La historia que arranca cuando todos duermen
En la oscuridad helada del Parque Industrial, cuando todavía no asoman ni los primeros camiones, Horacio y su esposa ya están despiertos. Hasta las doce de la noche amasan tortas fritas, panes rellenos y dulces caseros. A las cuatro y media de la mañana ya están en su puesto, listos para vender café caliente a los primeros trabajadores del día.
“Llegamos cuando no hay nadie, solo nosotros y los camiones”, dice Horacio con una mezcla de orgullo y cansancio. El ritual se repite de lunes a sábado, llueva o no llueva. Si hay viento fuerte, no montan el gazebo, pero igual venden desde el auto. No hay excusas: hay que estar.
El cambio que lo empujó a empezar de nuevo
Hasta fines de 2023, Horacio tenía trabajo formal en una empresa. Pero con dos años por delante para poder jubilarse, decidió retirarse por diversos motivos. Ya tiene los aportes, pero no la edad. Fue entonces que, junto a su esposa –una experta en repostería–, decidió reinventarse desde lo que tenían a mano: recetas caseras, manos dispuestas y muchas ganas de salir adelante.
“No vendemos caro. Queremos vender mucho, no ganar mucho por unidad. Sabemos cómo está todo”, explica con claridad. En su lógica de trabajo, hay más conciencia social que cálculo comercial.
La fe como motor
En su puesto, entre termos de café y bandejas con dulces humeantes, se ve una imagen de la Virgen y un rosario colgado. Para Horacio no es decoración: es protección. “Yo soy muy devoto. Vine desde Córdoba en 2006, no vine bien… y esa imagen me protegió. Nunca tuve que hacer nada raro, al contrario. Con esfuerzo, en un año levanté cabeza”, cuenta.
A pesar del frío, la falta de sueño y las horas de trabajo, Horacio no se queja. Agradece. Habla con fe, con una serenidad que contagia. “Esto es lo que tenemos, y lo hacemos con amor. Eso se nota y la gente lo valora”. Llegó en 2006 desde Córdoba y según expresó, le fue bien.
"Me fue bien en Neuquén, levanté cabeza en un año no más. Fue mucho sacrificio, pero valió la pena", expresó.
Una lección en cada venta
El puesto de Horacio ya es conocido entre trabajadores y vecinos del Parque Industrial. No solo por lo rico de sus productos, sino por la historia que hay detrás. “Dormimos dos o tres horitas. Pero vale la pena. Estamos juntos, laburando. Y eso ya es mucho”, dice con una sonrisa que se nota, incluso con las manos ocupadas.
En tiempos de crisis, hay historias que muestran otra cara del esfuerzo. Horacio y su esposa lo hacen todos los días, con poco, pero con todo.