La partida de un Papa siempre marca un antes y un después en la historia de la Iglesia Católica. Con la muerte de Francisco, se abre ahora una etapa de reflexión, duelo y expectativa, que culminará en uno de los rituales más solemnes y antiguos del Vaticano: el cónclave para elegir a su sucesor.
El tiempo del duelo y la espera
El proceso de elección de un nuevo pontífice no se activa de inmediato. Primero, la Iglesia atraviesa el período de exequias, que dura nueve días, durante los cuales se celebran misas y actos en honor al Papa fallecido. Solo una vez finalizadas estas ceremonias, se declara formalmente la Sede Vacante, la etapa que deja al Vaticano sin un líder espiritual y da inicio a la organización del cónclave.
Según establece la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, el cónclave debe comenzar entre 15 y 20 días después de la muerte del Papa. Este lapso busca asegurar que todos los cardenales con derecho a voto ―es decir, aquellos menores de 80 años― puedan llegar a Roma desde los distintos rincones del mundo.
El cónclave: un ritual bajo llave
La palabra "cónclave" proviene del latín cum clave, que significa “bajo llave”. Y no es una metáfora: los cardenales son efectivamente aislados del mundo exterior en la Capilla Sixtina, sin posibilidad de comunicación con el exterior. Allí, rodeados de frescos históricos como “El Juicio Final” de Miguel Ángel, deliberan y votan para escoger al nuevo Papa.
El número de cardenales electores ronda actualmente los 130, aunque solo aquellos menores de 80 años participan. Cada día se realizan hasta cuatro votaciones, y para que uno de los candidatos sea proclamado Papa debe alcanzar una mayoría de dos tercios de los votos. Si tras 33 votaciones no se logra consenso, en la 34ª se puede decidir entre los dos más votados.
La discreción del proceso es absoluta: se tapan ventanas, se utilizan inhibidores de señal, y todo lo que sucede dentro permanece en el más estricto secreto.
¿Quién puede ser elegido?
Aunque en teoría cualquier varón bautizado puede ser elegido Papa, en la práctica, los cardenales optan casi siempre por uno de sus pares. Para ser elegido, el candidato debe cumplir los requisitos para ser obispo: ser hombre, católico y con pleno uso de razón.
Entre los nombres que resuenan como posibles sucesores de Francisco figuran figuras como Pietro Parolin, actual Secretario de Estado del Vaticano, y Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia y representante de un ala más progresista.
Un cambio de época para la Iglesia
Francisco dejará tras de sí una huella profunda: fue un Papa cercano a los pobres, comprometido con la ecología, defensor del diálogo interreligioso y de los migrantes. Su pedido de ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, en lugar de San Pedro, refleja la sencillez que caracterizó su papado.
Ahora, la elección de su sucesor no solo buscará continuidad o renovación, sino también marcará el rumbo de la Iglesia en un mundo cada vez más secularizado y dividido.
En las próximas semanas, cuando el humo blanco se eleve sobre la Plaza de San Pedro, millones de personas en todo el mundo esperarán con emoción la elección del nuevo Pastor de la Iglesia Católica.