Pasado, presente y futuro.
La industria entre el precio y la demanda
Un pasado donde se discutía el precio. Un presente donde se analiza el cierre de pozos a menor riesgo y un futuro que pone a prueba la creatividad y el ingenio de políticos y empresarios.El 16 de enero pasado el presidente Alberto Fernandez recibió en la Casa Rosada junto al Ministro de Desarrollo Productivo, Matias Kulfas, a los máximos representantes de la industria hidrocarburífera. En ese momento se intentó acordar descomprimir el escenario del congelamiento de los combustibles y analizar las medidas que posibiliten darle sustentabilidad a la industria.
El Gobierno Nacional fue claro en su pedido, “ayúdennos con las variables macroeconómicas y nosotros nos comprometemos a instrumentar una ley que facilite el desarrollo”. Esto significaba tener precios domésticos en un periodo de transición de seis a doce meses totalmente desalineados de contexto internacional.
Los empresarios salieron conformes de esa reunión. Hay que recordar que la industria estaba literalmente paralizada desde principios de diciembre del año pasado y, para retomar las inversiones, era necesario establecer -con la nueva administración- un periodo de transición con precios domésticos para acordar las herramientas jurídicas que posibiliten desarrollar Vaca Muerta.
De esta reunión solo pasaron dos meses. A fines de febrero se tomó real dimensión en el mundo del impacto que causaría el COVID-19; y en marzo, estalló la guerra de los precios entre Arabia Saudita y Rusia. Ambos sucesos cambiaron radicalmente la perspectiva local.
En el actual escenario, las empresas debieron frenar nuevamente sus inversiones. Hay que comprender que “aunque el gobierno diera todas las facilidades, desarrollar Vaca Muerta a U$D 25 el barril no es viable” sentencio un conocedor de la industria.
Hasta hace un par de meses “el desafío consistía en encontrar un acuerdo de precios para el mercado interno con un tipo de cambio competitivo. Ahora el panorama es más complejo. A estas variables hay que sumarle la falta de demanda”.
Ningún técnico puede evaluar cuanto se necesitará de aquí a dos meses. En este contexto, con la caída de la demanda aparece la sobreoferta y con ésta, la decisión de no producir a pérdida.
Las nuevas acciones estarán orientadas a ajustar la producción en función de la demanda actual. Es decir, los escenarios van desde un ajuste forzado de producción hasta el cierre de pozos.
Cada operadora implementará -en estos días- su estrategia operativa. Los campos no son todos iguales ni tampoco los pozos de una misma formación. Son escenarios complejos donde los ingenieros y geólogos deben decidir que pozo pueden cerrar a menor riesgo. Un análisis que pone en juego los millones de dólares invertidos en los últimos años.
El escenario actual es sencillo de describir. La caída de la demanda hace caer la industria hidrocarburífera, y la caída de la industria acentúa la crisis económica. Un efecto cascada que golpeará a más de 200 empresas y 200.000 puestos de trabajo en todo el país.
Si bien se comenta que la industria podría “sostener solidariamente” los puestos de trabajo por un tiempo determinado, el esfuerzo económico de este sector puede resultar titánico teniendo en cuenta el contexto mundial.
Las perspectivas a corto plazo son poco alentadoras. Los empresarios analizan escenarios para minimizar las pérdidas, pero también estudian alternativas que puedan cambiar el contexto actual.
En la industria se sabe que es poco rentable almacenar gas lejos de los centros de consumo o de puertos. "El mejor almacenamiento es el propio reservorio" dijo el viejo petrolero. "Tambien producir gas para tres a seis meses (en los picos de mayor demanda) no es rentable. Y competir en el mercado internacional con gas licuado es un proyecto que -hasta el momento- resultó poco viable".
En sistesis, la famosa idea de una planta de licuefacción en Bahía Blanca es costosa, genera poco valor agregado y nulo impacto en los puestos de trabajo.
El proyecto que se estaría elaborando consistiría en implementar un precio sostén para el gas -con los valores similares a los de importación- que posibilite incrementar la curva de producción a cinco años.
Alcanzada esta meta, las operadoras deberían acordar valores competitivos con las petroquímicas y/o nuevas industrias que generen productos con valor agregado de exportación. De esta forma, el incentivo a la producción se distribuiría a gran parte de los sectores industriales que -en anteriores gestiones- no fueron tenidos en cuenta a la hora de obtener algún beneficio.
Por lo menos, esta es una de las varias alternativas que estarían evaluando -pasada la emergencia sanitaria- para hacer frente a la falta de actividad. Un presente difícil con un futuro esperanzador.