¿Cómo sueña un ciego? ¿Cómo llega a jugar 12 años en la selección Argentina de fútbol? ¿Cómo se entrena hoy por Zoom con sus compañeros? ¿Da vergüenza usar el bastón blanco? ¿Qué sonidos tienen las ciudades asiáticas? ¿Cómo es una villa olímpica de deportes adaptados donde hay más gente que en el pueblo donde se vive?. David Peralta, en medio de una noche con ocho grados bajo cero, desde su casa de Comandante Luis Piedra Buena, no para de hablar de todos los temas con un orgullo que le desborda el pecho. Lo hace por AM 550 La Primera y 24/7 Noticias, cuando en Neuquén la lluvia lava de punta a punta los recuerdos de inundaciones y el presente de transmisión comunitaria de coronavirus.
Unas horas antes, entrenó ¡por Zoom! con “el chaqueño, el santiagueño, el de Misiones y el de Santa Cruz, entrenamos todos tres veces por semana” y está hablando de sus amigos de la Selección Nacional de Fútbol Cinco Adaptado “Los Murciélagos”, adonde es figura desde hace 12 años. Pero además “por suerte mi pueblo está en fase cinco y puedo también hacer trabajos de cancha, salir a correr, y poniéndole ganas y abrigo a los entrenamientos”, comenta en medio de una sonrisa que se ve a miles de kilómetros.
En su diálogo, en el programa Viaje al puerto de la noche, David recuerda que a los cinco años perdió uno de sus ojos por la explosión de una granada que su hermano trajo “para jugar” a la casa, y siete años después –por las heridas- perdió la visión del otro. “Se me apagó la luz”, comenta nuevamente sonriendo y se pone serio cuando reflexiona “a partir de ahí mi vida cambió para siempre”. A veces me preguntan “cómo sueña un ciego” –dice- y la posibilidad de haber visto alguna vez “me dio la posibilidad de recordar los colores, los lugares, pero con el tiempo lo vas perdiendo y ahora sueño como veo la realidad, con sonidos, olores”.
David desborda de ganas de vivir y también de logros obtenidos, medallas y recuerdos de campeonatos mundiales, Juegos Olímpicos y torneos continentales que cuelgan orgullosamente en la pared de su living. Allí están una de oro que trajo del Mundial de Seúl, dos de plata de Guadalajara y Toronto, una de bronce de Río de Janeiro, dos subcampeonatos (Mundial de Tokio y Copa América de Santa Fé), un cuarto puesto Olímpico en Londres y miles de premios de la Argentina y el mundo.
La llegada y la convivencia en una Villa Olímpica (“adonde hay más gente que la que vive en mi pueblo”) tienen un párrafo especial en la entrevista porque a David le impactó ese mundo, poblado de idiomas diferentes, de confraternidad, de competencia pero también de estar en un momento único en la vida.
Mientras cruza con sus palabras los miles de kilómetros que hay entre su Santa Cruz y Neuquén, todo se transforma en el aire de la radio y en la imagen de la televisión. Aunque la pandemia sigue, y la lluvia y la nieve y los problemas económicos.
Pero todo se transforma en quienes recibimos su mensaje: la vida está al alcance de la mano y es imprescindible aferrarse a ella con pasión.