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Domingo 04 de Mayo, Neuquén, Argentina
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Los límites del trumpismo global

Canadá y Australia rechazaron a los candidatos que se alinearon con el presidente de Estados Unidos y mostraron los límites de alinearse estrechamente con el trumpismo global.

Domingo, 04 de mayo de 2025 a las 10:55
Nigel Farage, líder de la extrema derecha británica
Trump y Elon Musk apoyan a Alaternativa por Alemania
Alice Weidel, líder de Alternativa por lemania
El laborista Anthony Albanese ganó las elecciones en Australia
El liberla Mark Carney ganó en Canadá

La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos consolidó a los liderazgos que emergieron en distantes partes del mundo cuestionando tanto la política tradicional como el componente liberal de las democracias. Muchos ya en el poder, como Viktor Orbán en Hungría, Giorgia Meloni en Italia y hasta Javier Milei en Argentina, y otros que se transformaron en actores clave en los sistemas políticos de sus países como Vox en España, Alternativa por Alemania (AfD) o Marine Le Pen en Francia, por mencionar los ejemplos más impactantes, no podían pedir un mejor escenario que tener en la Casa Blanca a quien no solo es el mejor para expandir sus ideas sino quien las empieza a aplicar sin límites. 

Aliados que la pasaron mal en las urnas

Sin embargo, no todo es tan lineal. En esta semana hubo tres hechos que ponen en cuestión la idea de que a partir de la llegada de Trump son todas buenas noticias para sus aliados o, por lo menos, para aquellos que se pegaron a sus ideas y a sus formas. Es más, puede pasar todo lo contrario, como en Canadá, donde en las elecciones para suceder a un muy desgastado Justin Trudeau, ganó el candidato liberal Mark Carney. Lo logró, más que por ninguna otra cosa, gracias a Trump, quien con sus fulminantes ataques verbales contra Carney y su antecesor, con sus imposiciones arancelarias y con su propuesta de convertir a Canadá en un estado más de Estados Unidos, lo único que logró fue hacer renacer a un partido liberal que estaba en retirada en medio de un creciente descontento social luego de 10 años de gobierno. Es más: la caída del Partido Conservador, aliado de Trump, fue tan estrepitosa, que su principal dirigente, Pierre Poilievre, perdió hasta en su propio distrito.

En Australia, país aliado estratégico de Estados Unidos con el que forma parte del AUKUS, un pacto de seguridad que también incluye a Reino Unido para contener la influencia china en el Indo Pacífico, pasó algo parecido. Las elecciones generales las ganó el Partido Laborista liderado por el actual primer ministro, Anthony Albanese. Y al igual que en Canadá, la oposición conservadora, bien cercana a las ideas y a las formas de Trump, sufrió una aplastante derrota. Su estrategia electoral fue la de pegarse a la agenda recargada que impulsa el republicano, pero algo falló: si bien hace unos meses era el favorito en las encuestas, la embestida arancelaria de Trump hacia Australia (un 10% a todos los productos y un 25% al acero y el aluminio) lo condenó a esta derrota catastrófica. Peter Dutton, que aspiraba a encabezar una alianza conservadora, y quien encaró su campaña con la agenda trumpista de reducir la inmigración, perdió hasta su escaño en la circunscripción de Dickson, que ocupaba desde 2001.

Alternativa por Alemania, nuevo foco de conflicto entre Alemania y Trump

En Alemania, a días de que asuma el democristiano Friedrich Merz como canciller liderando una coalición con los socialdemócratas, el servicio de inteligencia tomó una decisión que conmocionó a todo el sistema político: Alternativa por Alemania, principal fuerza opositora según los votos que se contaron en las elecciones de febrero, fue declarada una organización "extremista", es decir, una amenaza para la democracia. Por eso ahora todo lo que haga y diga ese partido estará sometido a una estricta vigilancia por parte de las autoridades. 

Para Alternativa por Alemania se trata de un golpe letal que lo deja cerca de ser prohibido, con serias dificultades para financiarse y sobre todo para relacionarse con otras fuerzas políticas. Lo sucedido revela en toda su magnitud los reflejos del sistema político alemán para alejar los riesgos que amenazan el consenso democrático establecido luego de la experiencia del nazismo y de la Guerra Fría, especialmente cuando surgen desde adentro del sistema político. El famoso "cordón sanitario", la herramienta política para impedir su llegada al poder, que viene funcionando bien, no fue suficiente.

Los principales líderes de AfD ya salieron a victimizarse y definieron la decisión como un grave golpe "contra la democracia federal alemana" que busca desacreditarlos y criminalizarlos. El impacto político fue tremendo en Alemania y hay muchos que creen que la estrategia de victimizarse puede fortalecerlos electoralmente. Será interesante ver cómo a partir de ahora el resto de los partidos políticos se relaciona en el parlamento y en la vida política con AfD que, no hay que olvidar, tiene un respaldo popular enorme, sobre todo en los estados que fueron parte de la República Democrática Alemana.

Como era de esperar, lejos de correrse, el trumpismo salió en defensa de su aliado alemán. Ya lo había hecho con Elon Musk a la cabeza durante la campaña electoral cuando ya estaba clara la naturaleza extremista de AfD y sus vínculos con el neonazismo. Ahora fueron el secretario de Estado, Marco Rubio, y el vicepresidente, JD Vance, quienes salieron a criticar el dictamen de la Oficina Federal de Protección de la Constitución, los servicios de inteligencia interiores alemanes. Rubio escribió en X que Alemania "no es una democracia, sino una tiranía disfrazada", con el servicio de inteligencia vigilando a la oposición. Y Vance no tuvo problemas de meterse aún más en la interna alemana. Dijo que AfD es "el partido más popular de Alemania" y el partido más representativo de Alemania del Este, y que "los burócratas intentan destruirlo". Incluso se animó a hacer referencia a la división que sufrieron los alemanes durante décadas: “Los países de Occidente derribamos el Muro de Berlín juntos. Y ha sido reconstruido, no por los soviéticos ni los rusos, sino por el establishment alemán", disparó.

Una buena noticia desde Gran Bretaña

Pero en una semana difícil para sus aliados, hubo una buena noticia para Trump. En las elecciones locales en Gran Bretaña, la ultraderecha le dio un golpe muy fuerte a la política tradicional de laboristas y conservadores. Si bien falta muchísimo para las generales, su desempeño debería preocupar al gobierno y a la oposición. De la mano de Nigel Farage, el líder pro-Brexit y antiinmigración por excelencia, Reform UK ganó hasta en localidades históricamente laboristas. Por ejemplo, se quedó, aunque solo por seis votos, con el escaño que se disputó para la Cámara de los Comunes en Runcorn y Helsby, un histórico bastión laborista.

Reform UK también ganó la alcaldía de Lincoln y compitió de igual a igual con el oficialismo laborista en varios lugares más. Se quedó con muchos concejales, encendiendo las alarmas también de los conservadores, que empiezan a ver el riesgo de que Farage, con su discurso antisistema, los condene al ostracismo. Algo así como hizo Trump con los republicanos.

El caso británico muestra los zigzagueos de los electorados. Hace pocos meses eligieron a un laborista para ordenar el caos que dejaron varias administraciones conservadoras, Brexit de por medio. En las municipales de esta semana, ganó quizás la propuesta más extrema de su sistema político, aunque Farage se está cuidando bastante de mostrar lo que realmente tiene en su menú: propuestas como radicalizar el Brexit y políticas antiinmigratorias. Es evidente también su simpatía por Trump. Falta mucho para las elecciones generales, pero hay un dato que no hay que soslayar: si en las generales, que están previstas para 2029 pero pueden suceder antes, se repiten los resultados de estas locales, Farage se convertirá en el próximo primer ministro británico.

Dos cosas dejaron en claro estas instancias electorales en distintos países aliados de Estados Unidos. La primera, que buena parte de las sociedades occidentales siguen mirando con recelo el discurso agresivo de Donald Trump. La segunda, consecuencia de la primera, es que jugar con Trump no asegura el éxito. Menos aun cuando sus políticas, como la reciente imposición de aranceles, afectan directamente a países históricamente amigos. El fuego amigo trumpista puede ser letal. 
 

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