Kamala Harris y Donald Trump protagonizaron en Filadelfia el primer, y quizás único, debate de cara a las elecciones que se realizarán el 5 de noviembre. Ninguno tenía margen para el error porque cualquier traspié podría repercutir en la intención de voto del electorado. Hoy las encuestas los muestran empatados.
La expectativa estaba puesta, mas que nada, en el papel que iba a cumplir la candidata demócrata que enfrentaba su primer “duelo” verbal en una campaña presidencial. Era además su primer mano a mano con Trump. Todo un desafío. Y según el análisis de la mayoría de los especialistas, salió muy bien parada.
Harris logró disipar las preocupaciones sobre sus habilidades para hablarle al público que comenzaron con su fallida candidatura a la Casa Blanca de 2020, y se profundizaron en algunas entrevistas en los últimos años en las cuales se mostró insegura.
Trump hizo lo mismo que siempre: fue al choque, se mostró combativo y trató de eludir los ataques de Harris, ex fiscal general de California, por sus causas judiciales. También intentó demostrar que durante el gobierno controlado por los demócratas la situación del país ha empeorado.
La acusó de "marxista", y dijo que por ella y el actual presidente “ahora somos un país que está en decadencia, se ríen de nosotros en todo el mundo", añadió.
Harris habló de futuro: "Es hora de pasar página, hay que seguir adelante", dijo en más de una ocasión Harris, describiendo a Trump como una figura divisiva, más interesado en sí mismo que en los ciudadanos.
Un dato importante que llamó la atención es que ambos se dieron la mano. Un gesto que debería ser normal en cualquier debate pero que en un contexto de extrema polarización es tomado como muy positivo.
A menos de dos meses de los comicios, y muy cerca de que se inicie el voto anticipado en muchos estados, Harris pasó quizás su examen más difícil y se mantiene competitiva.