EL EFECTO PANDEMIA

El Estado deteriorado: servicios caros y malos

El efecto pandemia ha sido determinante. Los recursos se irán recuperando. Pero la consecuencia del deterioro no se ha cuantificado, y es grave.
domingo, 29 de agosto de 2021 · 10:45

En la superficie de las campañas políticas electorales figura como tema destacado la cuestión de los mayores ingresos al Estado neuquino. Es que Vaca Muerta se ha recompuesto rápidamente, pues la pandemia todavía no ha terminado, y el nivel de producción ya está cerquita a lo que se había llegado antes del desastre.

Pero la exclusión de otros temas es sorprendente. Por ejemplo, no se habla de que los servicios que presta el Estado se han deteriorado de manera grave. Hoy, algunos servicios son caros y malos. Particularmente en Educación y en Justicia. En el jolgorio de la celebración de la puja por los ingresos, debería contemplarse, pues, lo que a la ciudadanía más le importa: por qué su propio dinero se malgasta infinitamente.

La educación, en el país y en la región, con sus singularidades, ha tocado fondo. Pronto se cumplirán dos años sin más clases que un decorado para calmar la tormenta. La Universidad se ha transformado en una metáfora de otros tiempos; el nivel medio, en una estudiantina protagonizada por gremialistas y adoctrinadores varios; la primaria y el inicial, en un desfile de buenas intenciones que se extienden a padres y madres cada vez más angustiados ante la desprotección y el olvido de lo que antes funcionaba.

Todo el primer año de pandemia se vivió extramuros escolares. Por dentro y por fuera, los edificios se fueron deteriorando. El gremio ATEN, partícipe de las causas, pero nunca de las consecuencias, ha señalado con evidencias que nadie ha refutado, que más de 100 establecimientos siguen sin estar en condiciones.

Sin embargo, no se ha gastado menos. No. El gasto público aumentó, aunque el resultado no pueda medirse y se adivine catastrófico. Es una curiosidad de la política argentina: no toma conciencia de que debería estar al servicio de todos, no solo de las corporaciones con las que interactúa, negocia y se beneficia.

El servicio de Justicia también se ha resentido. Estos dos años fueron de puja incesante entre la conducción del Poder Judicial y el sindicato que representa a los empleados. Con una baja presencialidad, el acceso de las personas y sus urgentes necesidades se hizo más dificultoso. Hay tribunales, como el de Familia, que tienen automatizadas respuestas rápidas de una curiosa justicia exprés sin más fundamento que el de cubrir las formas. Esto ocurre en un contexto social que acrecentó los conflictos familiares, bajo el estrés de la pandemia.

Sin embargo, ese servicio deficiente, que hasta podría explicarse como consecuencia del Coronavirus y su nefasta incidencia, no redujo gastos, sino que los incrementó. En concreto, los ciudadanos aportaron mucho más dinero para recibir a cambio un servicio acotado, en algunos casos, inexistente. La repercusión mediática se queda, como casi siempre, en el juego de la puja corporativa: patronal y trabajadores. Esa puja representó para el segundo semestre de este año un aumento en el gasto salarial judicial de más de 1,4 mil millones de pesos, una cantidad que la administración del Poder Judicial (supuestamente independiente) deberá cubrir con un aporte de más de 870 millones de pesos que vendrán desde el Poder Ejecutivo.

El servicio de Justicia no es una cuestión menor. Según la estadística, en Neuquén la justicia penal recibe -en fiscalía- entre 40 y 50 mil denuncias de ilícitos por año. Se llega a judicializar, con audiencias y causas abiertas, solo entre 5 y 8 por ciento de esas cantidades, lo que deviene en que se concretan unos 4 mil expedientes al año. La gran carga del servicio, es evidente, se afirma en los fiscales, que actúan en el 100 por ciento de los casos: el resto de la cadena, juez, defensores, solo lo hacen en el 8 por ciento de ese total. Esto es así desde que se instaló en Neuquén el sistema acusatorio. Esto quiere decir que más del 90 por ciento de las denuncias que se hacen ante la justicia es desestimado, y, en la mayoría de los casos, archivado. En tiempos normales. En estos dos años de pandemia, todo eso se alteró. La estadística se hizo poco confiable. Muchos ciudadanos han quedado al margen de cualquier acceso más o menos factible a un servicio esencial para la convivencia.

En este contexto, que el énfasis de las campañas electorales se ponga sobre el destino de los dólares que ingresarán, presuntamente, para beneficio de Neuquén, es entendible, pero a la vez revelador: nunca se discute sobre la realidad más áspera, rugosa, la realidad real. El problema no es tanto la cantidad de dinero que recauda el Estado, sino cómo se usa.

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