"Estoy acostumbrado a la oscuridad", aclaró Jorge Luis Borges y siguió con su discurso en el edificio de Belgrano y Salta donde funcionaba por entonces, en mayo de 1970, la Universidad Provincial del Neuquén. "Por mi parte no tengo inconvenientes en continuar la charla”, dijo ante gran cantidad de personas que se convocaron al lugar para escuchar a uno de los más importantes escritores de la literatura universal.
Era el 8 de mayo de ese año, cuando el autor de "Ficciones" visitó Neuquén en el marco del festejo por los 80 años del médico y escritor Gregorio Álvarez. Ese día un gran apagón eléctrico afectó a la ciudad pero no impidió que Borges continuará reflexionando sobre la realidad y la fantasía en la literatura, sobre los autores que admiraba como Edgar Allan Poe, Henry James, H.G. Wells, entre otros.
Ciego desde hacía varios años, mientras Borges seguía hablando, los organizadores presurosos buscaban velas para iluminar la sala. La oscuridad no fue obstáculo para que siguiera desarrollando sus ideas sobre libros, autores y viajes. Su porte algo dubitativo, su modo pausado de hablar arrastrando las palabras y la profundidad de sus reflexiones cautivaron al auditorio en medio de la penumbra. Hasta se preguntó si la vida que vivimos diariamente "puede ingresar dentro del género llamado realista o en el más amplio de la fantasía".
Su presencia en la capital neuquina se produjo poco tiempo después de que obtuviera el Premio Interamericano de Literatura de Brasil otorgado por la Fundación Bienal de San Pablo. Ese mismo año publicó "El informe de Brodie", en el que los relatos se despliegan hasta el extremo de lo fantástico, una marca ciento por ciento borgeana.
En su visita a Neuquén lo hizo acompañado de su esposa Elsa Astete Millán y fue recibido en el Aeropuerto Juan Domingo Perón de Neuquén por Gregorio Álvarez, el gobernador Felipe Sapag y el obispo Jaime De Nevares. Unos meses después del viaje Borges se separó de Elsa que no era bien vista -ya que no sabía hablar inglés- por Leonor Acevedo Suárez, la madre de Georgie. La foto retrata lo que nunca más se vio: el encuentro de tres grandes personalidades de la historia neuquina -Alvarez, Sapag y De Nevares- con uno de los más importantes escritores de la literatura universal. .
Hace unos años, quien escribe esta nota conversó con el historiador Juan Mario Raone acerca de la visita de Borges. Recordó que asistió a esa conferencia y compartió un encuentro con Borges y aun conservaba un ejemplar del libro "El tronco de oro" de Gregorio Álvarez, que lleva la firma, con su inconfundible letra diminuta, del escritor. "Con un ciego uno trata de ser lo más amable posible. Imagínese lo que fue estar con Borges, que además de ciego era un gran escritor. Uno le hablaba como si le hablara a un padre”, expresó Raone.
Quien también estuvo cerca del ilustre visitante fue Inés Castro Rendón, hija del doctor Eduardo. Inés era fiel lectora de la obra de Borges y no quiso perderse aquel encuentro. Incluso lo invitó a tomar el té en la vivienda de su padre en la calle Santa Fe. Inés rememoró que luego de la conferencia en el edificio de la universidad, Borges le pidió que le ayudara a bajar los dos o tres escalones que tenía el escenario donde dio la conferencia. "Me agarró del brazo y nos fuimos caminando hasta la casa de mi padre”, le contó a este periodista.
La hija de Castro Rendón aprovechó la oportunidad para confesarle la admiración que sentía sobre su obra desde que leyó el cuento “Hombre de la esquina rosada”. Lo había comenzado a leer a comienzos de los años 60 en La Plata donde estudiaba la carrera de Letras. De aquel encuentro, mientras saboreaba el té, Inés escuchó atentamente una de las tantas reflexiones acerca de la creación literaria: "Dijo que el gran desafío de todo escritor es llegar a la simplicidad de lo que se quiere transmitir".
Una de las pocas imágenes que quedaron registradas sobre la visita de Borges en Neuquén, lo muestra en una mesa conversando amablemente con Gregorio Álvarez donde también aparece Felipe Sapag, por entonces gobernador. En la instantánea, retratada por un fotógrafo que trabajaba en Casa de Gobierno, resalta la figura de un mozo con su clásico atuendo blanco y moño que se apresta a servir a los comensales. Se trata de Alberto “Tono” Rodríguez, quien durante años guardó como si fuera un tesoro esa fotografía porque sabía que se trataba de un gran escritor. “Sabía que el invitado esa noche era el escritor Borges, quien fue muy respetuoso y atento mientras lo atendí”, recordó, ante este periodista, más de 40 años después aquella cena que cerró la visita de Borges en Neuquén por los 80 años de Gregorio Álvarez que se llevó a cabo en la Residencia del gobernador, ubicada a pocos metros del río Limay.