INFORME ESPECIAL

Covid 19: la historia secreta de la crisis en los hospitales

El impacto de la pandemia desnudó falencias estructurales. Lo que se dice dentro. Lo que se hace. Todo, en un contexto todavía incierto.
lunes, 20 de julio de 2020 · 17:00

El coronavirus y la enfermedad que provoca, Covid-19, ha provocado estragos y aún no se sabe con certeza los resultados de ese impacto. En el plano local, el coronavirus aparece como el virus que hace crujir un sistema público de salud, que en Neuquén lleva varios años conflictivos, con avances y retrocesos que preocupan; pero que ahora quedó expuesto en carne viva. El déficit eterno de recurso humano; un convenio colectivo que premia el trabajo extraordinario en detrimento de los profesionales, y decenas de médicos que han caído por haberse contagiado; son los daños más evidentes que afloran, pero no los únicos.

Neuquén supo, allá por los ’80, florecer por su sistema público de salud, enfocado en la atención primaria y distribuido estratégicamente a través de las Zonas Sanitarias, para llegar a cada rincón de la provincia. Pero eso quedó en el pasado.

Es cierto, nunca antes se vivió una pandemia como la que plantea el coronavirus. Pero es en las crisis donde se ven fortalezas y debilidades. Con casi un 14% de personal de salud contagiado por Covid-19, no solo faltan camas sino recursos. Los médicos y enfermeras van cayendo de a poco.  “Como desaparecían al principio de esta pandemia, barbijos y camisolines por arte de magia, en algunos hospitales y centros de salud; así van desapareciendo ellos”, cuentan desde el hospital Castro Rendón y el Bouquet Roldán. Con ese esquema, no hay plantel de suplentes que aguante una cuarentena de 14 días.  

En la provincia de Neuquén, la contratación de médicos nunca fue sencilla, por lo menos, en los últimos años. El gobierno provincial asegura que contrató más de 300 profesionales, al principio y para reforzar la pandemia. También hace 120 días se definió una estrategia: se decidió, por ejemplo, que la clínica Pasteur atendería aquellos pacientes Covid con obra social, al Hospital Castro Rendón irían los críticos, para lo cual se armó un piso completo, con un equipo particular y unas 45 camas disponibles. El hospital Bouquet Roldán también ingresó como espacio base, con 23 camas reales de internación y la posibilidad de aumentar a 45. El DUAM, aquel inmenso elefante de cemento donde antes funcionaba un casino, se transformó en un hospital de guerra. “Es decir, fundamentalmente para una situación extrema y con pacientes que no requieran atención, por un cuadro crítico respiratorio”, puntualizan desde el ministerio de Salud. El SIEN (sistema de emergencias médicas) debía atender las internaciones domiciliarias, con el propósito que los pacientes con síntomas sospechosos acudan a las guardias de los hospitales y de esa manera, evitar el colapso del sistema.

En teoría, este fue el plan maestro que planteó Neuquén para pelearle al coronavirus.

En la práctica, la provincia entró en shock por 5 brotes Covid: un contagio masivo que se originó en el destacamento policial de Balsa Las Perlas; otro en el Policlínico ADOS, Ministerio de Desarrollo Social y Trabajo, Policía y toda una localidad afectada, como Loncopué. No es menor el detalle: los más perjudicados en los 5 brotes fueron trabajadores de asistencia e intervención directa en este contexto, considerados “esenciales”.

Esta realidad dividió la provincia en dos, con distintos tiempos: primero el riesgo se instaló en el interior (Loncopué/Zapala) y luego en el conglomerado de la capital, alcanzando a Plottier y Centenario; situación que persiste. Y el plan maestro mostró las primeras fisuras.

Con un celo extremadamente político, se tomaron diferentes medidas que obviamente, impactaron en la estrategia sanitaria. Ya se sabe a estas alturas, que la política sanitaria no es sinónimo de política y que cuando se habla de política, no alcanza sólo al MPN, aunque sea su modelo hegemónico el que se impone en Neuquén desde que parió su historia (acá, los sindicatos tienen un rol clave y hacen su propio juego).

Esas fisuras, con el transcurrir de los días, fueron cada vez más notorias desde adentro del propio sistema. Las primeras voces fueron en modo verborrágico y en los últimos días, pasaron a un tono desafiante y sectorizado. Pero en todos los casos, llegaron de parte de quienes están en la trinchera. “Somos los que ponemos el cuerpo”, aseguran.

La primera en arrojar la piedra fue -ahora ex titular del SIEN- la doctora Luciana Ortíz Luna. Planteó desde el desconocimiento del trabajo en territorio, de parte de las autoridades, hasta la falta de insumos como barbijos y camisolines. Finalmente, la escalada de críticas por las redes sociales terminó con su alejamiento. También se descabezó todo su equipo.

Pero lejos de funcionar como un sellado, la semana pasada se advirtieron nuevas fisuras: esta vez, desde el hospital Bouquet Roldán. Allí, también quienes están en la línea de fuego, plantearon que era insostenible compaginar la teoría con la práctica, sino se dotaba de recurso humano.

“Sin consultarnos, en marzo nos declararon hospital base Covid. El plantel se arremangó y diseñó un plan. Lo hicimos consultando a quienes ya venían con la experiencia, es decir, pares y colegas de otros países donde el virus había generado muchas pérdidas, como España e Italia. Planteamos trabajar como células, es decir, por equipos que pudieran abocarse durante 14 días y que no se cruzara con otro igual. De esta manera, si había contagios, el servicio no se resentía”, confió un médico de ese nosocomio, a cargo de la doctora Fabiola Rodríguez Somoza. “El proyecto que presentamos, para pasar de 23 a 43 camas, demanda el triple de médicos y enfermeras. Nunca nos enviaron el personal. Hace 20 días una médica, de los 6 clínicos que había, se contagió. El jueves pasado, se contagió otro médico y a otra doctora la aislaron por prevención. Con 4 médicos clínicos no podemos sostener y se cerró el servicio”, agregó.

Desde el propio Bouquet Roldán, a otros medios de prensa, la directora Rodríguez Somoza, negó que se haya cerrado el servicio. Sin embargo, puntualizó: “Tenemos 6 médicos clínicos y 43 camas en el internado, al enfermarse 2 no podemos funcionar. Nos habíamos quedado con poco recurso humano, que es déficit en el sistema de salud que lleva varios años, lo que nos obligó a diagramar un esquema de profesionales de otras instituciones”. Y para sumarle al sincericidio, dijo: “nadie quiere venir a trabajar a un hospital Covid, tienen miedo”.

El malestar de los médicos del Bouquet pasa centralmente porque al final de estos 100 días, sienten que no fueron cuidados. “No somos héroes, no queremos aplausos, queremos trabajar”, repiten las fuentes consultadas. Una de las medidas que los impactó fue la reestructuración del SIEN. “Más allá de las críticas de la doctora Ortíz Luna, lo cierto es que el trabajo que se hacía desde ese sector, en la práctica, oficiaba de muro de contención, porque evitaba que, por una sospecha o un problema respiratorio, fueran a la guardia del hospital”, explicó el médico consultado, uno de los afectados por el contagio de sus pares. A partir de la reestructuración del SIEN, los hospitales y los centros de salud, coordinados por Zona Metropolitana, hacen el seguimiento de los pacientes Covid pero que, “inevitablemente, ahora acuden a las guardias. Los centros de salud, en los distintos barrios, además, funcionan de lunes a viernes”, explicó.

EL PICO DE CONTAGIOS TODAVÍA NO LLEGÓ

Todas las fuentes sanitarias consultadas, aseguran que aún hay que esperar el pico del coronavirus. “Cada vez que desde el Comité de Emergencia se informa, de la cantidad de casos, hay que saber que ese dato no es en tiempo real. Esos casos que se reportan como positivos se contagiaron hace 7 o 10 días. La curva se mantiene con un promedio de 15 casos diarios y eso nos da la pauta, que aún debemos esperar el pico máximo”, explicó otra de las médicas. Y agregó: “Esto quiere decir que hay un montón de gente asintomática, que no sabe que se contagió hasta que se le hace el estudio y sigue contagiando. Por eso es fundamental, mantener el distanciamiento. No hay más remedio”.

En el actual escenario no sólo hay menos camas, sino, además, menos recurso humano. Y el que aún se mantiene en pie, está cansado y estresado, porque se le ha exigido durante los últimos 45 días, el doble de guardias.

“Acá hay un problema real que lo tratan con eufemismos: si los médicos nos contagiamos o nos aíslan porque se contagió un compañero, no sólo recargamos al resto del equipo de salud que ya es escaso, sino que además vemos reducido nuestro sueldo porque no podemos hacer guardias. Y nadie se hace cargo de que cobremos la mitad del salario, aunque nos aplauden desde los balcones”, enfatizó una médica.

En Neuquén, el sistema público de salud cuenta hace un par de años con un polémico convenio de trabajo que nunca logró el aval del sector de profesionales, que, además nunca fue reconocido como sindicato, aunque figure como tal: Sindicato de Profesionales de la Salud Pública de Neuquén (Siprosapune). El gobierno -en la anterior gestión de Omar Gutiérrez- acordó con ATE y UPCN; también quedó afuera el Sindicato de Enfermería. En líneas generales, el gran cuestionamiento pasa porque se estimula a que los profesionales realicen más trabajo extraordinario, como horas extras y guardias, para engrosar su salario; en lugar de un salario ordinario que reconozca la profesión. Ahora, está a la vista que el coronavirus, también se devoró esta promoción del “trabajo a destajo”.

Es cierto que nunca antes hubo una pandemia de estas características. También es valedero que el aprendizaje es continuo, pero dependerá en gran parte, de la capacidad de autocrítica para poder mejorar hacia el futuro y remediar las fallas que evidencia el sistema. Esto involucra a todos los actores, pero fundamentalmente, obligará a una revisión del papel de los sindicatos y del rol del Estado. “Y el pico de contagios, todavía no llegó”.

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