Un fuego que purifica y une
Una enorme llamarada rompió la noche neuquina este fin de semana. Fue la tradicional Fogata de San Juan, un ritual ancestral que los vecinos del barrio Río Grande abrazaron como propio desde hace 36 años.
En la plaza José Luis Fontenla, la multitud se reunió para ver arder la estructura de palos y ramas, coronada por un muñeco creado por alumnos de la Escuela 182. A sus pies, cientos de papelitos cargados de deseos se hicieron cenizas: la tradición manda soltar lo malo para dejar entrar lo bueno.
“Este año los chicos hicieron un cofre para quemar lo que uno no quiere, es como una purificación”, relató Alberto Delloro, presidente de la Comisión Vecinal, a AM550.
Noche de historias, nieve y leyendas
El encendido fue a las 21, aunque desde temprano la plaza se llenó de chocolate caliente, torta y reencuentros vecinales. Algunos recordaron que, en otros años, la fogata coincidió con la nieve. “Una vez nevó mientras ardía, tenemos muchas historias”, contó Delloro.
Para muchos, es un momento de conexión: “Vienen entre 800 y 1.000 personas de toda la zona, hasta de Centenario, Plottier y San Patricio del Chañar”, destacó Delloro.
La seguridad no faltó: Defensa Civil y Bomberos cuidaron cada paso para que nadie se acercara de más al fuego que rozó las copas de los árboles.
Música, choripanes y almas encendidas
Cuando la combustión bajó, llegaron los choripanes y la música. El pequeño escenario se encendió como la llama que deja historias de barrio y leyendas de San Juan.
“Es un hecho social, barrial, un punto de encuentro que hace bien al alma”, resumió Delloro. Mientras se apagaban las brasas, el barrio Río Grande renovó un pacto: cada invierno, las llamas volverán a alumbrar deseos, miedos y esperanzas.