37 AÑOS DE HISTORIA
La panadería de Neuquén que revive la historia de sus ancestros
Como lo hace su familia desde 1988, Ana Manente es tercera generación que se coloca el delantal todos los días para recibir a los clientes.Ana Manente es la tercera generación de una familia que se coloca el delantal para recibir a sus clientes y entregarles una parte de sus ancestros hace años. En febrero de este año, la panadería El Molino Pan cumple 37 años desde que abrió sus puertas en la ciudad de Neuquén.
Con pisar el escalón de entrada, la historia del lugar se cuenta sola con los canastos, muebles y hasta la balanza analógica que siguen siendo los mismos desde el inicio. Algunos clientes -que ven cómo las persianas se abren todos los días desde hace años-, acuden a Alderete 482 a diario.
En comunicación con Mejor Informado, Ana, la actual encargada, contó cómo surgió todo. "Mi abuela Maribel abrió El Molino en 1988 junto con mi tía -una de sus hijas- y con mi mamá -su nuera-", explicó. En su momento también vendían productos de almacén. "Estaba en un lugar estratégico, no había ningún otro supermercado, entonces los domingos se llenaba de gente, se hacia una fila tremenda, vendían 20 o 30 kilos de pan", relató según le explicó su abuela.

Sin embargo, con la llegada de los hipermercados, se fueron achicando y especializándose más en los productos de panadería. "Desde 1991, mi papá , Ricardo Manente- abrió una mayorista -ubicada en otra calle cercana y al lado de mi casa- que comenzó a proveer pan al local de Alderete", explicó.
Unos años más tarde, en el 2001, la mamá de Ana -Andrea Rodriguez- se convirtió en la nueva dueña y lo sigue siendo hasta el día de hoy. Con orgullo, recalcó que "siempre fueron mujeres".

Lo bueno, según contó la encargada, es que tanto su tía como su mamá pudieron hacerse cargo del negocio y a la vez crecer personalmente. "Ambas pudieron estudiar y recibirse en el área de Ciencias de la Educación y en Contaduría", explicó.
La historia del pan que está en la sangre de una familia neuquina
"De lunes a lunes, desde siempre, mi papá se viene levantando a las 5 de la mañana para hornear. Nosotras sentíamos el olor de las facturas desde la habitación", recordó con emoción. Además, detalló las latas de galletas y grisines que acostumbraba a ver en el patio de su casa; "fue parte de nuestra infancia", agregó.

Desde siempre, toda su familia, directa o indirectamente, participó del negocio. "Todos de alguna forma estuvimos trabajando. Te vas involucrando", dijo. "Con mis hermanos jugábamos afuera, nos robábamos las golosinas y hablábamos con los clientes en la vereda", agregó con cierta diversión en su voz.
"La historia del pan viene de España, que mi bisabuelo -por parte de mi papá-, era molinero allá", explicó.
Además, todo ese esfuerzo se ve reflejado en los clientes que recuerdan y elijen el lugar con el paso del tiempo. "Nunca hicimos publicidad, fue siempre el boca en boca: la gente nos conoce", describió emocionada.
"Siempre me gustó la calidez de la gente. Me gusta que vienen los mismos, te elijen y te preguntan genuinamente cómo estás", agregó con calma. Para Ana, atender el mostrador detrás de miles de masas finas es algo emocionante. "Abrimos a las 8 pero yo intento estar a las 7 para acomodar todo, explicó.
El orgullo de heredar el esfuerzo de generaciones anteriores
En el 2022, las empleadas que trabajaron por muchos años atendiendo al público -tanto a la mañana como a la tarde- estaban a punto de jubilarse. Por este motivo, su mamá pensó seriamente en cerrar el negocio que tanto logró sacar adelante por años.
Sin embargo, Ana la convenció de mantenerlo vivo. "Yo le dije que no lo haga porque justo me recibía e iba a tener tiempo libre. Además no tenía trabajo, así que medio la convencí que no cierre y comencé yo con el turno de la mañana y mi compañera a la tarde", explicó.
Fue, oficialmente en el 2023, que Ana se convirtió en la nueva encargada de El Molino. "De mi experiencia de trabajar ahí y sabiendo la historia, me pongo la camiseta", dijo con seguridad. "Es como defender todo ese laburo de mi familia, el verdadero trabajo lo hicieron ellos", agregó.
"Esta panadería le permitió a mis papas ayudarnos, criarnos, los vimos siempre laburar y es un ejemplo", continuó. Como a ellos, El Molino le permitió crecer personal y profesionalmente. Logró terminar sus estudios y hoy es traductora de inglés, durante el atardecer aprovecha a jugar al fútbol con sus amigas y por la mañana disfruta de largas charlas con los clientes.
"Siento que la gente no es que se lleva un producto, sino un momento. Hay veces que -sobre todo los grandes-, te cuentan qué van a hacer en el día, te pones en su lugar y se presta también a hablar", describió. "Trato de darles para probar, que conozcan nuestros productos", agregó.
Generación tras generación, esta familia neuquina sacó adelante un negocio que les abrió puertas en todo sentido. Con el ejemplo de sus ancestros, los más jóvenes buscan seguir adelante pero también innovando. De hecho, su hermana, Julia, también forma parte del equipo manejando las redes sociales (Instagram @molinopan.nqn).
Incluso, este año comenzó con una panadería totalmente remodelada. En enero, tras las vacaciones de verano, volvieron a abrir con nuevos colores y diseños característicos: azul y amarillo. "La gente se preocupó estos últimos días porque pensaron que nos íbamos", dijo.
Pero, como siempre y afortunadamente, "a la gente le encantó". De lunes a viernes, de 8 a 13:30 y de 16 a 20:30 abre sus puertas con orgullo acumulando años de historia y esfuerzo.