16 de enero de 1994, dos de la tarde. Natalia Ciccioli, tiene 12 años, sale de su casa en el barrio El Arenal, camina por la Cuesta de los Andes para tomar el colectivo que la llevará al centro de San Martín de los Andes para tomar un helado con amigas.
Nati nunca llegó al centro de la ciudad, ni gastó esos 2 pesos que llevaba en su bolsillo para volverse en colectivo y no tuviera que volver sola caminando, ni se encontró con sus amigas.
Cuando se hicieron las 7 de la tarde y la adolescente no había regresado a su casa, a sus padres los invadió la preocupación. Se comunicaron con las amigas de su hija, pero todas contestaron que no estuvieron con ella. A Natalia, “se la tragó la tierra”, dijeron los vecinos. Para su mamá, Mirta Acosta, la sospecha sobre lo que pasó con ella es su peor pesadilla: “La violaron, la mataron y enterraron su cuerpo para no dejar evidencias”.
La desaparición de esta joven es uno de los casos más emblemáticos y misteriosos de la región con infinidad de hipótesis, como la que señalaba que se había fugado de manera voluntaria de su casa hasta que había sido víctima de la trata de personas y de una red de prostitución infantil; con un expediente de más de 4 mil fojas pero sin testimonios y mucho menos respuestas por parte de la Policía y de la Justicia sobre qué ocurrió aquella tarde con la joven.
Un vacío que no tiene solución. Una adolescente a la que alguien le hizo algo y que, después de 31 años, no se sabe qué le hicieron, quién o quienes le hicieron algo.
"Ella siempre está bajando la Cuesta de los Andes yendo hacia el centro”, lo graficó un escritor de San Martín de los Andes que escribió un libro sobre la desaparición de la joven en forma de crónica periodística con el objetivo de dar cuenta sobre qué es lo que no pudo ser o mejor dicho lo que no la dejaron ser a Nati. El libro se llama "Es como una curva que no termina nunca", escrito por Miguel Selser y publicado en 2019.
Mientras los vecinos salían a buscarla, los padres recibían en la comisaria la maldita y poca feliz frase: “Se habrá ido con algún noviecito, esperemos”.
Desde aquel 16 de enero de 1994, Mirta revivió infinidad de veces esos últimos minutos que vivió con su hija. Ella estaba amasando fideos y le pidió que la ayudara para cortar un jean viejo que quería convertirlo en short. Mirta no podía prestarle atención en ese momento pero sí Miguel, su marido, que la ayudó a cortar el jean. Luego de comer, Mirta estaba lavando los platos y recibió un abrazo de su hija y un beso. “Fue un abrazo y un beso hermoso. Eso fue lo último que me dejó”, rememoró Mirta en una entrevista periodística.
En junio de 2010, tras la desaparición de Natalia se creó Alerta Nati, una ley que legisla sobre los procedimientos a seguir ante la desaparición de niñas, niños y adolescentes de menos de 18 años. El alerta incluye información sobre la víctima y la forma en que la ciudadanía debe comunicarse con las autoridades para proveer información para esclarecer el caso. Tiene que difundirse en forma urgente y frecuente y debe tener como criterio básico que la víctima sea menor de 18 años; que esté en peligro de daño corporal o muerte; y que la información disponible sea lo suficientemente útil como para propiciar la activación del alerta.
“Naty es una herida que no cierra y que no va a cerrar nunca”, afirmó su mamá.
13 de julio de 2024. Luciana Muñoz, tiene 20 años, sale de su vivienda en la Manzana 2 Casa 17 del barrio Gran Neuquén Norte de la ciudad de Neuquén. Va rumbo a la casa de un amigo. Desde ese momento nadie sabe nada de ella, ni su mamá, Lila Aguerre, ni su abuela, ni sus amigas y compañeras del CPEM 76, el colegio secundario al que asistía. Pasaron tres días sin que regresara a su casa. La familia decide hacer la denuncia tres días después, es decir el 16. Esta demora complicó la situación, ya que esas primeras 72 horas son cruciales para encontrar a una persona. Era frecuente que Luciana se fuera por uno o dos días, pero siempre regresaba, dijeron desde el entorno familiar. Además no llevaba celular.
Desde ese día se pone en marcha un intenso operativo de búsqueda de Luciana por el oeste de la ciudad de Neuquén. Extensas jornadas de rastrillajes terrestres en donde fue vista por última vez como así también en alrededores del lugar hasta la utilización de canes rastreadores de personas, monitoreos desde los aires con helicópteros y drones, búsquedas acuáticas en ríos y lagunas de la provincia. El paradero de la joven es y sigue siendo una gran incógnita porque no ha aparecido ningún indicio de lo que pudo haber sucedido con ella. Hasta el gobierno de la provincia incrementó la recompensa de un millón a 100 millones de pesos para quienes aportes datos precisos “indubitables” ante el Fiscal de la causa o el Departamento de Seguridad Personal de la Policía de la Provincia.
En el medio de los operativos de búsqueda, Maximiliano Aviles, un exnovio de Luciana, se le impuso la prisión domiciliaria, acusado por falso testimonio en el marco de la investigación por la desaparición de la joven. Mintió en sus declaraciones como testigo en la causa.
Dijo no haber estado con Luciana el día de la desaparición, pero hay testimonios que dan cuenta que estuvo con la joven, discutió y la llevó a su casa. A través de la tecnología se lo ha ubicado en inmediaciones del lugar de la desaparición de su ex novia.
A fines del año pasado, se supo que Aviles comenzó a ausentarse del domicilio en el que cumplía la medida cautelar, en algunas oportunidad por pocos minutos hasta también por más de dos horas. En total, había incumplido en 14 oportunidades la detención domiciliaria a pesar de la tobillera electrónica que tiene colocada. Aviles es el único sospechoso por la desaparición de Luciana.
La de Luciana es una investigación “sin cuerpo” como suele repetir sus familiares, de acuerdo a lo que le manifiestan quienes están detrás de este caso. Antes de cumplirse seis meses de la desaparición, desde el área de Seguridad de la provincia, afirmaron que se investigaba también en Río Negro y Mendoza.
Su madre Lila Aguerre ha dicho que “todas las pericias y cosas que se dicen, dan a entender que ella está muerta”. Para la familia de Luciana, la joven “no está muerta” y no cesaran en buscarla.
Nada se sabe de Luciana. No hay ninguna imagen de ella en las más de 400 horas de video analizadas minuciosamente de las 36 cámaras particulares de seguridad, ni en las 850 horas de los 23 domos de seguridad circundante al entorno donde vivía Luciana en el barrio Gran Neuquén Norte, donde fue vista por ultima vez.
Su abuela, Mirta Maripillán, contó que desde la desaparición de su nieta recibieron muchos llamados en los que les dijeron que “Luciana esta vida y que la tiene una banda narco”. Hasta dijo que el exnovio, Aviles, “ya venía premeditando” la desaparición de la joven. Más allá de todo, de las pistas falsas, de la recompensa, de los rastrillajes que dejaron de realizarse luego de un tiempo, el pedido de la abuela es desgarrador “nosotros no sabemos nada y solo queremos encontrarla”.
Pasaron 31 años desde la desaparición de Natalia, y otra vez una madre, de una joven desaparecida en la provincia de Neuquén, expresa una frase con el mismo dolor y angustia: “no puede ser que se la haya tragado la tierra”.