HISTORIA INCREÍBLE
El futbolista narcotraficante
Es uno de los capos de la droga más importantes del mundo. Buscado por la DEA e Interpol. 'El Rey del Sur' tiene muertes a sus espaldas y juega al fútbol profesional escondiéndose bajo pseudónimosComo un maestro del disfraz, Sebastián Marset lleva años escapando de las autoridades. Unas veces usando nombres diferentes, otras con sobornos, otras con coacciones. "Siempre quiso ser futbolista", deslizó su abogado. Y utilizó su influencia para ello en diferentes países del mundo. Es uno de los capos de la droga más importantes del mundo. Buscado por la DEA e Interpol. 'El Rey del Sur' tiene muertes a sus espaldas y juega al fútbol profesional escondiéndose bajo pseudónimos.
Idealizando a figuras como Pablo Escobar o el Chapo Guzmán, Marset se autodenominó "El Rey del Sur" mientras escalaba en la pirámide del narcotráfico a la vez que dejaba una ristra de cadáveres tras de sí y burlaba a las autoridades, de las que siempre iba un paso por delante.
Nació y creció en Uruguay, y cuentan sus amigos de la infancia y compañeros de la escuela que era el más inteligente. Alumno aventajado, soñaba con jugar al fútbol sobre todo por el dinero que iba acompañado. Pronto, con 18 años, se vio que nunca tendría el talento suficiente.
En esas edades comenzó con sus primeras fechorías. Robos, tenencia de sustancias prohibidas. Pisó los calabozos en varias ocasiones por cosas menores, hasta que a los 22 fue encarcelado por recibir un gran cargamento de cocaína desde Paraguay en avión. Le cayeron 5 años de condena. Marset se pasó su condena entablando relaciones con los presos más importantes y empapándose de las peores artes. Utilizó todo ese tiempo para profesionalizar su criminalismo y conseguir contactos para su puesta en libertad, con 27 años, en 2018. Quería ser un capo de la mafia.
Entre 2018 y 2020, las autoridades notaron un incremento exponencial de cargamentos de droga entre Paraguay, Bolivia y Uruguay. En todos, unas siglas desconocidas (PCU) y un nombre: El Rey del Sur. Marset había creado un cartel: Primer Cartel Uruguayo, las siglas de PCU.
Pincharon teléfonos y recogieron testimonios. En todos ellos, Marset aparecía orgulloso de su condición. No se escondía ni buscaba tener un perfil bajo. Todo lo contrario. Entre los mensajes, hablaba sin pudor de los fríos asesinatos que había cometido ante bandas rivales.
La DEA e Interpol dieron una orden de captura y Marset estaba buscado en Bolivia, Estados Unidos y Uruguay. Pero era imposible dar con él. En esos mismos audios y mensajes, él se reía de las autoridades. Y las propias autoridades sabían que nunca le cogerían. Había que idear algo
Tras varios meses de búsqueda en la que creían era su base en Paraguay, informó a la policía del país. Y Marset fue descubierto en un aeropuerto en 2021. "Cuando pusimos su nombre en Google, lo primero que apareció era que era futbolista", revelaron en el aeropuerto.
Resulta que Marset había estado jugando en Deportivo Capiatá, equipo profesional del país paraguayo. Lo había hecho con su nombre, había comprado por 10.000 dólares el uso de la camiseta número 10 y había prometido mucho dinero a sus compañeros por cada victoria.
Núñez, el técnico, no entendía muy bien por qué tenía que permitir que ese número 10 jugase siempre y lanzara los penales y se hiciera cargo de los tiros libres y faltas a favor, pese a que no sabía dar un pase a cinco metros. Sus propios compañeros se negaban a que fuera al banco de suplentes o alguien le llevara la contra. El caso es que la policía no lo detuvo en ese momento. Necesitaban tenerle controlado para tirar abajo toda la organización. Permitieron que tomara el avión y aquello puso a Marset en guardia. Aunque no se iría demasiado lejos. A un club a 30 kilómetros de Capiatá, nada más.
El Rubio Ñu, un equipo de 2ª División de Paraguay, fue su destino. Las autoridades sabían que utilizaba el fútbol para blanquear dinero. Aunque allí nunca jugó. Hizo más bien de intermediario. Buscaba un equipo en Europa para hacer traspasos inflados y llevarse comisión.
Pero volvió a desaparecer. Su nombre salió a la palestra a finales de 2021, cuando se supo que, al intentar usar un pasaporte falso, estaba detenido en Emiratos Árabes. Sin saber muy bien cómo, la diplomacia uruguaya consiguió su liberación al darle un nuevo pasaporte. Aquel error gravísimo supuso una nueva fuga que provocó despidos y dimisiones en el gobierno uruguayo. Otra vez la DEA debía empezar casi desde cero en su captura. Porque Marset aparecía y desaparecía con suma facilidad. Y, aunque estuviera localizado, nunca lo podían detener.
Un día después de su liberación, dos hombres asaltaron a Maurucio Schwartzman en su mansión y lo acribillaron a tiros. Schwartzmann era el encargado de conseguir el pasaporte falso que había acabado con Marset entre rejas en Arabia. El caso fue asignado al fiscal Marcelo Pecci. Y Marcelo Pecci fue asesinado meses después en Colombia, mientras disfrutaba de su luna de miel. Considerado autor intelectual del asesinato, Marset se marchó de Paraguay y nadie supo nada de él durante mucho tiempo. Lo que había hecho era volver a jugar al fútbol. En Bolivia.
Lo que los investigadores conocían en ese momento es que Marset tenía 18 millones de euros en Dubai, pero que su viaje real no era Dubai cuando fue detenido. Era una escala para llegar a Grecia. Allí juega el Trikala FC, que llevaba meses recibiendo financiación desde Paraguay.
Resulta que el Trikala es un equipo de 2ª de Grecia que, en los últimos años, había tenido vinculación con prácticas mafiosas. Su propietario, Christos Gialia, fue asesinado en febrero de este año al recibir 15 disparos antes de que incendiaran su coche con él dentro. Desde hacía tiempo, en el Trikala se cobraba en efectivo gracias a unos paraguayos que nadie conocía y que bajaban el dinero en mano a los vestuarios. El Trikala era el equipo que Marset había monitorizado para lavar dinero en Europa con traspasos inflados, según investigadores.
Las autoridades detuvieron en 2022 a decenas de personas relacionadas con Marset en una megaoperación en la que también cayó un senador paraguayo, propietario del Capiatá. Requisaron más de 100 millones de dólares en activos. Pero ni rastro de 'El Rey del Sur'. Marset, incluso, aceptó a aparecer en programas de televisión. Nunca en persona, pero sí en llamada telefónica. Acusado de ser el líder de una organización criminal, siempre respondía lo mismo: "No tienen pruebas". Interpol emitió una orden de búsqueda internacional para Marset
De manera paralela, jugaba, con el pseudónimo 'Luis Amorim', en Los Leones del Torno, un equipo de 2ª División de Bolivia. Llegaba a entrenar en su Lamborghini o su BMW, mientras sus compañeros solo cobraban 500 dólares al mes y tenían que buscarse otro trabajo.
Allí nadie sabía quién era ese tal Amorim y tampoco que él era el nuevo dueño del club. Marset decidió ampliar su imperio en Santa Cruz, la capital financiera de Bolivia, a base de sobornos. Pero nadie era capaz de reconocerle de su vida pasada. Era Amorim, no Marset.
Un año más tarde, las autoridades paraguayas le localizaron y empezó la operación "León 23", en la que trataron de detenerle. Cuando llegaron a su mansión, ya no estaba. Alguien le había dado un chivatazo. 3000 policías fueron ordenados a su caza y captura por todo el país.
Días después, Marset envió un vídeo a una de las abogadas más importantes del país. En él, relataba cómo había logrado escapar gracias al chivatazo del jefe de anticorrupción de la policía de Bolivia. Se había fugado días antes de que empezara la operación. Una vez más.
"Soy demasiado inteligente para ustedes", dijo Marset a la prensa. Después, concedió una entrevista privada. La reportera que lo entrevistó debió coger dos helicópteros para llegar a una localidad desconocida. Su esposa fue detenida en Madrid, pero su abogado dice que está libre.
A día de hoy, nadie sabe dónde está Sebastián Marset. Tiene 33 años y le buscan las autoridades de todo el mundo. Marset, Amorim o Gabriel De Souza Beumer han sido los nombres utilizados por él. En su última aparición, solo dijo una cosa: "Juguemos un poco más al fútbol".