La duda la acompañaba desde hacía tiempo, no la dejaba en paz. Aunque trataba de seguir con su vida, esa pregunta sin respuesta la pinchaba por dentro. Hasta que un día no aguantó más y fue a la Justicia: necesitaba saber con certeza quién era el verdadero padre de su hija.
La historia empezó en 2015, cuando ella y su pareja decidieron convivir. Compartieron muchos años juntos, hasta que en 2018 la mujer tuvo que viajar a un país vecino para cuidar a su papá enfermo. La distancia enfrió la relación, se separaron por un tiempo, y en ese lapso tuvo un solo encuentro íntimo con otra persona, alguien de quien no recuerda casi nada.
Al poco tiempo, la pareja se reconcilió, volvieron a vivir juntos y en diciembre de ese mismo año supieron que venía un bebé en camino. La nena nació en julio de 2019 y fue reconocida por el hombre como su hija.
Pero algo no cerraba. Esa duda, tan íntima como profunda, no la dejaba dormir tranquila. Fue entonces que decidió iniciar un juicio para impugnar la paternidad. En el proceso, tanto ella como el hombre accedieron a realizarse una prueba genética. El resultado fue contundente: no había ningún vínculo biológico entre el hombre y la nena.
La jueza de Familia de Roca que llevó el caso explicó que no se podía seguir sosteniendo una paternidad que no existía, porque eso afectaba directamente el derecho a la identidad de la menor. Así que ordenó modificar el acta de nacimiento: el apellido del hombre quedó eliminado y la niña pasará a llevar solo el de su mamá.
La madre también había pedido ese cambio, convencida de que era lo mejor para su hija. El Defensor de Menores planteó que podía tratarse en otro juicio, pero la jueza entendió que seguir demorando una situación tan delicada solo traería más angustia. El fallo salió en junio de 2025. Y aunque seguramente no cerró todas las heridas, sí trajo algo que la mujer buscaba hace tiempo: la verdad