TRES GOLES TRAS LA SEQUÍA
No hay mal que dure 100 partidos, Cavani
El 10 terminó con su mala racha, y Boca le ganó a Belgrano por 3 a 2 en la Bombonera.Edinson Cavani tuvo que pasar por la letra de ese tango inolvidable que dice "primero hay que saber sufrir", y, sin necesidad de un naranjo en flor, encontró un arco abierto, metió tres goles -el segundo, golazo- y devolvió a la hinchada bostera una ilusión que parecía destruida por la ineficacia.
Cuando entró a calentar, la hinchada ya estaba caliente, para bien. Lo ovacionaron, le cantaron con miles de voces el "uruguayo, uruguayo", como intuyendo que este domingo era el día, el final y el principio en un mismo partido.
Y fue el día, nomás. Primero, cuando Boca iba uno a cero abajo, y el mundo parecía otra vez cuesta arriba, se hizo cargo del penal que consiguió, de puro guapo, el mejor jugador de la cancha, el pibe Medina. Pateó fuerte, con ganas, con convicción. Y llegó el primer gol después de la larga mala racha.
El segundo tuvo suspenso, porque el VAR tuvo que trazar la línea para confirmar si era gol o si era offside. Pero fue gol, golazo. Había picado habilitado, y cuando enfrentó al arquero le puso la punta del botín suavemente, abajo, a la redonda, y la pelota entró al arco a los saltitos, como celebrando el reencuentro.
El tercero sirvió para confirmar que cuando un goleador supera los malos trances, la pelota lo busca a él, como una novia persistente. Desde el medio del área la empujó sin contemplaciones, ya seguro, ya con la confianza de que si había una oportunidad, esta terminaría en gol.
El técnico lo sacó un ratito antes, para recibir la ovación que ya se le había anticipado. El ánimo que transmitió la hinchada, le volvió en tres goles, que subieron del césped a las gradas de la tribuna como un rocío que se levanta al amanecer.
Y fue el amanecer, otro más, de un goleador que nadie debería haber discutido nunca, y que aquí se discutió, de pura saña nomás, sin merecimiento alguno, tal vez sabiendo que esto pasaría, que era cuestión, simplemente, de primero saber sufrir.