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Lunes 28 de Julio, Neuquén, Argentina
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Entre escombros y soledad: la vida invisible de los que duermen donde nadie quiere mirar

Son personas con adicciones, sin hogar y fuera del sistema. Ocupan una obra abandonada en pleno centro oeste. Los vecinos piden respuestas, pero el problema es mucho más profundo. ¿Hasta cuándo se va a mirar para otro lado?

Por Redacción

Lunes, 28 de julio de 2025 a las 15:52
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En el cruce de Santa María y Juan B. Justo, donde hace años debía levantarse un moderno edificio, hoy sólo quedan columnas desnudas, escombros, y un dolor que se acumula en silencio. La construcción inconclusa fue ocupada por personas que no tienen casa, no tienen contención y, muchas veces, ni siquiera una oportunidad.

Allí viven hoy diez personas: nueve hombres y una mujer. Son personas con problemas de adicciones, de alcoholismo, que han sido desplazadas de otros puntos de la ciudad. Personas que ya no encajan en ningún lugar y que fueron cayendo en un espiral que la ciudad observa, pero no logra detener.

Los vecinos están preocupados. Temen por la inseguridad, por la falta de condiciones sanitarias y por algunos episodios de violencia. Pero detrás de ese miedo, se asoma otra realidad más compleja: la de quienes sobreviven en la calle, sin acceso a derechos básicos y sin herramientas para pedir ayuda.

Luis Fabián Arrieta, presidente de la comisión vecinal del Centro Oeste, describió la situación con angustia. “Es tremendo. Me acongoja. Nosotros intervenimos, aunque no nos corresponde como vecinalistas. Esto va más allá. Hay una enfermedad, que es la adicción. Y sin asistencia, no hay salida”, expresó en el programa Ahora o Nunca, por el canal 24/7.

La ocupación del edificio abandonado no es un hecho aislado. Es parte de un ciclo que se repite. Cuando llegue el desalojo —porque va a llegar— ese grupo se desplazará unas cuadras más, a otro lugar abandonado, a otra esquina olvidada. Nada se resuelve. Solo se corre el problema de lugar.

Arrieta lo planteó con crudeza: “Yo como vecino no tengo herramientas. Solo puedo advertirles que se fijen, que se viene el desalojo. Pero nadie más llega. Y sin un equipo interdisciplinario que se mueva, que no se quede en el escritorio, no hay salida”.

El debate ya empezó a crecer en los grupos barriales: algunos reclaman seguridad, otros reclaman políticas públicas. Pero el núcleo del conflicto está claro: una ciudad que excluye, un Estado que no alcanza, y una sociedad que muchas veces prefiere mirar para otro lado.

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