En el equipo de Rolando Figueroa se había diseñado, presuntamente, dos escenarios posibles, con el fin de saber qué hacer ante el resultado de este domingo. Figueroa jugó a favor de Sergio Massa, el derrotado, pero esto no quiere decir que no sabrá qué hacer tras la victoria de Javier Milei, el nuevo presidente de los argentinos. La coalición liderada por Comunidad los tiene a todos adentro: tanto a los peronistas vencidos, como a los libertarios triunfantes; de hecho, hay funcionarios ya anunciados, como Leticia Esteves, que formaron parte de la rápida jugada de Mauricio Macri y Patricia Bullrich para integrarse a La Libertad Avanza.
Claro que no será lo mismo. Posiblemente, al futuro gobierno neuquino le hubiera convenido más un Massa ganador y presidente por cuatro años con opción a más, en función de los acuerdos ya firmados y otros que vendrían rápidamente.
¿Y ahora? No habrá grandes sorpresas, porque, reitero, la simulación del esquema estuvo hecha antes; lo que sí será seguro es que habrá necesidad de desplegar contactos y gestionar cuestiones referidas a Vaca Muerta.
Si uno lo mira desde el lado positivo, es posible que haya ventajas con Milei por el lado del precio de los hidrocarburos, como contrapeso de otras cuestiones que tal vez queden en el tintero y la letra muerta inconducente, como el retorno eventual de la Tarifa Comahue, algo que no parece encajar bien en el esquema abierto y competitivo que instrumentará Milei en su gobierno.
El triunfo del libertario establece, por primera vez en Argentina después del peronismo, un gobierno de derecha y liberal. Pero tal vez será de ideología de lo que menos se hable, con el fárrago de cosas por hacer con la economía, cuestiones prácticas y técnicas ineludibles, comenzando por el déficit fiscal, la emisión monetaria, la inflación alta y la multitud de precios del dólar que pergeñó la mente del peronismo en el afán de sostener su esquema regulador estatista.
Figueroa seguramente emprenderá su gobierno con el pragmatismo suficiente como para acomodarlo a una nueva gestión nacional, que empezará al mismo tiempo que la suya. De entrada, puede colegirse que el primer punto será no resignar ninguna cuestión que Neuquén ya haya ganado; pero, sin embargo, es casi infinita la cantidad de cosas que todavía no se han conquistado para la provincia y que ahora entran en una agenda abierta, en la que el nuevo gobierno nacional necesitará respaldo de gobernadores y parlamentarios.
Conviene no andar sembrando el Apocalipsis antes de tiempo. Es una situación novedosa para la Argentina, aunque los caminos para transitar los nuevos tiempos irán inexorablemente por el lado del trabajo, la producción, el esfuerzo; y, tal vez, se consiga reducir, un poco aunque sea, ese cáncer horrible que es la corrupción.
Por esos caminos, no hay motivos para suponer más o menos distancias entre el gobierno neuquino y el gobierno nacional que asumirá el 10 de diciembre. Los lazos para acomodar la situación ya están tirándose. La política demostrará que lo posible le puede ganar siempre a las fantasías.