La historia es tan violenta como vieja. Juan Ramón Riquelme, de 39 años, no era ningún vecino ejemplar. Era un ladrón de poca monta considerado rastrero en la jerga delictiva, con varias condenas a cuestas por robos y escruches. Su apodo circulaba con frecuencia en los partes policiales. Sin embargo, el domingo al mediodía, no murió en un robo ni en un ajuste entre bandas: lo ejecutaron en la puerta de su casa. Un viejo conflicto con otra familia de Barrio Nuevo terminó de la peor manera, lo ejecutaron a sangre fría y luego quisieron hacer desaparecer su cuerpo, sin embargo la aparición oportuna de su hermana impidió que Javito Zurita, su papá Elio y Javier Núñez desarrollen su plan, los tres fueron acusados por la Justicia y quedaron detenidos,
Tras pasar más de 24 horas prófugo, javito se entregó ayer por la tarde frente a un colegio secundario de barrio Nuevo. Hoy le formularon cargos como autor del delito de homicidio agravado por el uso de arma de fuego, mientras que los otros dos fueron imputados por el mismo hecho en calidad de partícipes secundarios. En el relato de los hechos, Javier Zurita enfrentó cara a cara a Riquelme y le disparó tres veces. Uno de los tiros le dio en el pecho. Fue fulminante. Lo mató en el acto. Hubo móvil que, aunque no fue detallado en la sala, está claro para quienes conocen la historia: un enfrentamiento de vieja data entre los Zurita y la víctima quien golpeaba cada vez que veía "al viejo Zurita", les contaron los vecinos a los investigadores.
No fue la primera vez que intentaron matar a Riquelme. Hace apenas unos días, un hermano de Javito ya querido balear a Riquelme, pero falló. Y antes, el propio Los insultos, amenazas y cuentas pendientes se acumulaban. Zurita apareció varias veces vinculado al mundo criminal, es más, del lugar del hecho, como informó Mejor Inforamdo, huyó en una camioneta robada: una Toyota Hilux SRV gris, que había sido sustraída en Fernández Oro el 28 de junio. No era ningún improvisado.
En la continuidad del relato de la fiscal del caso, Celeste Benatti, minutos después del asesinato, llegaron al lugar Zurita padre y un joven de 26 años, Javier Núñez. Entre los tres arrastraron el cuerpo hacia el interior de la casa y comenzaron a prepararlo para cargarlo en la camioneta. La idea era clara: desaparecerlo. Pero no contaban con un detalle clave.
La hermana de Riquelme llegó justo a tiempo, vio la escena y llamó al 911. Cuando la Policía llegó, Elio Zurita y Núñez fueron detenidos en el acto. Javito escapó en la Hilux, que apareció abandonada un día más tarde en Montevideo y Anibal Troilo, en el norte de Roca, no muy lejos del lugar donde, presionado por la investigación, se entregó.
La fiscalía formuló cargos contra los tres. Javito fue acusado como autor de homicidio agravado por el uso de arma de fuego. Su padre y el cómplice, como partícipes secundarios. En la audiencia, la defensa no cuestionó la reconstrucción de los hechos ni las pruebas presentadas: vainas, municiones, cámaras de seguridad, testimonios y el informe de autopsia, que confirmó que Riquelme murió por los disparos.
Sí se intentó discutir la calificación legal, pero el juez de Garantías, Julio Martínez Vivot, dio por formulados los cargos y ordenó la prisión preventiva por cuatro meses. La fiscal Benatti sostuvo que hay riesgo de fuga, especialmente en el caso de Javito, que ya estuvo prófugo, y peligro de entorpecimiento, porque varios testigos ya manifestaron temor a declarar.
La investigación sigue abierta. Se esperan pericias de disparo, análisis de huellas, rastros de calzado, estudios odorológicos y más testimonios. Pero lo que está claro es que la muerte de Riquelme no fue un hecho aislado. Fue la culminación de una guerra larvada que venía creciendo hace tiempo. Y esta vez, no hubo marcha atrás.