ya quiero agradecer en nombre de toda mi familia a todo el personal del Policlínico Ados, ya que ellos fueron nuestros ojos, nuestras manos….Ellas y ellos atendieron a Mami con ternura, las doctoras Lauras nos explicaron día tras día todo lo que acontecía.

Nunca pensé que un teléfono celular se transformaría en una parte mía durante toda su internación.

Me parece necesario recalcar que las autoridades provinciales, a mi humilde entender no dimensionan tanto dolor, no pudiendo desplegar una despedida digna ni tampoco socorrer en forma inmediata al geriátrico porque era privado. Fueron días durísimos, colmados de incertidumbre; mucho dolor, ese que te perfora cada parte sin poder hacer nada desde la razón. Ese mismo que cala en tus entrañas, tan profundo y tan filoso.

Muchos podrán pensar que es nuestra primera pandemia, que en otros lugares lo tenían, que todos actuaron bajo estrictos protocolos sanitarios.

Tantas muertes…tantas fosas.. .tantos cajones a la espera de la cremación.

Tan pocas palabras en acciones concretas para mitigarlo. Tantos al igual que nosotros sin andamiajes necesarios para transitar los momentos más duros en las vidas de los seres amados. Tantas personitas que de un momento a otro partieron llenas de Covid, recubiertas de ternura y amorosidad por tantos otros, amigos, hijos hermanos, padres, abuelos, nietos, sobrinos, tíos.

Y sí todo fue así… pero hoy cuando volví al cementerio al mes de su partida sentí en todo mi ser que la enterraba de nuevo.

Estas palabras las comparto para reflexionar como sociedad, ningún hecho puedo cambiar, ni volver para atrás lo sucedido.

Por honor a mi TURQUITA, a su plena existencia y por lo orgullosa y agradecida de ser su hija escribo estas líneas.

 

KARINA BIK
DNI 18.183.592 

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