Con el anuncio del pago del aguinaldo entre martes y miércoles, el gobierno de Rolando Figueroa consigue cerrar el año, en lo que a compromisos inmediatos del Estado concierne, de buena manera. El pago se hará con fondos de regalías petroleras, como ya aceptó que ocurrirá el gobernador, en un contexto que se divide entre la esperanza por lo que vendrá y la desazón por lo que irá ocurriendo en el presente, tras la asunción en un Estado desordenado, sobredimensionado en personal, y necesitado de reformas estructurales más o menos inmediatas.
El contexto, en la coyuntura, manda. Es imposible sustraerse de lo macro en estos momentos de fuerte ajuste, palabra que volvió (para quedarse) de la mano del presidente Javier Milei, quien no solo la utiliza cada vez que puede, sino que la ha transformado, increíblemente, en bandera flameando para los aplausos.
Esto supera, al menos por ahora, la silbatina acotada de una oposición refugiada en la “resistencia”, mascullando vaticinios siniestros y mostrando presuntas evidencias para la gran equivocación popular, en una catarata nunca antes vista por su velocidad, a solo una semana de la asunción del nuevo gobierno.
Figueroa maniobrará desde la no grieta construida en Neuquén. Formó gobierno con referentes de todas las fuerzas que formaron parte de su coalición política durante la campaña, y algo más. Con ese valor, irá a Buenos Aires -hay reuniones con todos los gobernadores, planteadas por la gestión libertaria- a ver qué se puede salvar del naufragio de lo establecido. Interesa, sobre todo, mostrar gestión para pelear algo de la obra pública inmediatamente paralizada por Milei. En la provincia hay muchas obras inconclusas que se financiaban con plata de Nación. Y, ahora, no hay plata.
Sorprende, de alguna manera extraña, que haya gente que “descubra” que la afirmación de que no hay plata, tiene, efectivamente, mucho que ver con una realidad que estuvo plantada desde hace ya mucho tiempo en el país. Hay que saber que Argentina tiene una deuda del Estado que asciende a 425 mil millones de dólares. De ese escalofriante total, 112 mil millones le corresponde al último gobierno, el de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, quienes se la pasaron cuestionando la deuda tomada por Macri, sin hablar de la propia. Las reservas del Banco Central fueron, al cierre de la gestión, de 12 mil millones de dólares negativos, es decir, en rojo; es decir, el Estado se entregó fundido.
En ese contexto, Neuquén aporta lo suyo: La deuda consolidada de la provincia es de 1.160 millones de dólares, y los vencimientos en moneda estadounidense para el próximo año ascienden a 300 millones, según informó el propio gobernador, en su discurso de asunción, el 10, en la Legislatura. Las obligaciones salariales necesitan consumir regalías, y algo de eso va también a la Caja de Jubilaciones, que tiene un déficit de 70 mil millones de pesos, rumbo al incremento y no a la baja. Es decir, el Estado neuquino también tiene signos de fundición… menos ampulosos que los que marcan el desastre nacional, pero igualmente preocupantes.
Lo macro, pues, es efectivamente desastroso, y sirve para entender, aunque no se comparta, que la justificación para el ajuste, planteado por Milei, es razonable. Claro, esto no implica necesariamente el Apocalipsis irremediable, sino, en todo caso, un curso de acciones más o menos dolorosas. Por ejemplo, la devaluación, que fue del 54 por ciento y llevó al precio del dólar a 800 pesos (ya está a 821), ha sido impactante, y producido un impresionante aumento en los precios, afectando directamente a todos los ciudadanos, empezando por quienes menos recursos tienen.
Para Neuquén, el efecto es ese, evaluado de abajo hacia arriba. De arriba hacia abajo, el panorama es menos oscuro, pues el Estado se beneficiará por la devaluación, ya que vende producción petrolera en dólares y recibe por ello regalías. También evalúa incrementar esos ingresos por la vía de precios más altos en la producción de energía, sendero que fatalmente caminará el gobierno de Milei, vía aumento de tarifas, de precios del petróleo, del gas y de los combustibles. Todo eso provocará incrementos en los recursos del Estado neuquino; al mismo tiempo, aumentará sus gastos por la cláusula de actualización salarial automática atada a la inflación, que se mantiene vigente en acuerdo con los sindicatos estatales. La inflación en noviembre fue de 12,4 por ciento, y en diciembre podría llegar al doble, o tal vez más: lo mismo para enero y febrero, auguran los economistas. La economía estatal neuquina, por lo tanto, seguirá con un equilibrio muy relativo y difícilmente pueda zafar de la encerrona que fue construida en los últimos cuatro años de administración del MPN.
En fin: lo único bueno que podría sacarse como resultado de estos primeros meses, sería el nivel de sinceridad de los gobernantes, y acciones de gobierno que sean lo más transparentes posibles, llevadas adelante sin engañar, sin estafar, sin seguir con la inercia a la que tristemente acostumbraron las últimas gestiones, tanto a nivel nacional, como provincial, y municipal.
Si el camino se hace sin esconder nada bajo el poncho, será posible salir adelante. Cualquier trampa, o negligencia, puede apurar el incendio, y desencadenar terremotos peores.