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Una noche de cenizas, en pleno día

Hace 29 años, estos días de agosto fueron cubiertos por una lluvia de piedras y restos volcánicos nunca visto en la Patagonia.
Jueves, 13 de agosto de 2020 a las 18:34
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La noche que empezó el 12 de agosto terminó recién varios días después. Una intensa lluvia y luego viento con cenizas volcánicas inundó a buena parte de nuestra Patagonia, especialmente en las localidades santacruceñas de Los Antiguos, Perito Moreno, Las Heras, Pico Truncado y Caleta Olivia. Como ocurriría luego en 2011 en Villa La Angostura, una harina gris cubrió todo a su paso  poniendo en peligro la vida de los habitantes y significando la muerte masiva de animales y destrucción del sistema productivo. Los números fríos indicaron que la devastación alcanzó los 1500 kilómetros cuadrados alrededor del volcán Hudson, la evacuación de miles de personas, la muerte de medio millón de ovejas y la destrucción del sistema productivo de la región.

Una serie de explosiones subterráneas y luego la erupción del volcán en Chile, en minutos mostraron al mundo una columna de cenizas que alcanzó los 18 mil metros de altura. Esa manga gris, densa y encabritada, fue torcida hacia la Patagonia Argentina por los vientos del oeste que traspasaron la Cordillera de los Andes. Especialmente en las localidades santacruceñas de Los Antiguos y Perito Moreno, a las pocas horas de la erupción más intensa, comenzó una intensa lluvia de pequeñas piedras y ceniza que alteró la habitual parsimonia de pueblos de no más de cinco mil habitantes. El fenómeno volvería sobre la Patagonia –también con inusual crueldad- sobre la localidad neuquina de Villa La Angostura y la rionegrina San Carlos de Bariloche, en junio de 2011.

Los científicos vulcanólogos chilenos ubican lo ocurrido entre el 12 y el 15 de agosto como “una de las erupciones más grandes del siglo” en ese país, mientras que para buena parte de la Patagonia Argentina significó una de las catástrofes humanas y productivas que más heridas dejó.  Las localidades del noroeste santacruceño fueron durante mucho tiempo sólo habitadas por hombres que se dedicaban a limpiar todo, ya que los niños y las mujeres fueron evacuadas a las ciudades donde no se sufrió el fenómeno. La falta de previsión de un desastre semejante también desnudó la falta de protecciones, especialmente barbijos, por lo que numerosos pobladores tuvieron padecimientos respiratorios con secuelas crónicas.

El sistema productivo de frutas finas (especialmente en Los Antiguos) fue eliminado durante tres años ya que murieron los agentes polinizadores, mientras que la cría de ganado en la meseta santacruceña fue devastada por la ceniza, estimándose la muerte de medio millón de animales.

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