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Miércoles 21 de Mayo, Neuquén, Argentina
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Una silla, una idea y un sueño: la historia de la docente neuquina que cambió la vida de un alumno con un simple hecho

“Cuento esta historia para mostrar que muchas veces la gente se queda en el ‘no se puede’, cuando con voluntad y trabajo en equipo se abren un montón de posibilidades”, reflexionó la mujer. 

Por Redacción

Miércoles, 21 de mayo de 2025 a las 09:13

En una escuela rural de Plottier, una profesora de Educación Física rompió con los límites establecidos por la infraestructura escolar y la falta de accesibilidad. Lo hizo con herramientas, con pasión y con una convicción pedagógica que va más allá del aula. Se llama Florencia Labraña —aunque en la comunidad educativa la conocen como “la profe Petty”—, y acaba de construir una silla adaptada para que estudiantes con discapacidad motriz puedan participar de salidas escolares por los senderos naturales de la ciudad.

El proyecto nació de una necesidad concreta. Desde hace un tiempo, Petty impulsa el “Proyecto de los Días Viernes”, una propuesta que invita a estudiantes de la Escuela Primaria N° 106 a recorrer distintos circuitos naturales junto a otras dos instituciones rurales de la zona: las escuelas N° 301 y N° 367. Sin embargo, pronto surgió un problema: varios estudiantes con movilidad reducida no podían sumarse a estas experiencias al aire libre por la falta de accesibilidad en los senderos.

Lejos de resignarse, Petty transformó la preocupación en acción. Mientras estudiaba herrería en el Centro de Formación Profesional Nº 14, se propuso diseñar una solución desde cero: “¿Por qué no construirlo si yo también estoy aprendiendo?”, se preguntó. Con la ayuda del docente Nelson Moraga y materiales reciclados —bicicletas donadas, metales viejos, mesas escolares rotas—, desarrolló una silla adaptada montada sobre un monociclo, inspirada en modelos europeos como la Joëlette o en la Champa Bike cordobesa, pero con fabricación neuquina y corazón comunitario.

Una bici que cambió vidas

El resultado fue un dispositivo de movilidad especialmente pensado para terrenos irregulares, que permite a estudiantes con discapacidad motriz formar parte de las excursiones junto a sus compañeros. La emoción del primer paseo fue colectiva: “Terminamos todos con lágrimas en los ojos, por lo menos los adultos”, recuerda Petty. 

Pero para Petty esto es apenas el comienzo. Ya proyecta una segunda versión del invento, que permita mayor autonomía a quienes lo usen, sin depender de asistentes. Mientras tanto, su historia se multiplica: no solo por lo que logró, sino por lo que simboliza. Docentes de otras escuelas comenzaron a pedirle prestada la silla, y ella aceptó con una sola condición: que donen materiales para poder construir más.

“Cuento esta historia para mostrar que muchas veces la gente se queda en el ‘no se puede’, cuando con voluntad y trabajo en equipo se abren un montón de posibilidades”, reflexiona. Con su energía contagiosa, Petty no solo creó un vehículo adaptado: abrió un camino para que la inclusión deje de ser una promesa y se convierta en una experiencia compartida.

En tiempos donde la educación pública enfrenta desafíos estructurales, historias como la de Florencia Labraña reafirman la potencia de la vocación, la creatividad y el compromiso con las infancias. Porque construir accesibilidad también es construir comunidad.

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