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Domingo 27 de Abril, Neuquén, Argentina
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El papa Francisco y el mundo: entre el pragmatismo y la audacia

Análisis de un pontificado que confrontó las tendencias políticas dominantes.

Domingo, 27 de abril de 2025 a las 10:01

El pontificado del Papa Francisco debe ser analizado en el contexto en el que le tocó gobernar a la Iglesia Católica. Para muchos de los 50 líderes mundiales que asistieron a su funeral, Francisco representaba todo lo que ellos rechazaban. No porque pudiera influir o cambiar el destino de sus políticas, difícil hacerlo para un líder religioso y también político pero que no tiene acceso a reales capacidades de poder. Sino porque su palabra era de las pocas que podía contrapesar el discurso imperante de la extrema derecha dominante que es abiertamente antiinmigrante, hostil contra los perdedores de un sistema capitalista cada vez más desigual, que detesta el ecologismo y que no solo quita derechos a las minorías, sino que las ataca.

El combate ideológico

Así, a los ojos de estos liderazgos, Francisco, en verdad un hombre conservador ideológica y políticamente, pareció transformarse en el Vaticano, sobre todo a la vista de los sectores más ortodoxos y reaccionarios dentro y fuera de la Iglesia, en un en un líder totalmente dispuesto a impulsar profundas reformas. Esto ocurrió al instalar y denunciar en la agenda pública temas como la inmigración, el cambio climático y las injusticias del capitalismo. También al encarar una muy tímida apertura hacia las minorías. Sin embargo, correspondería definirlo más como un Papa audaz que intentó una prudente y pragmática reforma en algunas de las estructuras más rígidas de la Iglesia. Con eso le alcanzó para transformarse quizás en el Papa más popular y querido en muchos años. Las 400.000 personas que desfilaron por Roma y el Vaticano estos días son una muestra de eso.

Francisco asumió su pontificado cuando se empezaban a revelar las consecuencias de la crisis económica y financiera que se desató en 2008. Millones de personas se iban quedando en la banquina con cada vez menos protección social y sin perspectivas de futuro. Eso generó un brutal desencanto con la política tradicional que no supo o no pudo dar soluciones a grandes sectores sociales. Esto fue bien leído y canalizado por líderes que encontraron en los discursos antipolíticos y anti-establishment la mejor forma de atraer a un electorado desilusionado y enojado.

Donald Trump fue el máximo exponente de estos liderazgos que buscan destruir el componente liberal de las democracias cada vez en más países del mundo. Con el presidente de Estados Unidos, Francisco se cruzó fuertemente un par de veces, sobre todo por el trato que Trump le dispensa a los migrantes, tanto en palabras como en hechos. Le criticó el muro que pensaba construir en la frontera con México en su primer mandato y las deportaciones masivas que prometió en la última campaña presidencial. Las respuestas de Trump fueron feroces, pero eso no impidió que se reunieran en 2017, y que el republicano asistiera al funeral y hablara bien de él.

Los migrantes, la gran causa de Francisco

Pero la cuestión migratoria global y el sufrimiento que conlleva el desarraigo, que estuvo desde el primer día en la agenda de la Iglesia de Francisco, incomodó también a otros líderes políticos. Sobre todo, a los europeos. El Papa los expuso apenas asumió con su viaje a Lampedusa, la isla italiana que es puerta de entrada de miles de migrantes y refugiados, muchos de los cuales mueren en el Mar Mediterráneo intentando llegar a Europa. Allí habló de la “globalización de la indiferencia” y prometió que la defensa de los migrantes iba ser una prioridad en su pontificado. Cumplió. Sus siete viajes a América latina y el Caribe y sus cuatro viajes a África, dos de los orígenes más frecuentes de los migrantes, así lo ratifican.

La frustración de las guerras

A Francisco le fue peor con las guerras que atravesaron su pontificado, sobre todo la de Rusia-Ucrania y la de Israel contra el grupo terrorista Hamas. Sus pedidos de cese del fuego y de diálogo chocaron una y otra vez contra líderes que parecían no registrarlo. Nadie espera nada ni de Putin ni de Hamas.

Pero con sus declaraciones, Francisco hizo enojar a tanto a Zelenski como a Netanyahu. El ucraniano reaccionó mal cuando el Papa pidió a Kiev que tenga “el coraje de izar la bandera blanca y negociar” con Rusia. Luego la relación se recompuso y Zelenski estuvo el sábado en el funeral. Con el gobierno de Benjamin Netanyahu, que lo único que esperaba del Papa era una condena sin matices contra el brutal acto terrorista de Hamas en octubre de 2023, todo fue peor. La condena del Papa existió, pero a Netanyahu le pareció insuficiente. Sin embargo, lo que más le molestó, al punto de jamás perdonar al Papa, fue que hablara de crueldad para describir la respuesta israelí sobre la Franja de Gaza.

Ni la muerte de Francisco aplacó esta crisis. Bibi todavía no se pronunció y envió una mínima representación al funeral. El único representante político israelí en dar públicamente el pésame fue el presidente, Isaac Herzog, quien destacó el importante trabajo de Francisco para fortalecer el diálogo interreligioso. En eso hay coincidencias: pocos Papas hicieron tanto por eso. Francisco se reunió con Jona Metzgher, rabino asquenazí, y Slomo Amar, rabino sefardí, tuvo un histórico encuentro con el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa Cirilo, y mantuvo reuniones con el imán sunita Al Azhar Ahmed el-Tayeb y el líder chiíta Ali al-Sistani.

Indicios del legado

En definitiva, con sus palabras, el Papa enfrentó el discurso y las acciones de quienes hoy dominan la agenda pública internacional e instalaron un agresivo y polarizante discurso político. Lo hizo con una bandera desgastada por estas épocas: la del consenso. El Papa Francisco buscó, con moderado éxito, acuerdos en un mundo que no quiere transitar por ese camino.

Sin embargo, un par de hechos que ocurrieron estos días parecen haber estado influenciados por su legado. En la semana de su despedida, Donald Trump, quizás su contracara más evidente, protagonizó gestos diplomáticos significativos: el avance en las negociaciones con Irán por su programa nuclear y un encuentro con Zelenski el mismo día del funeral de Francisco y en su propia casa, la Basílica de San Pedro. Estos movimientos sugieren, aunque todavía de manera tímida, una búsqueda de la paz que, aunque motivada por intereses diferentes, resuena con el mensaje persistente del Papa argentino.

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